lunes, 27 de junio de 2011

La mujer masoquista

La mujer masoquista me interesa. No sé nada de los hombres masoquistas, sus motivaciones, sus retos o problemas. No sé nada de ellos, porque nunca he estado muy interesado en saber de ellos.
También sé muy poco sobre las mujeres que han sufrido abusos. Por mujer que ha sufrido abusos, me refiero a cualquiera que haya sido emocional, intelectual o físicamente maltratada por otra persona. En este sentido, ser reducida significa sentirse inferior,  ser consciente de que su propia autoestima la hace más pequeña. No sentirse bien consigo misma. Lo contrario de ser mejor. Es cierto, he encontrado a bastantes mujeres que han sido maltratadas en su infancia o, incluso, más tarde en sus vidas. Algunas, han hablado de violación, de otras formas de tortura sexual. Otras, han hablado de castigos físicos muy por encima de lo que yo consideraría normal o necesario. Más, han hablado de abusos emocionales, la negación del amor, el maltrato de las emociones internas, etc. Por lo tanto, me he encontrado con estas mujeres, pero sé poco de ellas. De nuevo, tampoco estoy muy interesado. Cuando trabajo con una mujer, estoy mucho más interesado en el “ahora,” no en su historia. Examinaré su historia si siento que es relevante para su desarrollo, lo cual no siempre es así.
Sé algo sobre la mujer masoquista. Con esto, me refiero a una mujer que busca el placer y la satisfacción en formas de estimulaciones que la mayoría de la sociedad considera que son dolorosas. Este dolor puede ser físico (por ejemplo, azotar, cortar, atar, etc.), pero, pudiera ser también intelectual (humillación, degradación, objetificación, etc.). Yo no participo en el sadismo emocional o espiritual, ya que no creo que estas cosas mejoren a la mujer.
Intentar comprender las motivaciones de la mujer masoquista, puede ser un reto para aquellas personas que estén fuera de la comunidad de la D/s. ¿Cómo alguien puede ofrecer su cuerpo para ser azotado, golpeado, perforado, etc., ser agradable, si ni siquiera es un alivio? ¿Cómo el beberse la orina puede ser algo edificante? ¿Cómo es posible que alguien pueda sentirse orgullosa de ser llamada puta o zorra? ¿Dónde está el poder de un hombre para pedirle permiso para besar sus zapatos o incluso para ir al cuarto de baño u orgasmar? Todo parece opuesto y contrario al sentido común.
Esto es lo que yo creo y sé.
Para empezar, se requiere a una mujer de carácter fuerte y un fuerte sentido de sí misma, incluyendo la autoestima. Es cierto, he trabajado con mujeres que vinieron a mí no sintiéndose demasiado bien consigo mismas, pero esto no era debido a su baja autoestima, sino más bien, porque estaban en conflicto con lo que su naturaleza estaba diciéndoles lo que tenían hacer (por ejemplo, el estilo de vida masoquista) y lo que su sociedad les estaba diciendo que hicieran (lo mismo que los hombres). Se avergonzaban de hablar de esto con sus amistades y confidentes por temor a ser ridiculizadas y marcadas como traidoras (“Lucía, ¿cómo pudiste dejar que un hombre azotara tu trasero? ¿Para qué piensas que las feministas hemos estado luchando durante todos estos años? Eres mala porque has traído la vergüenza contra todas nosotras,” le diría una feminista).
Las mujeres que seleccioné no eran felpudas. No eran mujeres pasivas. No estaban buscando ningún tipo de solución bizarra por sus pasados “¡pecados!” Estas mujeres son fáciles de detectar. Yo las llamo “mártires.” Ven el dolor como un castigo justo por las transgresiones del pasado. El dolor no las excita, sino que es simplemente una manera de intentar volver a mantener el equilibrio consigo mismas. No tengo interés en tales mujeres.
Por supuesto, una gran mayoría de mujeres que no se declaran a sí mismas como masoquistas, es probable que tengan algunas trazas en esa dirección. Tal vez, les gusten “el amor que pica” o, tal vez, les gusten unos pocos de azotes en su trasero cuando están siendo cogidas por detrás. Quizás, les gusten un lenguaje obsceno durante el sexo. Muchas mujeres admiten libremente que les gustan el sexo “violento” dando a entender que quieren que sus parejas tengan un rol mucho más dominante en el dormitorio. Y, ¿no existe una especie de cliché avisando de que muchas mujeres se comportan como una señora la mayor parte del tiempo, pero como una puta en el dormitorio? Todo esto habla de un masoquismo latente en todas estas mujeres. Pero, estas mujeres también me interesan algo. Prefiero que mis masoquistas sean bastante más extremas.
He hablado largamente con mujeres que he trabajado, tanto en persona, como por teléfono e incluso por Internet. Me hablaban de la energía tan sumamente poderosa que sentían cuando las trabajaba. Las levantaban y las transportaban a otra dimensión donde sentían una cierta perfección de sí mismas. Cuando son azotadas procesan las sensaciones como los más asombrosos de los placeres. En parte, esto se debe a las endorfinas que se liberan en el torrente sanguíneo (como en un corredor de alta competición). Pero también, en parte, esto es una experiencia espiritual porque se sienten fieles a sí mismas. Sienten que están siendo fieles a su naturaleza.
Y esta no es solamente la experiencia real que es positiva para ellas. Todas ellas también informan de una asombrosa variedad de experiencias positivas después de una intensa sesión. Algunas sienten vértigo y felicidad. Otras, se sienten poderosas y energizadas. Otras llegan a un lugar de maravillosa paz y alegría. Sin embargo, otras, informan de una reducción del estrés que las ayuda a hacer frente con más facilidad a la vida doméstica y profesional.
Es cierto, que también existe algo más bien negativo, conocido como “la caída de la sumisa.” Esto es un sentimiento depresivo que se genera cuando la sumisa no puede mantener por más tiempo su alto nivel en la sesión. Esto es como casi un retiro y, de acuerdo con mi experiencia, es el resultado directo de una falta de interacción en curso. Mis tiempos de sesiones con las mujeres es limitado. Me agrada decir que ellas apenas sienten “la caída de la sumisa.”
Creo que la caída de la sumisa solamente sucede en aquellos casos donde no hay una relación en curso (interacción) entre el sádico y la masoquista.
Teniendo en cuenta esta gama de respuestas al tratamiento sádico, no es difícil comprender por qué estas mujeres buscan estas experiencias. Simplemente, se sienten bien, tanto a nivel físico como intelectual. Pero, ¿por qué debería ser este el caso?
Creo que la parte física es la más fácil de entender. Diferentes personas experimentan estimulaciones físicas diferentes. El dolor y el placer son simplemente dos caras  de la misma moneda. Hay algo de diferencia entre ellas desde un punto de vista objetivo. Es como cada uno procesamos subjetivamente la estimulación para que nos permita determinar si algo es doloroso o agradable. El “corredor de alta competición” que he mencionado, es un buen ejemplo. Como las endorfinas son liberadas por la intensa estimulación, el resultado es el placer.
Pero, ¿qué pasa con aquellas sumisas masoquistas que se sienten capaces de ser degradadas? ¿Cómo puede ser visto esto sólo bajo el sentido positivo? ¿Existe placer en ser llamada “carne de puta” o “agujero de juguete”? ¿Puede la cabeza de alguien estar metida en un inodoro y considerarse como si estuviese rebosante de poder? ¿Puede una masoquista rogar el beberse el semen de un hombre y ser realmente considerada como una persona mejor? El ser  obligada a comer en el bol de un perro fuera de la mesa o estar en una perrera durante la noche, ¿es un signo de una alta auto estima?
La simple respuesta a todo lo anterior, es sí. Muchísimo.
La paradoja para las mujeres profundamente masoquistas es que contra más humilladas sean, más altas se elevan. Parte de ello es simple orgullo. “Mira lo que yo puedo hacer. Mira lo que yo puedo soportar.” Otra parte es pura alegría, ya que ellas experimentan una gran riqueza de emociones y sensaciones que forman parte de este tipo de experiencia. Otra faceta más es la excitación – no hay duda que tal tratamiento pone a estas mujeres increíblemente húmedas y necesitadas -, lo cual tiene el efecto de hacer que sus orgasmos sean, a su vez, más potentes.
En otras palabras, les encantan. No, no es para todo el mundo. Solamente es aplicable a unas pocas y de estas, solamente unas seleccionadas pueden realizarlo. Ellas deben ser fuertes. Deben ser capaces para asimilar el tratamiento sin que le afecte a su propio ego y el sentido de sí mismas. Deben tener amplios recursos de energía interna y poder para llamar y ofrecer al sádico, para que pueda usarlo y darle forma a la sesión.
La mujer masoquista poderosa es una criatura muy especial.
Y es, por esto, por lo que me interesa mucho.

