sábado, 12 de julio de 2014

Historia de un Spanking

Su Dominante encontró un anuncio en una revista de contactos. Tanto a él como a ella, les gustan bastante este tipo de prensa. Por lo tanto, este anuncio era de un hombre que le gustaba azotar. El anuncio era muy sencillo, directo y muy tentador. Algo así, como: “Ven a mi casa para darte un buen azote.” Esto era todo. Su Amo se lo envió a ella para que lo viera. Por ello, cuando lo leyó, quiso ir aquella misma tarde.

La idea de su Dueño era llevarla a casa de alguien para que le azotaran su culo. De acuerdo, la idea le pareció a ella buena. Su Amo contestó al anuncio subrayando la frase. Ella estaba disponible. Su Amo podría salir temprano del trabajo y el Spanker estaba libre aquella tarde. Una vez que lo acordaron, ella estuvo bastante excitada el resto del día.

Su Amo y ella se encontraron en el parking de un centro comercial para ir juntos en el mismo coche. Ella saldría de su casa, él de su trabajo. Ella llegó un poco antes que él y le esperaba en el interior de su coche. Ella vestía un top lo suficientemente largo, como si fuera un vestido. Los pantalones, vaqueros. Se los quitó. A ella, le encantaba la yuxtaposición de hacer estas cosas increíblemente eróticas en lugares que son tan comunes. Se cambió de ropa en el parking del centro comercial – los pantalones, el top, los zapatos de diario y cambiados por otros de tacones altos y finos y medias de seda negra contra su piel

Finalmente, él llegó. Ella se subió al coche de este y se fueron. Iba a ser entregada a un hombre extraño para ser azotada.

Llegaron con bastante rapidez. Ella estaba nerviosa. Y este nerviosismo la hacía transitar en un instante de un espacio excitante a otro espacio ultra nervioso. Su Amo la cogió por la mano. Llamó a la puerta. Se presentaron. Le hizo quitarse los zapatos. La acercó a un sofá y la ordenó que se arrodillara sobre el asiento y se inclinara sobre el respaldo. Hizo tal como la dijo. Ligeramente inclinada, su culo prominente al final de su espaldas. Mirando profundamente a la cara de su Amo, mientras el extraño estaba detrás  de ella, admirando su trasero disponible, todavía parcialmente cubierto por el vestido que tenía levantado sobre ella y unas bragas pequeñas de algodón.

El sofá estaba ubicado en una habitación espaciosa para que su Amo pudiera estar de pie detrás del mismo y ver las expresiones de ella. A él, le encantaba esto. Ver las sensaciones que corrían por su rostro. Para él, esto era más erótico que ver la actividad real que se iba a desarrollar y empezaba a realizar el ritual.

Este hombre extraño pasó lentamente su mano por el trasero de ella, cubierto, y por sus muslos. Vuelta a empezar. Levantó su vestido, echándolo sobre el dorso de ella. Acarició su espalda con la mano. Él admiraba esta forma desde atrás.

“¿Puedo?” preguntó el hombre extraño, y su Amo respondió moviendo su cabeza:

“Sí.”

Él bajó sus bragas y pasó su mano por el cuerpo semidesnudo de ella. A continuación, la azotó. Y otra vez. Y, de nuevo, otra vez. Azotes suaves. Sí, picaban un poco. La mano hace que la carne pique de una manera suave. El picor no es como el que le produce la mano de su Amo y, como si estuviera leyendo su mente, lo cual hace continuamente, su Amo le ordenó que se detuviera.

“Por favor, déjame mostrarte como hay que azotarla.” Y dio la vuelta para ponerse detrás de ella y empezó a golpear sus nalgas como siempre solía hacerlo y ella se apretaba contra la parte trasera del sofá para aguantar los azotes que le caían. “Esta es la forma de azotar a mi mujer,” le dijo al extraño.

Y, entonces, empezó todo.

El Spanker se excitó tanto que se autoconcedió el derecho de infligirle mucho dolor, se volvió para azotarla. La golpeó con mucha fuerza. Una y otra y otra vez, con la palma de su mano. “Le tendrá que doler más tarde,” pensaba mientras los azotes llovían sobre ella. Él presionaba con su mano libre la parte baja de su espalda, forzándola a levantar su culo. Tiró de sus pelos, apoyándose con una mano sobre el hombro de ella. Una y otra vez.

