Una lectora me
pregunta si yo soy sádico. Conoció a un hombre, por suerte en un espacio
público, que la molestaba por su evidente necesidad de ver a las mujeres
temblar ante la perspectiva del dolor. “Estaba claro,” dijo ella, “que había un
deseo tenaz de infligir dolor, sin importarle cómo los sentimientos de ella pudieran estar.” Al ser
una mujer sensible y sin ser felpudo de nadie, se retiró rápidamente. Tales
hombres son disfuncionales y posiblemente, muy peligrosos. Se ajustan a mi
definición de “sádico,” que es alguien cuyo deseo de infligir dolor no está
condicionado por el deseo del sujeto elegido por él para infligírselo.
Si usted
quiere saber lo que es un verdadero sádico, vaya de nuevo a las obras del
hombre que prestó su nombre al término.
Justine, y aún más a Los 120 días de
Sodoma, por el Marqués de Sade. Son trabajos realmente terroríficos,
detallando extremos de violencia y tortura tales con unas víctimas indefensas,
por un grupo de libertinos sin corazón para convencer a los lectores que solo
podían haber sido escritos por un loco.
Así, en ese
sentido, no, no soy un sádico. Ni incluso estoy cerca. Nunca he puesto una mano
encima de una mujer sin su consentimiento, nunca le he hecho daño y nunca le he
hecho algo que no hubiera querido que se lo hiciera. Pudiera ser que ella, al
inicio, no supiera lo que quería que le hiciera exactamente, lo que hice o,
quizás, ella pensaba al principio que no quería una gran parte de ello. A
menudo, ella no sabía muy bien qué era lo que quería, salvo que fuera lo que
fuese, yo realmente debería, de verdad, hacerlo con ella.
Más de una
mujer me ha contado un episodio en el cual su marido, vainilla en si mismo,
pero buscando el tratar de comprender la naturaleza de su necesidad sexual e
intentando ser útil, siendo además todo un hombre encantador, la ofrece darle
un spanking. Siempre es un fracaso. El problema es que ella, al no ser
obligada, no quiere estar de buen humor, no quiere que él sea un hombre encantador
con respecto a esto, ella quiere ser dominada, tanto física como mentalmente.
Es verdad que,
en ocasiones, también he recibido peticiones. “Por favor, ¿me quiere azotar?”
Dice ella elegantemente. Yo no respondo inmediatamente con una conferencia
sobre “el crimen atroz” de la parte inferior de su trasero. Pero si me obligan,
estoy seguro que le daré más de lo que esperaba. Las mujeres que piden que las
azoten, necesitan que se les de una lección, donde la duración y la intensidad
del spanking que se da, será decidido por quien lo lleva a cabo, no por quien
hace la petición. Él parará cuando crea que es suficiente.
Lo que estoy
intentando al poner al descubierto en este caso, es la paradoja que existe en
el corazón de la D/s. Ella quiere perder el control, pero quiere sentirse
segura. Ella está deseando que él la coja para lo que quiera, pero al mismo
tiempo, quiere el dolor que él le está causando. Ella lo quiere tal vez un poco
más sádico pero no demasiado. Pero, si ella es la única que está siempre decidiendo cuánto es
demasiado, entonces, ¿dónde está la pérdida de control que ella anhela?
Sospecho que es donde la habilidad del Dominante se pone a prueba, siendo capaz
de mantener estas contradicciones en su cabeza y trabajando con ellas.
Por lo tanto,
no soy sádico, pero disfruto causando dolor si siento que ella lo necesita y
nunca iré mucho más allá con una mujer que quiera más dolor del que yo pueda
ser capaz de darle. Pero mi entendimiento de una buena relación D/s es que el
dominante está siempre trabajando con la sumisa, no contra ella. Está
intentando darle lo que ella necesita, que no es siempre, quizás no tan
frecuente, lo que ella dice que quiere o lo que ella piensa que quiere. Él
tiene que trabajar en gran parte por instinto, siempre sensible a las señales
que ella da hacia fuera, pero al mismo tiempo insistiendo que se plegará a su
voluntad. Por supuesto, siempre existirán límites duros y cuando una mujer le
pregunta un tanto nerviosa, si un hombre se llamaría a si mismo un sádico, en parte,
ella quiere decir, ¿respetarás mis límites?
Y por
supuesto, si él es un buen dominante, querrá. Si usted tiene miedo que no
pueda, sea cautelosa. Pero, y aquí está la cosa, el buen dominante sabe que los
límites severos pueden resultar un desafío en última instancia, esté muy
orgullosa de superarlo con su coraje. Los límites son cosas que solucionan y,
algunas veces, para imponer, si el dominante siente que se los puede imponer.
Ella quiere que el dominante tome el control,
quiere sentirse segura con él. Es una contradicción, pero también lo son
muchas cosas en la vida.
"...está trabajando con la sumisa, no contra ella".
ResponderEliminarSuficiente ;)
Abrazo de finde.