sábado, 25 de junio de 2011

Correrse o no correrse

Todo lo que puedo hacer es correrme. Se ha asegurado de ello.
Él ha atado sus manos al gancho que pende del techo de la sala de estar. Se pone de pié ante ella con la vara en la mano y sonriendo sádicamente. Desde hace unos días, está sonriendo con sadismo.
Por supuesto, ella está desnuda. Desnuda y temblando. Sus ojos están llenos de lágrimas. Su coño también está húmedo, demasiado. Él lo comprueba.
“Gatita mía, conjuga tu coño para mí.”
“Coñear. Su voz se ahoga.”
“Yo coñeo.”
“Tú coñeas.”
“Él, ella y ellos coñean.”
“Nosotros coñeamos.”
“Vosotros coñeáis.” (Ella siempre conjuga como si fuera en francés).
“Ellos coñean.”
Él azota su culo con la vara.
“Pues no, gatita. Esto no es justo, ¿verdad?”
Él azota de nuevo su culo.
“Corrígelo.”
Su voz es un poco petulante, algo molesta, con ganas de llorar y muy cansada.
“Yo no me corro.”
“Tú te corres.”
“Él se corre, ellos se corren, pero, ella no se corre. Oh, no.”
“Nosotras no nos corremos. Ya está.”
“Solamente, tú te corres. Todo por ti,” dice ella.
“Correcto, gatita.”
Azote.
“Ohhh.”
“Yo me corro. Tú no te corres. No, a menos que yo te lo permita, ¿correcto?” Dice él.
Azote.
“Sí, mi Amo. Tú te corres. Yo no me corro.”
“Y, ¿por qué iba a impedir que te corrieras?”
“No sé nada más. ¿Por qué?” Grita ella.
Azote.
“No es la respuesta correcta. Inténtalo de nuevo, gatita.”
“Porque tú puedes. Para recordarme que tú puedes,” murmulla ella.
“Y, ¿por qué puedo yo?”
“Porque mis orgasmos te pertenecen. Porque mi coño te pertenece.”
“Sigue…”
“Porque soy tu sumisa, mi cuerpo es tuyo. Mi alma es tuya. Soy tuya para que me utilices como quieras. Soy tuya y debo obedecer.”
Ella baja su mirada hacia la entrepierna de sus vaqueros. Él ha sacado su pene. Lo sacude un poco mientras ella lo mira estupefacta. La lengua de ella se hace agua. Su vagina arde. Pero es que está ardiendo desde hace días.
“¿Por qué eres mi sumisa?”
“Porque quiero serlo…,” dice muy suavemente.
“¿Por qué, mi princesa? ¿Por qué quieres ser mi sumisa?”
“Contesta más rápido.”
“Porque…, ella está sollozando ahora a lágrima perdida.”
“¿A quién perteneces, mi sumisa?”
“¡Usted es mi dueño, señor!”
“¡Usted!2
“¡Usted sabe que lo es!”
Él se corre. Ella, no.

