viernes, 19 de agosto de 2011

¿Qué quiere de mí?

Capítulo 2: La respuesta
Yo había decidido escribir un blog intentando dar sentido a las relaciones entre sexo y poder, entre Dominante y sumisa, de acuerdo con mis experiencias personales como Dominante, mis fantasías, los comentarios de otros Amos y sumisas y la literatura  que yo había consumido al respecto a lo largo de mi vida. En resumidas cuentas, aportar luz, criterios y principios que ayudaran a enriquecer a otras parejas involucradas en este estilo de vida de la D/s.
Empecé a escribirlo de una manera muy discreta, con un estilo literario muy personal, sincero y abordando temas que se salían de la estandarización de este tipo de blog.
Por otra parte, sólo una persona de mi entorno muy cercano estaba al corriente de mi nueva iniciativa. Nadie más lo sabía ni lo saben. Especialmente por la temática de este blog. Conforme pasaban los días, observé que no entraban visitantes. Estas circunstancias, a un blogger novato como yo, me pusieron impaciente porque necesitaba pulsar la aceptación de lo que escribía. No porque la necesitara, sino más bien por ese ego interior vanidoso que llevo dentro.
Entonces, se me ocurrió la idea de escribir algunos mails a algunas sumisas y Dominantes invitándoles a que lo visitaran. A la primera que escribí fue a Eva, la elegí al azar, visitando su blog. Con un mail, me agradeció mi ofrecimiento de una manera tan delicada que me impactó. Hacía mucho tiempo que no me había encontrado con una mujer con tanta dulzura y sensibilidad.
El Destino quiso que nos encontráramos en un chat como dos desconocidos. Ambos nos hablamos a grandes rasgos de nuestras vidas recientes. Me dijo que había terminado la relación con su Amo, lo había pasado mal, que estaba recuperándose y que no perdía las esperanzas de rehacer su vida como sumisa. Yo no tenía sumisa, pero lo cierto es que ambos nos sentíamos fascinados el uno por el otro. Yo, como su posible Dominante y ella, como mi posible sumisa.
No quiero entrar en los detalles que me obligaron – o la obligaron – a no hablar con ella en los días previos a este encuentro. Me quiero ceñir a la realidad de este momento.
Eva estaba con sus manos apoyadas sobre el colchón. Su torso arqueado, sus piernas juntas, su melena ocultando su cara. Sus nalgas, ligeramente enrojecidas por los cachetes que le acababa de dar.
“¿Te imaginas lo que te va a pasar ahora, verdad?” le pregunto.
“Lo siento,” dice ella rápidamente. “No volverá a pasar. Se lo prometo.”
“Eso es lo que responden casi todas las sumisas cuando se ven con el castigo en su puerta,” le digo.
“Separa tus piernas todo lo más que puedas,” le ordeno.
Cojo una silla, la pongo detrás de ella, me siento tranquilamente y observo su trasero con marcas rojas de dedos. Separo sus nalgas con mis dedos y observo su sexo sin rasurar. Sin prisas, en silencio, solo se oye su respiración acelerada y mi respirar normal. Así unos minutos.
Me pongo de pie, pongo la silla en su sitio habitual. Me desabrocho el cinturón, lo saco de las trabillas de mis vaqueros y lo enrollo en mi mano con un par de vueltas.
“No, por favor,” dice ella rompiendo el silencio y apuradamente. “Le prometo que nos vamos a seguir viendo y siempre seré buena, por favor. Soy una sumisa obediente y buena.”
“No voy a decírtelo otra vez,” digo. “Abre más tus piernas y mantenlas bien separadas hasta que haya terminado.”
Ella me mira implorante. Muy lentamente, abre sus piernas. Luego, cierra sus ojos con fuerza. Puedo ver que ella está temblando.
Una lluvia implacable de incontables azotes cae sobre sus nalgas. En diez minutos, el color de sus nalgas pasó del rojo vivo al rojo mate burdeos.
Me alejo unos pasos de ella y me quedo observándola durante diez minutos en silencio, el cual lo rompe con esta pregunta:
“¿Qué quiere de mí, señor?”
“Mi respuesta está escrita en tu culo. Piensa, reflexiona y dime algo pronto.”
“Buena chica.”


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