Este es el título de
una novela asombrosa de Howard Jacobson. No puedo decir cuándo fue la última
vez que me vi impactado por la lectura de una novela, pero esta es excepcional.
Es como si el protagonista hubiera estado hurgando en el interior de mi cabeza.
No es solamente esto. Creo que además ha estado espiándome.
Me explico. Es una
novela que trata sobre un hombre que tiene compulsión a compartir su esposa con
otro hombre. Cuando digo compulsión, quiero decir, que esto es para lo que él vive, es una necesidad que todo
lo consume. Como él mismo dice: “Ningún hombre, nunca jamás amó a una mujer y
nunca se la imaginó en los brazos de ningún otro hombre. Ningún marido es jamás
feliz, real y genitalmente feliz, feliz en su mismo corazón de marido – hasta
que tiene la prueba positiva de que otro hombre la está follando.”
¿Te parece poco
probable que otro hombre pudiera sentir de esta manera? De acuerdo, puedes
imaginarte a un hombre teniendo un deseo muy vivo por estar con un pequeño
grupo de sexo. Pero, ¿puede esto ser realmente la llave para la felicidad? De
la manera que Jacobson lo explica, puedes creerlo. Bueno, puedes si eres más o
menos como yo.
Lo que él explora es
una especie de masoquismo mental que tiene su propia
lógica. Por ejemplo: “Contra más amas a una mujer, con más intensidad temes su
pérdida. ¿No es una estrategia sensible practicar el perderla? Sí, pero
replicarás, con tu manera absurda, ¿no es mucho más probable que la pierdas si
la presionas para que se entregue a otros hombres? Pero, si eres un masoquista
del tipo que él describe, entonces, el dolor de su posible pérdida (la
incertidumbre y el suspense son siempre una parte de la atracción) es algo que
estás obligado a mantener. Para ti, los celos son inseparables del amor.
Hay
algo más que eso. Es porque tú la amas tanto que la quieres compartir. “El
instinto de compartir eso que encontramos bello yace profundamente dentro de
nuestras naturalezas,” dice Jacobson. Si yo quiero compartir el placer de un
cuadro hermoso que yo tengo o que una pieza musical deliciosa o un poema llame
la atención de alguien, entonces, cuánto más puedo yo desear el compartir la
belleza de mi mujer con otros hombres. Y compartir significa mostrarla desnuda. Y
ofrecerla. Aunque solamente a alguien que tenga el paladar para
apreciarla.
¿Cuál
es el lugar de la mujer en esta historia? Podrías estar pensando. Tendrás que
leerla si quieres saberlo. Pero, ella es una criatura compleja, no una mansa
sumisa. Ella sabe lo que se trae entre manos. ¿Es ella cómplice o no?
Nuestro
no muy heroico hombre no está presente cuando el acto tiene lugar. No es más
que un trío en el sentido que está ahí en espíritu. Pero, lo que los dos
amantes hacen en su imaginación es, si cabe, más angustiosamente excitante para
él que todo lo que en realidad pudiera
presenciar.
Es un
libro lleno de digresiones sorprendentemente agudas. Por ejemplo: “Solamente
los puritanos se preocupan de ello sexualmente, porque no existe erotismo donde
no existe una gran importancia de las consecuencias.” Y esto: “Donde quieras
que encuentres a una sumisa y a un dominante interconectados, es la sumisa
quien manda.” Hay infinidad de blogs sobre esto. Jacobson es también muy astuto
sobre la participación de las mujeres en todo esto, sospecha de que en realidad
se trata el deseo secreto de un hombre por otro hombre: “Ellos siempre se
preguntan, si las mujeres están siempre, de verdad, interesadas por la polla.
Porque, ellas no son tan celosas como los hombres, porque toman la ruta del
asesino Otelo por sí mismas y al no poder imaginar de qué parte procede el
placer, llegan a la conclusión que debe ser la desviación que ellos entienden
(por ejemplo, la homosexualidad) la que lo explica, más que la desviación (el
disfrute de los celos) que ellas no tienen.” De acuerdo con mi experiencia,
esto suena bien. Creo que ella se preguntaría si lo que yo realmente quería,
era chuparle su polla. Yo podría haber hecho eso, pero, solo para complacerla,
no para complacerme a mi mismo.
Jacobson
explica que el deseo de un trío con otra mujer, en absoluto, es lo mismo. “La
fantasía que algunos maridos tienen al ver a sus esposas abrazando carnalmente
a otra mujer es algo más completo. No soy tan puritano como para negar la excitación
que esto produce en la vida erótica o pretender que la vista de dos mujeres
besándose no es algo bonito…pero no estoy hablando sobre la excitación.” Un
montón de hombres quisieran tener dos o más mujeres a la vez. No estoy contra
esto, pero, para mí, no tiene el mismo atractivo. Es solamente una forma de
codicia o vanidad y, aunque una mujer pudiera gozar placenteramente al permitir
tales rasgos en su hombre, (la codicia y la vanidad, después de todo, puede ser
bastante inofensivas en un contexto concreto), no tienen las mismas resonancias
emocionales. Alguna solamente hubiera considerado invitar a otra mujer si
hubiéramos encontrado a alguien para que la dominara. Ella hubiera disfrutado
eso, pero nunca lo aceptamos.
Para mí, fue más
complicado que tener la simple necesidad que Jacobson tan brillantemente
describe. En los posts anteriores, he tratado de explicar algo de otros casos,
más convencionalmente dominantes, las motivaciones involucradas con lo que yo
hice, tales como querer demostrar que yo seguía siendo su dueño dejándola que
se fuera con otro y estableciendo estrictas condiciones sobre lo que podría
hacerse con ella. Pero, él puso su dedo en lo que era el factor más importante
para mí, mucho más de lo que yo me di cuenta en ese momento. Seguramente,
estarás pensando, ¿no serán los dominantes probablemente más sádicos que
masoquistas? Sobre lo que estás hablando no me parece que sea muy controlador.
Ahí es donde estás equivocado. Jacobson sugiere que es la sumisa quien manda.
Similarmente, es la única que quiere verla con otro hombre que haga que todo
funcione. Hazme caso, es más una idea mía que de ella.
Suena (se lee) interesante... por el toque psicológico que engloba...
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Cariños.