viernes, 24 de junio de 2011

Sadismo

Una lectora me pregunta si yo soy sádico. Conoció a un hombre, por suerte en un espacio público, que la molestaba por su evidente necesidad de ver a las mujeres temblar ante la perspectiva del dolor. “Estaba claro,” dijo ella, “que había un deseo tenaz de infligir dolor, sin importarle cómo los  sentimientos de ella pudieran estar.” Al ser una mujer sensible y sin ser felpudo de nadie, se retiró rápidamente. Tales hombres son disfuncionales y posiblemente, muy peligrosos. Se ajustan a mi definición de “sádico,” que es alguien cuyo deseo de infligir dolor no está condicionado por el deseo del sujeto elegido por él para infligírselo.
Si usted quiere saber lo que es un verdadero sádico, vaya de nuevo a las obras del hombre que prestó su nombre al término. Justine, y aún más a Los 120 días de Sodoma, por el Marqués de Sade. Son trabajos realmente terroríficos, detallando extremos de violencia y tortura tales con unas víctimas indefensas, por un grupo de libertinos sin corazón para convencer a los lectores que solo podían haber sido escritos por un loco.
Así, en ese sentido, no, no soy un sádico. Ni incluso estoy cerca. Nunca he puesto una mano encima de una mujer sin su consentimiento, nunca le he hecho daño y nunca le he hecho algo que no hubiera querido que se lo hiciera. Pudiera ser que ella, al inicio, no supiera lo que quería que le hiciera exactamente, lo que hice o, quizás, ella pensaba al principio que no quería una gran parte de ello. A menudo, ella no sabía muy bien qué era lo que quería, salvo que fuera lo que fuese, yo realmente debería, de verdad, hacerlo con ella.
Más de una mujer me ha contado un episodio en el cual su marido, vainilla en si mismo, pero buscando el tratar de comprender la naturaleza de su necesidad sexual e intentando ser útil, siendo además todo un hombre encantador, la ofrece darle un spanking. Siempre es un fracaso. El problema es que ella, al no ser obligada, no quiere estar de buen humor, no quiere que él sea un hombre encantador con respecto a esto, ella quiere ser dominada, tanto física como mentalmente.
Es verdad que, en ocasiones, también he recibido peticiones. “Por favor, ¿me quiere azotar?” Dice ella elegantemente. Yo no respondo inmediatamente con una conferencia sobre “el crimen atroz” de la parte inferior de su trasero. Pero si me obligan, estoy seguro que le daré más de lo que esperaba. Las mujeres que piden que las azoten, necesitan que se les de una lección, donde la duración y la intensidad del spanking que se da, será decidido por quien lo lleva a cabo, no por quien hace la petición. Él parará cuando crea que es suficiente.
Lo que estoy intentando al poner al descubierto en este caso, es la paradoja que existe en el corazón de la D/s. Ella quiere perder el control, pero quiere sentirse segura. Ella está deseando que él la coja para lo que quiera, pero al mismo tiempo, quiere el dolor que él le está causando. Ella lo quiere tal vez un poco más sádico pero no demasiado. Pero, si ella es la única  que está siempre decidiendo cuánto es demasiado, entonces, ¿dónde está la pérdida de control que ella anhela? Sospecho que es donde la habilidad del Dominante se pone a prueba, siendo capaz de mantener estas contradicciones en su cabeza y trabajando con ellas.
Por lo tanto, no soy sádico, pero disfruto causando dolor si siento que ella lo necesita y nunca iré mucho más allá con una mujer que quiera más dolor del que yo pueda ser capaz de darle. Pero mi entendimiento de una buena relación D/s es que el dominante está siempre trabajando con la sumisa, no contra ella. Está intentando darle lo que ella necesita, que no es siempre, quizás no tan frecuente, lo que ella dice que quiere o lo que ella piensa que quiere. Él tiene que trabajar en gran parte por instinto, siempre sensible a las señales que ella da hacia fuera, pero al mismo tiempo insistiendo que se plegará a su voluntad. Por supuesto, siempre existirán límites duros y cuando una mujer le pregunta un tanto nerviosa, si un hombre se llamaría a si mismo un sádico, en parte, ella quiere decir, ¿respetarás mis límites?
Y por supuesto, si él es un buen dominante, querrá. Si usted tiene miedo que no pueda, sea cautelosa. Pero, y aquí está la cosa, el buen dominante sabe que los límites severos pueden resultar un desafío en última instancia, esté muy orgullosa de superarlo con su coraje. Los límites son cosas que solucionan y, algunas veces, para imponer, si el dominante siente que se los puede imponer. Ella quiere que el dominante tome el control,  quiere sentirse segura con él. Es una contradicción, pero también lo son muchas cosas en la vida.

martes, 21 de junio de 2011

La micro gestión

Algunas mujeres sumisas quieren que su Dominante estuviera con ellas todo el día, emitiendo continuamente un flujo constante de instrucciones. Que especifique a qué hora se debe despertar por la mañana, qué bragas debe llevar ese día (si acaso), y, tal vez, seleccionar sus otras ropas también. Quizás, haya toda una serie de instrucciones especiales con respecto a la ropa. Las faldas pueden ser obligatorias. Hoy, los tacones no demasiado altos. (¿Sin tacones? Sé de algunas mujeres para quienes eso debería ser de una regulación y de una gravedad draconiana, prácticamente, llegando a la crueldad.) Él podría dictar si sus uñas deben estar pintadas, tanto la de los dedos de los pies como la de los dedos de las manos (nunca la de los dedos sin las de los dedos de los pies). Por supuesto, él seleccionará el color. Y si ella quiere su corte de pelo más corto, necesitará pedir permiso.
Más tarde, hará que ella se arrodille durante diez minutos en un espacio privado, su falda levantada, sus bragas bajadas, mientras que él medita sobre la naturaleza de su obediencia. Él regulará sus orgasmos. Tanto si los deniega o los permite (o los ordena), no estará autorizada a tocarse por sí misma sin pedir previamente permiso. Tal vez, él dirá textualmente, de vez en cuando, llevar a cabo ciertos actos sexuales: insertar algo, poner una pinza en alguna parte, poner las ropas colgadas de una clavija en alguna parte, quitarse las bragas y guardarlas en su interior. Lo que sea. Usted puede haber notado que en una relación D/s, virtualmente, cualquier cosa puede ser sexualizada. Así pues, él puede elegir la imposición de medidas completamente arbitrarias (no comer ni beber algo de color rojo en el día de hoy, por ejemplo), y por motivos del contexto, existe una carga sexual en la proscripción. Si él quiere ser específicamente cruel, puede prohibirle el chocolate o el alcohol, dependiendo de sus gustos.
Algunos dominantes disfrutan controlando la mente de las mujeres así como sus actividades físicas. Tal vez le prohíba leer algunos blogs durante una temporada o ver porno. O, en realidad, puede hacer que ella elija imágenes sexuales y que se las envíe para su placer. Y, por supuesto, él puede calentar el ambiente si quiere. Es posible que le ordene flirtear con otro hombre. Quizás, tener un flash con alguien en un bar. Tal vez, mientras ella está en el trabajo, la ordenará que vaya al aseo de mujeres y se masturbe.
Bueno, ya tiene usted una idea. No es hacer cosas especialmente originales, sino manejarlas de una manera correcta y, si este es el tipo de atención que ella ansía, puede ser muy excitante. Pero sé muy bien que hay mujeres que no les gustan este tipo de cosas. Encuentran tales instrucciones molestas, más que otros tipos de tareas, por encima de todas las otras obligaciones de sus vidas. No soy adicto a forzar a una sumisa hacia una idea estereotipada de lo que la D/s conlleva. Cada persona es diferente. Usted tiene que elegir lo que funciona para usted. Algunas solo quieren ser sumisas en el dormitorio. Y otras quieren salirse de madre en la vida diaria.
Sé que algunas mujeres no disfrutan con el control del orgasmo. Valoran el acto de la masturbación como un espacio donde tienen el control de su propia sexualidad y no quieren renunciar a esto. La masturbación puede ser un consuelo, un goce, una afirmación de su propia validez celosamente guardada. Algunas mujeres sienten la necesidad de aferrarse a eso. Pero, para los que quieren la micro gestión, la negación del orgasmo es más una evidencia de que realmente les importa que él se tome la molestia de enviarle mensajes todo el día, reforzando su sumisión, haciendo que se humedezca y manteniendo su deseo.