Su Amo se inclinó sobre ella, levantó su cabeza y sostuvo su cara entre sus manos. Él quería verla detalladamente.

“Te quiero en mi boca,” ella le susurró.

“Ya lo sé,” él contestó. “Pero, eso no va a suceder.”

“¿Por qué?,” preguntó nuevamente susurrando. Al querer esto, su boca se llenaría de él, mientras sentía los golpes sobre sus nalgas detrás de ella.

“Porque me quieres muy mal.”

Y entonces, él bajó los tirantes del top de ella, le quitó el sujetador y metió su mano por debajo para sostener su pecho durante un momento antes de volver a ponerse detrás de ella.

“Prueba esto,” dijo y le oyó que se quitaba el  cinturón de sus pantalones. El extraño no la estaba azotando lo suficientemente fuerte para el placer de su Amo. “Te voy a mostrar lo mucho que ella puede recibir” y su Amo blandió su cinturón frente a ella una y otra vez, hasta que ésta se dió cuenta del ritmo puro del cuero contra su piel.

Puso su top alrededor de su cintura, sus bragas bajadas hasta la mitad de sus muslos y  sus nalgas ardían. Ella  estaba en el subespacio. Ese espacio mental donde ella se traslada cuando el cúmulo de los azotes recibidos desbordaban sus sensaciones. Les oía hablar de ella. Sobre la forma de su culo, el color de su piel. Su capacidad para recibir y aceptar el dolor. El deseo de su Amo de que la  azotara este otro hombre más fuerte que él y distinto.

Y así, lo hizo. Ahora se desnudó, estaba sudando. Pellizcó la piel del ahora dolorido culo, tiró de sus zonas más sensibles donde la mano y ahora el cinturón la acababan de azotar. Y entonces, comenzó otra vez.

La intensidad era tal que ella quería que la follara.

Echó una pierna hacia atrás, alargó su pie y lo frotó contra el pene de este hombre. Lo quería dentro de ella. Pudo oír a su Amo respirar, viendo el pie de ella jugando con la polla de este otro hombre.

Ella debió haberlo pedido, pero no lo hizo.

Este hombre detuvo su asalto a su culo y, en su lugar, se inclinó para saborearlo. ¡Oh!

En un momento dado, el hombre se puso a su lado. Abrió las piernas de ella y expuso su coño. Su Amo se acercó y observó cómo este hombre la exploraba. Y luego, hubo más azotes.

Pero, ella no recordaba mucho más que esto. Hubo más. Más azotes y más exploración. Y luego, se terminó.

Ella se levantó. Su Amo la abrazó y, entonces, ajustó sus ropas. De nuevo, el sujetador en su sitio. Se subió las bragas. De nuevo, el top colgando de sus hombros. Como nueva, pero dolorida.

“Dále las gracias,” le ordenó su Amo.

Y lo hizo. Y también le abrazó. Y ella esperaba volverle a ver nuevo.

“Gracias.”

2 comentarios:

  1. Tengo que reconocer mi acaloramiento leyendo esta historia, me ha encantado que haya mezclado a un spanker en una sesión de sumisión. Excitante para mi imaginar esos azotes cayendo por parte del spanker y a ese Amo, deseando, exigiendo más intensidad y pegando más fuerte, difícil también para mi de entender el juego erótico por parte de la sumisa con el desconocido, sobre todo ese abrazo final, no sé si yo, estando en esa situación desearía volver a ver a ese desconocido, quizá volver a repetir con un spanker diferente fuese más fácil. Soy spankee por lo que ese nivel de sumisión me cuesta entenderlo, aunque de lo que no hay duda alguna, es de que estoy completamente sometida a sus letras.
    Feliz tarde

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    1. Me ha gustado como has destripado el argumento de este artículo y los factores que pongo en juego, como los azotes, la sumisión, la humillación y el erotismo. Me parece genial tu comentario.

      Gracias por seguirme y comentar.

      Feliz día.

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