viernes, 29 de julio de 2011

Los derechos de la sumisa

En una relación del estilo de la D/s, ¿cuáles son los derechos de la sumisa?
Algunos podrían decir que la sumisa no tiene derechos. He visto relaciones donde el dominante exigía que la sumisa le entregara todo su dinero, propiedades, etc. Todas las decisiones eran tomadas por el dominante. La sumisa podía conceder privilegios, pero no tenía derecho a nada.
Tal vez, esto funcione en algunas parejas. Pero, yo no definiría esto como una relación D/s. Más bien, yo lo llamaría una relación Maestro/esclava. Y mientras que una relación  S/m funciona por breves períodos de tiempo, pero como una estrategia a largo plazo, me parece que tiene problemas significativos.
En primer lugar, permítame ser claro al decir que no hay forma de consenso para una sumisa que renuncia a sus derechos como ciudadana. Al menos, en la mayoría de los países occidentales. Ningún tribunal de la tierra reconocería una decisión consensuada de un ciudadano para revocar sus derechos. Por lo tanto, cualquier contrato que pueda firmarse entre interlocutores que traten de hacer algo así, sería considerado nulo y sin efecto.
Además, y como mínimo, cualquier sumisa tiene el derecho a dejar la relación cada vez que ella lo quiera. El dominante responsable no puede rechazar dicha petición. Retener a alguien en contra de su voluntad contraviene toda la filosofía de las relaciones del estilo de vida de la D/s. Recuerdo que una vez, llevaba conversando con una mujer algún tiempo, procurando iniciar su entrenamiento, cuando en un momento determinado reaccionó con la emoción más que con la razón en su toma de decisión. En aquellos momentos, le aconsejé que esperase un par de días antes de hacer la solicitud. Si ella hubiera insistido, yo habría estado liberado, porque no tendría otra opción en aquellos temas. Afortunadamente para mí, decidimos no continuar.
Pero, más allá del derecho a terminar la relación cada vez que elige, ¿está el derecho de una sumisa unido a cualesquiera otros derechos? Yo diría que sí.
Como mínimo, tienen el derecho a la honestidad, la confianza y la responsabilidad de su pareja. La honestidad – que la pareja dominante no mienta. La confianza, que la pareja dominante hará lo que ellos crean que es lo mejor. La responsabilidad – que la parte dominante será responsable de la protección y mejora de la sumisa.
Como parte para satisfacer estos requisitos, la sumisa tiene el derecho a esperar que el dominante la provea de ciertas cosas. Por ejemplo, un conjunto de reglas y disciplinas que le facilitarán un marco para las conductas esperadas, con el fin de que ella pueda saber a qué atenerse. Ella tiene el derecho a esperar que estas reglas no sean cambiadas arbitrariamente, y también que el castigo por infracciones será coherente y adecuado.
Quizás, lo más importante que la sumisa tiene, es el derecho a la protección mientras ella sirva a su Amo. Protección frente a los abusos, tanto por parte de él como de otras personas. Esta protección sería tanto física como emocional, puesto que el abuso puede producirse de muchas maneras. La protección también incluiría el respeto de todos los límites que se han negociado al principio de la relación.
Finalmente, quisiera decir que la sumisa también tiene el derecho a no ser sumariamente despedida de la relación. Que el dominante no termine la relación sin darle una advertencia razonable para que ella pueda modificar su conducta o prepararse para una transición que sea inevitable.
Una relación D/s no es para quitar derechos, sino para vivir en equilibrio y armonía. Ambas partes tienen derechos en esta relación, aunque no siempre sean los mismos.