domingo, 19 de junio de 2011

Hacer que ella orgasme

Una gota de líquido preseminal rezuma su camino a través de mi pene irritado, cansado y forma una cúpula brillante y clara en la cabeza. Justo cuando empieza a deslizarse por un lado, ella baja su boca y la succiona.
A medida que se aleja, se forma un fino hilo desde mi pene a su boca. Ella se retira para coger el hilillo y luego lo tira hacia atrás.
Su lengua se mueve alrededor de su boca y, luego, a su lugar de descanso junto a mí y reanuda su descanso.
“Te amo con locura,” dice ella.
“Lo sé,” contesto.
“Me gustas todo tú,” ella continúa. “Me gusta tu cuerpo, tienes un cuerpo perfecto. Tu manera de ser, de expresarte… Y tu pene. Me encanta tu pene.”
Sonrío y cojo una de sus nalgas.
Solo unos minutos antes, ella estaba encima de mí, con mi miembro metido profundamente dentro de ella mientras mis caderas se apretaban contra su pelvis. Ella sacudía sus caderas hacia atrás y adelante con movimientos rápidos. Yo me esforzaba para mantener mi cuerpo firme y mi pene sellaba su vagina por completo. Luego, ella se desató con un orgasmo final.
Ella lanzó su cuerpo hacia atrás con su cabeza inclinada hacia arriba. La agarré para evitar que se cayera. Cuando se golpeó, abrió sus ojos y aspiró una bocanada de aire y se mantuvo inmóvil. Su cuerpo se convulsionó rápidamente durante unos seis segundos, hasta dejar escapar el aliento con un profundo gemido gutural.
Sus ojos se abrieron de par en par y sus piernas temblaban, como si ella hubiera estado hipnotizada en alguna especie de terapia regresiva, viajando a través del tiempo para recobrar algo que ella había perdido en su juventud.
Y yo estaba fuera de mí, con una profunda admiración por la manera tan intensa que ella se corre. Ella no lo recibe solo de mi pene, lo lleva profundamente en su psique. Se convierte en un conducto a través del cual viaja mi espíritu, sondeando su alma, examinando cada rincón de su ser. Y no es solamente la intensidad con la que orgasma, sino la frecuencia y la facilidad. Estos deben haber sido unos ocho o diez en un par de horas en las que yo, anoche, estuve trabajando su coño.
Los orgasmos que ella tenía anteriormente eran simplemente para romper las barreras que defendían a la chica débil, delicada que ella protegía internamente. En el momento que ella tuvo el último orgasmo de la noche, estuvo lista para regalármelo.
Finalmente, yo le respondí.
“Es interesante. No tengo ningún deseo de que te corras. Veo mi papel como el provocador de tus orgasmos. Me gusta ver tu cuerpo retorcerse y convulsionarse, me gusta oírte gemir y llorar, me gusta verte en ese estado de euforia que ni siquiera pienso que te estás corriendo.”
Ella crea una expresión de alegría y me besa.
“Pero, me siento mal de que tú no te corras,” contesta ella.
“Al ver que te corres de esa manera y saber que hago que te corras, ¡oh, Dios mío, es tan placentero!”
Y ello me hace pensar en las otras mujeres con las que he estado anteriormente en mi vida y cómo yo estaba tan concentrado en correrme por mí mismo y, sin embargo, ahora he descubierto una satisfacción  enorme al provocar que ella orgasme.
¿Es una generosidad por mi parte  querer y provocar que una mujer se corra? ¿Satisface simplemente mi ego? O, ¿es justo el hombre dominante que hay en mí?

