Había pasado un tiempo desde que Él había tenido una sesión con ella y había olvidado cuánto ella necesitaba ese tiempo. Ella se detuvo desnuda ante Él, mientras la rodeaba con cinta adhesiva para enmarcar sus pechos, luego, más cinta adhesiva en sus ojos. Tal como se le indicó, ahora se acostó en la cama.
Aseguró sus tobillos con la barra separadora. Aunque Él no restringió sus manos, con sólo tener sus piernas separadas de esa manera, era suficiente.
Ella lo escuchó moverse y luego oyó el inconfundible crepitar del Hitachi, seguido de cerca por la sensación de conectarse con su piel y el olor a ozono. Él le peinó el cabello, acarició sus brazos y luego puso las pinzas en sendos pezones. Ella dio un salto. La conectó de nuevo y ella sintió que se alejaba de donde lo percibía. A continuación, le puso el Hitachi. Al mismo tiempo, disfrutaba de la deliciosa sensación de un hormigueo de dolor.
A su mejor amiga, le aplica el Hitachi y le concede un orgasmo.
A continuación, y tal vez esto pudiera parecer extraño, le afeitó el vello púbico. Desde mayo, ella había estado dejando crecer su vello para Él. Desde entonces, la mayor parte del tiempo, se ha preocupado de cuidarlo por sí misma, dejándolo crecer a su gusto. Sin embargo, hoy Él decidió de que era el momento de afeitarlo, dejándolo en un triángulo más pequeño. Para ella, es un momento muy erótico el echarse sobre la cama, atada y con los ojos vendados mientras su Maestro la rasura de esta manera. Le oye abrir el grifo del agua, luego abrir y cerrar un cajón. De repente, empieza a azotarla, principalmente los muslos. Ella grita de dolor. Vuelve a traer el Hitachi y el dolor se convierte en placer, ¿o tal vez el dolor fue placer? Quién sabe.
Le dice que se gire, de rodillas, con el trasero al aire. De repente, un dolor inmenso: le aprieta los labios vaginales. Ella le dice que eso duele, jodidamente duele. Luego más azotes, ahora es difícil saber qué le duele más, su trasero enrojecido o los labios vaginales. De nuevo, el Hitachi. Maldito sea ese hombre por darle la combinación perfecta de dolor y orgasmos para que, justo cuando ella piensa que no pueda soportar más dolor, desaparezca en la distancia.
Luego, el dolor pasa y ella está nuevamente de espaldas. Sin restricciones, todos sus sentidos volvieron a ella. Él está dentro de su juguete. Cogiéndola y también dándole lo que ella necesita.
Cogiendo lo que Él necesita, pero siempre, siempre dando.
Todo se sucede bellamente cuando se da el tiempo de conocerla, de conocerse.
ResponderEliminarHermosa visión
Bienevenida de nuevo, Mujer de Negro. Gracias. Tus comentarios siempre son bien acogidos en este blog.
ResponderEliminarSaludos
¡Exquisito!
ResponderEliminarGracias, Anónima/o.
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