miércoles, 27 de julio de 2011

Seis de los mejores

Comienzo con ella puesta boca abajo sobre mis rodillas, sus pantalones y bragas, bajados, su culo al aire libre. La azotaba con fuerza, mucho más de lo que ella esperaba y se retorcía y gritaba un poco. Pero pronto, el calentamiento generado por el spanking empieza a penetrar y ella se crecía aún más, absorbiendo el dolor, no luchando contra él. Dejé de azotarla, sintiendo su piel caliente bajo mi mano, admirando los parches rojos en cada nalga.
“Ahora, necesitas el cinturón,” dije.
Le hice arrodillarse en la cama. Saqué mi cinturón de mis pantalones. Sabía que el sonido del mismo la haría temblar. Acaricié su trasero con el cinturón lentamente, entonces, levanté mi brazo y lo estrellé de lleno en el centro de su grupa. Ella gritaba y saltaba de una rodilla a otra. Puse mi mano izquierda en la parte baja de su espalda para mantenerla quieta. Luego, empecé a trabajar con más severidad con el cinturón. Pronto, aparecieron lívidas tiras rojas por encima de las zonas rosas de su trasero. Hice una pausa y recorrí sus ronchas con mis dedos.
Yo sabía que ella estaba al borde de su límite, pero mi sangre estaba subida y yo quería más. Quería dejarla con unas marcas que le durasen toda la semana. La hice que se hiciera una foto diaria para mí.
“Voy a terminar con la cane”, le dije.
Ella gimió. Yo sabía el efecto que esto tenía. Me dijo que era como un golpe pequeño y profundo, que cortaba rápidamente. La empujé para que ella se tumbara en la cama. Deslicé ligeramente la cane contra su culo.
“¿Estás preparada?” le pregunté.
Ella gruñó algo. Dudo que fuera capaz de hablar con coherencia. Pero, creo que sé cómo habría sonado un “no.”
“Sólo media docena,” dije. Seis de los mejores. Muy fuerte, pero voy a hacerlo rápido.
Era mi única concesión a la misericordia, esto no prolongaría la agonía haciéndola esperar en cada azote. Le gané una salida rápida, un conjunto de seis y todos en el mismo sitio. Al final, empezó a llorar y se acurrucó como una bola. La abracé con fuerza, le acaricié su pelo y besé sus lágrimas. Me conmovía siempre por el torbellino de emociones que salían a la superficie. Cuando sus sollozos se hubieron apagados, deslicé mi mano entre sus piernas y terminó. Luego, lenta y suavemente, la penetré.

domingo, 24 de julio de 2011

Muéstrame lo que tú puedes hacer...

Ella está sentada enfrente de la Webcam, desnuda de cintura para abajo. La miro durante un rato, sin decir nada. Luego la digo que vaya a buscar media docena de pinzas de la ropa. La veo volver y sentarse de nuevo.
“¿Sabes que va a pasar, verdad?”
Ella asiente con la cabeza.
“Voy a hacerte daño,” digo. “¿Entiendes?”
Ella asiente nuevamente con la cabeza. Me pregunto si, en realidad, ella lo entiende. Me pregunto si me comprendo a mi mismo. Empiezo a pensar sobre ello, pero  estoy demasiado absorto por la excitación de lo que estoy haciendo para analizarlo. Más tarde intentaré solucionarlo.
¿Por qué me gusta tanto? “Porque soy un sádico,” diría alguien. Pero esto es solamente una etiqueta, no una explicación. Y, de cualquier manera, no creo que sea verdad. Los sádicos sólo disfrutan causando dolor, y punto. Soy muy exigente. Solo quiero provocar un tipo de dolor sexual específico. No tengo interés en causarle un dolor de muelas. Solamente dolor aplicado a las partes sexuales que me atraen de su cuerpo: su culo, sus pechos, especialmente los pezones y su coño. Y solamente me gusta si ella lo disfruta también. Eso es lo que me distingue de un sádico, mi deseo de excitarla con dolor. Por lo tanto, no tengo ni el más mínimo interés de atormentar a las mujeres que no sean sumisas, que no lo quieran. Pero, si ellas lo quieren, me gusta alimentar su deseo, hacerlas querer más y más.
Por supuesto, esto plantea la cuestión de por qué, a la vez, tales mujeres lo quieren. Pero esto es un tema para otro día. Vamos a ceñirnos a lo que yo siento por mí mismo. Creo que lo que me gusta es estimular sexualmente a las mujeres. Por sí mismo, esto no tiene que involucrar ningún tipo de dolor. Puedo sentir un inmenso placer al conseguir que una mujer se corra manual, oralmente o como sea. Me gusta verla retorcerse de placer, me gusta escuchar sus gritos y gemidos, me gusta ver su pérdida de control en el momento del orgasmo. Me gusta la sensación de poder que consigo con todo eso. El poder no tiene que ser agresivo, también puede ser seductor, puede ser hábilmente generoso.
Pero, y esto es lo que me hace dominante, me gusta ver lo que es capaz de hacer, cómo ella puede soportarlo. Me gusta presionarla, ver cuánto poder tengo sobre ella, ver si yo puedo llevarla a espacios donde ella creía que nunca podría llegar. Lo que realmente me gusta es trabajar esa alquimia misteriosa donde su excitación sexual sube y su tolerancia al dolor crece y crece y el dolor se convierte en placer, de modo que ella no pueda distinguir el uno del otro. Y en ese momento, mi excitación procede de la sensación del poder que tengo, que puedo hacer con ella lo que  quiera, lo cual es liberador para mí, da riendas suelta a mi ego y, al mismo tiempo, es un sentimiento altruista, estoy asumiendo mi cargo y, también, dando demasiado. Si yo fuera un sádico, ya lo habría asumido.