viernes, 17 de junio de 2011

En el rincón

Ella ha estado de pie y desnuda en el rincón durante veinte minutos, mirando hacia la pared, sus manos entrelazadas detrás de su cuello. Ella sabe lo que hizo mal, sabe que debe ser castigada. Ella sólo desea que él termine esto en cuanto antes, para poder expiar su culpabilidad y para que las cosas vuelvan a la normalidad. A su vez, él le ha prescrito un “período de reflexión.”
Él está sentado en su ordenador, más que ostentación, la está ignorado. Ella escucha el tic tac del reloj sobre la chimenea. El clic del ratón. Ruidos ocasionales de la calle. El tiempo pasa.
De repente, hay una llamada en la puerta principal. Él va a contestar. Ella oye voces que se acercan. Reconoce la voz de Juan, un amigo cercano que conoce la naturaleza de su relación. De hecho, ella lo ha hablado con él una o dos veces, cuando él estaba interesado.
Ahora, las voces se encuentran fuera de la puerta del estudio. Seguramente, van a entrar, piensa ella. No permitirá que Juan me vea así. Ella está a punto de un ataque de pánico. La puerta se abre, los dos hombres entran.
“Oh, ¿qué es esto?” Dice Juan.
“Ella ha sido una mujer  mala, responde. Tengo que disciplinarla.”
“¿Qué hizo?”
“No, por favor, piensa, por favor, por favor, no lo digas. Acabo de morirme,” piensa ella.
“Digamos que se pasó de la raya,” dice él. “No le hagas caso.”
Los dos hombres se sientan. Él le ofrece a Juan una bebida. Mientras que él está en la cocina preparándola, ella sabe que Juan la está mirando. Ella puede sentir toda la fuerza de su mirada sobre su trasero desnudo.
El vuelve a entrar, pasa a Juan su bebida. Los dos hombres se sientan y hablan, principalmente sobre ordenadores, cosas de hombres. Ella tiene sus brazos doloridos, pero no se atreve a decir nada. Al final, Juan se levanta para irse. Ella oye sus pasos camino de la puerta, entonces, retorna solo. Se sitúa detrás de su espalda, sin llegar a tocarla.
“Bueno, ahora,” dice él. Su voz está llena de amenazas.
Ella siente debilidad en sus rodillas.

martes, 14 de junio de 2011

La necesidad de la disciplina

Anoche, tuve el placer de cenar con una mujer acompañada de su actual pareja, de la cual fui su primer Dominante y la entrené como sumisa. Él es nuevo en una relación D/s y ella ha estado ayudándole a mostrarle los entresijos de este tipo de relación durante los últimos meses.

Hablamos de muchas cosas durante la cena, como por ejemplo, las maneras de reforzar la dinámica de la D/s públicamente, comportándose responsablemente, cómo entrenar a una sumisa, etc. En un momento dado, pusieron los postres en la mesa justo enfrente de él. Vi que este se los acercaba, probablemente con la intención de pasarme uno y otro a ella. Entonces, él detuvo su movimiento y dijo: “Realmente, tengo dejar de hacer esto y permitir que ella haga este servicio.”
Una valiosa lección.
Quizás, una de las lecciones más difíciles que un dominante responsable debe aprender, es que una sumisa tiene necesidad de servir. Está en el corazón de quien ella es. Incluso las tareas domésticas más pequeñas, pueden ser una disciplina significativa para una sumisa bien entrenada. Por ejemplo, cuando el café se va a servir en la mesa, la sumisa pide permiso para prepararlo para él y, al servirlo, echa la leche y disuelve el azúcar. Un acto simple, pero puedo verla radiando energía positiva mientras lo lleva a cabo.
Frecuentemente, un Dominante responsable, pero todavía nuevo, haría este trabajo por sí mismo. Este se hubiera levantado como un caballero y es como su segunda naturaleza para él, mantener la puerta abierta para ella (como lo opuesto a lo anterior), o retirar su silla, etc. Pero, al hacer esto, se pierde una magnífica oportunidad para que ella pueda expresar su sumisión de una manera socialmente aceptable. Puesto que estas oportunidades son poco frecuentes, él debe aprender a sacar provecho de ellas.
La mejor manera de que esto se pueda lograr es a través de la asignación de la disciplina. Estos actos no solamente actúan como un marco de conducta, sino también como un recordatorio constante de la naturaleza de la relación y como un bello retazo de erotismo. Cada dominante debería tomarse con interés el asignar algunas disciplinas a su chica, incluso simples cosas como, esperar permiso para comer, o sentarse en la mesa, etc. Pero y, esta es la parte importante, una vez asignada, es responsabilidad del dominante controlar su cumplimiento y, lo más importante, darle la oportunidad a ella para que las realice. Si le dices a una mujer que ella tiene que preparar el café, no lo vayas hacer tu mismo. Esto la confunde y puede crear problemas.
Otro error que los nuevos dominantes cometen es asignar muchas disciplinas. Por lo tanto, muchas se hacen imposibles de controlar. Confía en mí, en este caso menos es con frecuencia más. Elige unas pocas para empezar. Luego, después de un tiempo, si quieres más, imponlas, pero siempre cuidadosamente y con el entendimiento de que tú, el dominante, tienes un rol que desempeñar en esto también. Hecho correctamente, son una forma maravillosa de mantener la integridad de la relación D/s.
Además, es bastante erótico mientras se consiguen.

lunes, 13 de junio de 2011

El spanking perfecto

La mayoría de las personas que estamos involucradas en la D/s tenemos el fetiche de los azotes. Para muchas, me imagino que es por donde nuestro interés empezó. Así fue para mí. Fue una especie de trampolín.
Hay que entender que existen dos tipos diferentes de azotes – los que son eróticos y los que son por castigo – estoy pensando en el tipo erótico. Como hombre Dominante, generalmente, no tengo mucho que decir sobre los azotes de castigo. Está todo dicho, pero los eróticos, son otra cosa.
Normalmente, las sumisas que se precien tienen una lucha interior con sus “ideas” sobre el spanking perfecto. Les dan una sensación de superioridad desde abajo y lo aborrecen en una serie de niveles. Puesto que sus fantasías son sus fantasías, estoy de acuerdo en aportar mi granito de arena al tema.
Mi idea del spanking perfecto empieza lenta y se construye poco a poco. Procede lentamente, como los pequeños pasos de los niños. Este no es un proceso rápido. Requiere tiempo y paciencia. Todas las sumisas conocen los mecanismos que hay detrás de unos azotes. Calentar la zona, traer sangre a la superficie de su trasero permitiendo una gran cantidad – muy rojo – y el flujo de las endorfinas.
Para mí, como Dominante, se trata del brillo rojo de un culo bien azotado. Se trata del control y si el dominante es una especie de sádico, se trata de tener el derecho de hacer lo que está haciendo, durante el tiempo que quiera y tan fuerte como él lo desee. Para la sumisa, se trata de endorfinas, lo que está pasando por su cabeza y entre sus piernas y su coño. Es una mezcla maravillosa y hermosa de emociones, picores y química.
Empiezo acariciando. Pellizcando masa muscular. Lento. Lentitud. Construyo. Poco a poco. A medida que subo la intensidad, ella se pierde en ella, en los azotes. Es consciente de su entorno, pero está tan perdida en las sensaciones que quiere más. Más. Más fuerte. Ella pide más intensidad.
La hago llorar. La hago volar.