viernes, 22 de julio de 2011

Yo siempre pensaba...

Yo siempre pensaba que, de alguna manera, los dominantes cogen la fusta por el extremo. Ellos tienen mucha responsabilidad. Aquellos dominantes que eligen ejercer el control sobre una sumisa fuera de la sesión, tienen una carga particularmente pesada. Tener el control sobre otra persona – no importa el nivel o lo específico de ese control – es un baile difícil. Se requiere mucha paciencia, comprensión y habilidad para controlarla.
Lo más importante de estas cosas es la capacidad de prestar atención, tener una comprensión de solo lo que le has pedido a ella. Tú no puedes decir a nadie, por ejemplo: “Te prohíbo que conduzcas tu coche el miércoles,” y luego, olvidarte y presumir que lo llevará a cabo. Tal vez… si no estás prestando atención, entonces, ¿cuál es el momento para ejercer ese nivel de control?
Deja que me acerque desde un lado diferente…camina conmigo.
Los dominantes somos como todo el mundo. Somos gente ocupada. Todos tenemos trabajos y una vida que llevar. Algunos de nosotros tenemos negocios que gestionar y familias que cuidar. Tener una sumisa complica las cosas puesto que estas asumiendo una responsabilidad adicional. Solo una cosa más que hacer, puede ser que también la agregue a la lista. Solicitar y aceptar el control de, incluso, una cosa pequeña, que además se añade a tu nivel personal de responsabilidad hacia tu sumisa. ¿De acuerdo?
Ahora, puedes estar pensando que los dominantes no están sujetos a una norma que incluya la justicia, pero debe ser si se encuentra en una relación que tenga alguna importancia para ellos. Estoy hablando de demandar relaciones consistentes, no aquellas para jugar a la luna azul de una manera casual. Mi opinión es que al pedir algo significativo a tu sumisa, cuando no eres capaz de ofrecer orientación o apoyo y, entonces, no prestar atención o apreciar realmente lo que le has pedido, no solamente estás creando un cierto nivel de fracaso y decepción, sino que también estás saboteando tu propia relación con ella. No estás construyendo confianza. O fe. O alimentando su nivel de sumisión hacia tí. Y, ¿quién necesita eso?
Aquí está el problema: No es justo pedir a una sumisa que ceda el control de incluso una cosa menor y, luego, no hacer el seguimiento de cualquier cosa que le hayas pedido a ella. Y peor, no es justo que una sumisa haga una petición que afecte a su vida diaria y, luego, alejarte de ella – durante unos pocos días, una semana, dos semanas. No estoy hablando sobre algo tan simple como alejarte todas las noches del plato de helado de crema de chocolate de tu sumisa. Estoy hablando sobre tomar el control de cosas que son importantes para ella (no que el helado de crema de chocolate no lo sea) y que el impacto en el día a día de su vida, la felicidad y la satisfacción general en su sumisión hacia ti. Eso es una gran cosa, dominantes, y tú te has asignado a ti mismo un nuevo nivel de responsabilidad.
No es que esto me haya sucedido, claro está. Es algo que me vino a la cabeza hoy.