sábado, 11 de junio de 2011

Su contrato

Para ayudarme a mantener un respeto total, obediencia, honestidad y sumisión hacia mi Dominante, hago estas promesas: 
  1. Nunca suspenderé el proceso disciplinario para argumentar la justificación de mis azotes de castigo. Tanto si son justos o injustos, aceptaré gustosamente la corrección.
  2. Nunca aplazaré o intentaré paralizar el proceso disciplinario.
  3. Nunca protegeré mi culo con mis manos o moviendo mis pies para detener el proceso de corrección.
  4. Nunca suplicaré para detener el spanking, quejándome de lo que duele o expresar cuánto lo estoy sintiendo con la esperanza de paralizar el castigo.
  5. Durante el proceso disciplinario, seré respetuosa en todo momento
  6. Siempre mantendré mi posición.
  7. Antes de mi disciplina, siempre me disculparé ante usted.
  8. Después de mi disciplina, siempre le daré las gracias
  9. Durante mi disciplina, siempre le llamaré “Señor.”
  10. Por su orientación, siempre buscaré la manera de agradarle y mostrarle mi gratitud.
Respetuosamente.
Su coño

viernes, 10 de junio de 2011

Su juguete

Ella se había acostado antes que él, como casi siempre era su costumbre. Él había estado inmerso escribiendo importantes documentos y ella no había querido molestarle. Se había preparado para la cama de la forma habitual. Se había duchado, cepillado los dientes y se había insertado su plug negro de entrenamiento. Se había acomodado bajos las sábanas, vestida con un camisón de seda negro. Aunque era invierno, ella había decidido no llevar nada más en la cama, excepto camisones muy ligeros y suaves. Su cuerpo estaba caliente estos días.
Inesperadamente, él entró en el dormitorio y se desnudó. Esto era una sorpresa para ella y se preguntaba si había hecho lo correcto al insertarse el plug. Se introdujo en la cama y empezó a recorrer el cuerpo de ella con sus manos. Sintió el plug en su culo.
“¿Lo saco?” Preguntó ella.
“No, lo haré yo. Quítate el camisón. No necesitamos eso.”
Ella se sentó en la cama y se sacó el camisón por la cabeza. Lo tiró al suelo y lo dejó allí. De inmediato, la giró, la puso boca abajo y ella percibió rápidamente que intentaría penetrarla. Sintió un poco de pánico. Su culo estaba un poco sensible cuando le sacó el plug y, ahora, ella estaba tentadora.
“No sé si estoy preparada.”
“Cállate.”
Ella dejó de hablar y mientras lo hacía, él presionó sobre su cuerpo, sintió los hombros de ella y puso sus manos firmemente sobre sus espaldas. Él utilizó la palma de su mano con destreza por debajo de su cabello y cuando  asumió el hecho de que él iba a salirse esta noche con la suya, cogió un puñado de su pelo con su mano y la mantuvo sin moverse.
Ella se quedó inmóvil. Su cuerpo se relajó mientras se sentía cómoda dentro de su incapacidad para moverse. Su estado de rendición se había realizado nítidamente, tal como él le había hecho saber que lo haría. La penetró fácilmente de una manera no conocida por ella y la folló por el “culocoño” de una manera similar mientras él usaba su coño. Su satisfacción al usarla era sentido por ella y esta comprendió, en esos momentos, lo que era ser usada por todos sus agujeros, ser suya para follarla a voluntad.
Él sacó su polla y la dejo durante uno o dos minutos, mientras iba al cuarto de baño un momento. Mientras tanto, ella yacía allí, preguntándose lo que iba a suceder a continuación.
Volvió al dormitorio y la encontró en la misma postura que la había dejado. Sin decir una palabra, la penetró por otro agujero. Esta vez, por su coño y cuando estaba ya preparado, la gozó sin pensar en ella.
Sacó un klinex de una caja y lo colocó en su vagina para limpiarle los jugos, cogió la cuerda negra de terciopelo y ató fuertemente sus muñecas. Sacó otro klinex y se sonó la nariz. La puso de lado, separándola de él y la dijo que se durmiera.
Ella hizo tal como le había ordenado y rápidamente se quedó dormida. Durante horas, durmió bien inconsciente. En la oscuridad y en los fríos momentos de la noche, ella se despertó, consciente de su deseo y, entonces, la realidad era que sus manos no estaban libres para  que ella las usara. Ella estaba allí, inmóvil, silenciosa y segura.
Tal como debe ser, un juguete para ser follado.

martes, 7 de junio de 2011

Provocar la respuesta de la sumisa

Alguien me escribió preguntándome sobre cómo provocar la respuesta de la sumisa. Buena pregunta, pero no fácil de contestar. Antes de decirle cómo responder, probablemente sea una buena idea para discutir y definir la “respuesta de la  sumisa.”
Pregunte a cualquier sumisa experimentada y ella comprenderá la idea de cómo responde la sumisa adecuadamente a esa incitación. Es una sensación que se tiene en la boca del estómago, en la mente y también en la vagina. Puede manifestarse como un deseo de arrodillarse a los pies de un hombre, el deseo de servir o el ardor de la excitación. Pero, sería incorrecto decir que la respuesta de la sumisa no es nada más que encontrar a alguien que la excite. La respuesta de la sumisa habla de la naturaleza de la persona. Se trata del flujo de energía y una sensación de euforia al estar en presencia de alguien que se adapte a su propio poder.
Extrañamente, el dominante puede incluso no ser consciente de que esto está sucediendo. Muchas de las mujeres que yo he entrenado como sumisa se han encontrado a hombres que “no están en la sesión,” que no tienen ni idea sobre los conceptos de la D/s y que, francamente, tienen poco interés por aprender. Sin embargo, son dominantes por naturaleza y solo estar cerca de ellas es, a menudo, más que  suficiente para provocar la respuesta de la sumisa.
Usted notará que he estado hablando de sumisas con experiencia. Las sumisas inexpertas son una especie muy diferente. Sin una comprensión del proceso, ellas pueden crear vallas defensivas a su alrededor para no tener que mostrar su deseo. O, pueden preguntarse, ¿por qué algunos hombres les atraen tan poderosamente que no son capaces de ver la coincidencia entre ellos? Esto puede llevarlas a tomar decisiones poco meditadas con respecto a sus parejas. Sin embargo, una vez que su sumisión  ha provocado por primera vez su respuesta, ha sentido su intensidad y entendido lo que está sucediendo, ella está en una posición mucho mejor para comprender las dinámicas de interacciones con cualesquiera hombres que  pueda encontrarse.
¿Es posible que un dominante deliberadamente provoque esta respuesta en una mujer? Sí, lo es. He aquí lo que yo le escribí en respuesta a su pregunta:
“En general, no existen respuestas porque no hay nada que yo pueda señalar y decir: “Haz esto.”
“Lo que puedo decir es que es una mezcla de confianza, arrogancia, inteligencia, mando y sexualidad. Quizás, lo más importante, es hacer que la mujer sea consciente de quién manda sexualmente y con esto, quiero dar a entender, esperar hasta que ella misma lo pida. Si permites que una mujer sepa que estás hambriento por ella, entonces, será difícil su control.”
“Está en el contacto visual, la manera que ella es tocada y el modo con que se le habla. Son muchas cosas, pero nada que yo pueda decir definitivamente, puesto que mis técnicas varían de mujer a mujer. Sin embargo, también parece que tengo un sentimiento casi instintivo de lo que funcionará. Siento no poder ser más preciso.”
Peter Master, en su “Libro del control” habla largo y tendido sobre este proceso. Yo haría que fuera de lectura obligatoria para cualquier nuevo dominante. Por supuesto, estoy hablando de hacer esto deliberadamente, que como he mencionado antes, no siempre es el caso. Algunas veces, es tan simple como el derecho de dos personas, emparejadas en energía y poder, a estar físicamente cerca el uno del otro.

domingo, 5 de junio de 2011

El verdadero amor


Un hombre dominante es justo eso.
Él no se puede apagar.
Una mujer sumisa lo ama por lo que es.
Su corazón está firme y ella le sigue;
Como es su deber.

Un hombre dominante es fuerza por naturaleza.
A menudo, una ligera brisa de verano pero
Algunas veces, el estruendo de un día horrible.

La mujer sumisa se mantiene enhiesta
Pero tiene una mente, así como un corazón.
Ella se refugia en el silencio de la cueva.
Ella reúne sus pensamientos;
Está en calma, respira profundo, resucita.

El hombre dominante espera su regreso
Como al oso sin su desayuno.
Es su amor incondicional
Que mantiene su vida latente.

Como lo opuesto se atrae,
Por lo tanto, se reconectarán
Dos corazones laten al ritmo
Del mismo tambor: Amor

sábado, 4 de junio de 2011

Lo que el Dominante necesita

Unas semanas atrás, yo sugería una serie de cualidades que una sumisa debería tener. Ahora, me han preguntado qué características debería desplegar un Dominante (Tenga en cuenta que digo, “debería”: no estoy haciendo aquí ningún reclamo para mí).
La primera y más importante, yo diría que necesita confianza. Él  tiene que sentirse seguro de lo que quiere y, con toda seguridad, obtendrá la respuesta correcta. Usted no se puede permitir ninguna duda sobre lo que está haciendo y que es una persona seria también en este aspecto. Si ella percibe cualquier duda por su parte, afectará a su capacidad para responderle. Tal confianza no es una cosa fácil de adquirir. Procede tanto del conocimiento interior de que esto es realmente lo que usted quiere y también de la experiencia.
Me temo que algunos Dominantes, o aspirantes a Dominantes, confunden la confianza con la arrogancia. Si usted es confidente, entonces, escuchará lo que ella tenga que decir. Será sensible a sus estados de ánimos y estar en alerta a su lenguaje corporal al igual que a sus palabras. Un Dominante deberá apreciar su experiencia para mejorar la calidad de su actuación. El gritar una serie de órdenes no le convierte en un Dominante. Y si él piensa que lo sabe todo, no es confianza. Es falta de madurez.
Un Dominante necesita paciencia, tanta como la sumisa requiera. No es fácil entrenar a una mujer para que le dé todo lo que ella pueda. A menudo, hay resistencia. Ella es tímida, ha tenido una mala experiencia en el pasado, tiene miedo de que puedan hacerle daño, no está segura de que el someterse sea bueno para ella (escribiré pronto sobre esto). Requiere tiempo restablecer la confianza en ella y convencerla de que se deje llevar. Y él tiene que estar preparado para los reveses. No siempre es un camino de rosas.
Creo que es importante que un Dominante pueda expresar sus pensamientos y sentimientos. Si ella va a darle todo, necesita saber lo que hay en la mente del Dominante. Necesita comprender tanto lo que quiere, como lo que no quiere. Tiene que hablar con ella. Las sumisas están muy necesitadas. Requieren una gran cantidad de dedicación. Sospecho que algunos Dominantes adoptan un semblante tosco y malhumorado, pensando en intimidarlas. Pero esto no es un signo de fortaleza, sino estar en silencio. Articular los sentimientos no es una cosa solo de mujeres.
Una cosa esencial es el autocontrol. No creo que un Dominante deba perder nunca su temperamento. Puede enfadarse, si ella le da un motivo justo. Eso es humano. Pero, él tiene que controlar su ira. No controlarla dañará la confianza que ella haya depositado en él. Como tampoco, el Dominante debería dejarse llevar por el ardor del momento. Si entra en un frenesí sexual, corre el riesgo de hacerle daño a ella. La sumisa es la única que  quiere que él pierda el control. Pero llevarla a ese punto, significa que siempre debe estar al frente, tanto por ella como por él mismo. Recuerda, las mujeres sumisas se ponen ellas mismas en una posición muy vulnerable. Tenemos que tener buen cuidado con ellas.
Una cosa más, creo que si tú quieres ser Dominante, deberías realmente, de verdad, gustarte las mujeres. No quiero decir que quiera follarlas (aunque eso no parece ser algo sine qua non). Debería gustarte hablar con ellas, estar interesado en cómo piensan y sienten, querer ver el punto de vista de la mujer. Tiene que apreciar a las mujeres por lo que ellas son. Son diferentes a nosotros y, por eso, tanto más valiosas. Y, como los franceses dicen, viva la diferencia.

miércoles, 1 de junio de 2011

Un acto de amor

Este es el título de una novela asombrosa de Howard Jacobson. No puedo decir cuándo fue la última vez que me vi impactado por la lectura de una novela, pero esta es excepcional. Es como si el protagonista hubiera estado hurgando en el interior de mi cabeza. No es solamente esto. Creo que además ha estado espiándome.
Me explico. Es una novela que trata sobre un hombre que tiene compulsión a compartir su esposa con otro hombre. Cuando digo compulsión, quiero decir, que esto es  para lo que él vive, es una necesidad que todo lo consume. Como él mismo dice: “Ningún hombre, nunca jamás amó a una mujer y nunca se la imaginó en los brazos de ningún otro hombre. Ningún marido es jamás feliz, real y genitalmente feliz, feliz en su mismo corazón de marido – hasta que tiene la prueba positiva de que otro hombre la está follando.”
¿Te parece poco probable que otro hombre pudiera sentir de esta manera? De acuerdo, puedes imaginarte a un hombre teniendo un deseo muy vivo por estar con un pequeño grupo de sexo. Pero, ¿puede esto ser realmente la llave para la felicidad? De la manera que Jacobson lo explica, puedes creerlo. Bueno, puedes si eres más o menos como yo.
Lo que él explora es una especie de masoquismo mental que tiene su propia lógica. Por ejemplo: “Contra más amas a una mujer, con más intensidad temes su pérdida. ¿No es una estrategia sensible practicar el perderla? Sí, pero replicarás, con tu manera absurda, ¿no es mucho más probable que la pierdas si la presionas para que se entregue a otros hombres? Pero, si eres un masoquista del tipo que él describe, entonces, el dolor de su posible pérdida (la incertidumbre y el suspense son siempre una parte de la atracción) es algo que estás obligado a mantener. Para ti, los celos son inseparables del amor.
Hay algo más que eso. Es porque tú la amas tanto que la quieres compartir. “El instinto de compartir eso que encontramos bello yace profundamente dentro de nuestras naturalezas,” dice Jacobson. Si yo quiero compartir el placer de un cuadro hermoso que yo tengo o que una pieza musical deliciosa o un poema llame la atención de alguien, entonces, cuánto más puedo yo desear el compartir la belleza de mi mujer con otros hombres. Y compartir significa mostrarla desnuda. Y ofrecerla. Aunque solamente a alguien que tenga el paladar para apreciarla.
¿Cuál es el lugar de la mujer en esta historia? Podrías estar pensando. Tendrás que leerla si quieres saberlo. Pero, ella es una criatura compleja, no una mansa sumisa. Ella sabe lo que se trae entre manos. ¿Es ella cómplice o no?
Nuestro no muy heroico hombre no está presente cuando el acto tiene lugar. No es más que un trío en el sentido que está ahí en espíritu. Pero, lo que los dos amantes hacen en su imaginación es, si cabe, más angustiosamente excitante para él que todo lo que  en realidad pudiera presenciar.
Es un libro lleno de digresiones sorprendentemente agudas. Por ejemplo: “Solamente los puritanos se preocupan de ello sexualmente, porque no existe erotismo donde no existe una gran importancia de las consecuencias.” Y esto: “Donde quieras que encuentres a una sumisa y a un dominante interconectados, es la sumisa quien manda.” Hay infinidad de blogs sobre esto. Jacobson es también muy astuto sobre la participación de las mujeres en todo esto, sospecha de que en realidad se trata el deseo secreto de un hombre por otro hombre: “Ellos siempre se preguntan, si las mujeres están siempre, de verdad, interesadas por la polla. Porque, ellas no son tan celosas como los hombres, porque toman la ruta del asesino Otelo por sí mismas y al no poder imaginar de qué parte procede el placer, llegan a la conclusión que debe ser la desviación que ellos entienden (por ejemplo, la homosexualidad) la que lo explica, más que la desviación (el disfrute de los celos) que ellas no tienen.” De acuerdo con mi experiencia, esto suena bien. Creo que ella se preguntaría si lo que yo realmente quería, era chuparle su polla. Yo podría haber hecho eso, pero, solo para complacerla, no para complacerme a mi mismo.
Jacobson explica que el deseo de un trío con otra mujer, en absoluto, es lo mismo. “La fantasía que algunos maridos tienen al ver a sus esposas abrazando carnalmente a otra mujer es algo más completo. No soy tan puritano como para negar la excitación que esto produce en la vida erótica o pretender que la vista de dos mujeres besándose no es algo bonito…pero no estoy hablando sobre la excitación.” Un montón de hombres quisieran tener dos o más mujeres a la vez. No estoy contra esto, pero, para mí, no tiene el mismo atractivo. Es solamente una forma de codicia o vanidad y, aunque una mujer pudiera gozar placenteramente al permitir tales rasgos en su hombre, (la codicia y la vanidad, después de todo, puede ser bastante inofensivas en un contexto concreto), no tienen las mismas resonancias emocionales. Alguna solamente hubiera considerado invitar a otra mujer si hubiéramos encontrado a alguien para que la dominara. Ella hubiera disfrutado eso, pero nunca lo aceptamos.
Para mí, fue más complicado que tener la simple necesidad que Jacobson tan brillantemente describe. En los posts anteriores, he tratado de explicar algo de otros casos, más convencionalmente dominantes, las motivaciones involucradas con lo que yo hice, tales como querer demostrar que yo seguía siendo su dueño dejándola que se fuera con otro y estableciendo estrictas condiciones sobre lo que podría hacerse con ella. Pero, él puso su dedo en lo que era el factor más importante para mí, mucho más de lo que yo me di cuenta en ese momento. Seguramente, estarás pensando, ¿no serán los dominantes probablemente más sádicos que masoquistas? Sobre lo que estás hablando no me parece que sea muy controlador. Ahí es donde estás equivocado. Jacobson sugiere que es la sumisa quien manda. Similarmente, es la única que quiere verla con otro hombre que haga que todo funcione. Hazme caso, es más una idea mía que de ella.