martes, 19 de julio de 2011

Deseo y entrega

El deseo es un demonio que domina su voluntad, cuando se sienta en la inocencia para contemplar las columnas de la realidad.
Agarrándose  a su vientre, impotente ante el poder del azar de la lujuria, suspira y el dolor, al pellizcarle sus pezones, la sorprendió.
“Ten piedad, ¡oh, verdugo fantasmal!
Toma forma.
Sé duro,
Rápido,
Táctil
Presencia.
Hazme creer
Que las manos que vagan por  mis pechos
 Son las tuyas.
Que me inflaman.
Los labios entreabiertos.
Que esos no son mis dedos frenéticos
Serpenteando por debajo de mi falda.
Róbame
Que me rendiré.”
Ella me declaraba su deseo…y su entrega…

domingo, 17 de julio de 2011

Cambiando por sí misma

“Alguien escribió que, “… cuando una mujer cambia por sí misma para su hombre, se está devaluando a sí misma, etc…” y me di cuenta que eso era lo que yo siempre había pensado. En el transcurso del frecuente y agotador tira y afloja con mi marido, me preguntaba enfadada conmigo misma: “¿Por qué él no puede aceptarme como soy? ¿Por qué quiere que yo cambie?”
Entonces, descubrí que, en realidad, mi marido y yo habíamos estado jugando a tener una relación de plena subordinación a él durante años y me dí cuenta que las veces que yo había sido más feliz, fueron cuando me había hecho sentir de verdad. También me di cuenta que mi marido quería que yo cambiara mucho, justo las cosas de menor importancia. Que no sería el fin del mundo, si yo me diera una oportunidad.
Empecé a preguntarme si cambiando por mí misma, solo un poco, para hacer a mi marido más feliz, pudiera hacerme también más feliz. Tal vez, sería mejor seguir manteniendo la línea de las mismas cosas que nosotros habíamos estado conservando desde que nos casamos. Y, ¿si lo intentaba y veía si funcionaba o no? Así pues, lo intenté y descubrí, para mi asombro, parecía funcionar.
Descubrí que era más agradable hacer lo que mi marido quería que yo hiciera que discutir con él al respecto. Esto no solamente hizo que me sintiera más tranquila y feliz, sino que era increíblemente hasta más sexy. Me pareció increíblemente perverso que yo, una individualista rampante que siempre había odiado que  alguien me dijera lo que tenía que hacer, debiera actuar de esta manera. Pero yo, sí. Me parece bastante fácil (la mayoría de las veces) hacer lo que él me dice y esto hace que todo sea mucho más fácil para que él pueda mantener también su carácter dominante.
Para nada, me siento disminuida ni subvalorada por tener que cambiar por mí misma un poco para acomodarme a las exigencias de mi marido. De hecho, me siento mejor, más feliz, más pacífica y serena. No quiero más ningún pollo traumatizante con él y destrozar las experiencias emocionales entre nosotros. Quiero paz y me parece que, en general, la tengo o la voy a conseguir.
Sé que todo esto es bastante difícil visto desde fuera y, tal vez, esta manera de entender la relación con mi marido no valga para todo el mundo. Aunque parezca extraño, para mí, sí vale…
Su blog me ha animado a efectuar el cambio en mi vida. Ha sido mi guía e inspirador para romper la monotonía en nuestra relación y vivir otras realidades que nos enriquecen tanto a mi marido como a mí. Me siento orgullosa de ser su sumisa y a él lo veo plenamente realizado como mi Dominante.
Le doy las gracias por la riqueza y el sustento emocional que me ha aportado…”
Acabo de recibir este mail anónimo y, por su sinceridad, lo público.

viernes, 15 de julio de 2011

El sexo como comunicación

Cualquier pareja madura responsable que haya superado algunas tormentas (y tal vez, algunos fracasos de relación) sabe que el sexo no puede ser la cruz de la relación. Por muy maravilloso que el sexo pueda ser, (y el hombre, puede ser maravilloso), ciertamente, no existe una manera factible de ser un peluche las veinticuatro horas del día…

De acuerdo, tal vez no… pero, tú entiendes lo que digo, ¿verdad? Cuando se llega a la D/s, todos necesitamos establecer un equilibrio que funcione para nuestra específica relación. Una especie de fórmula que ayude a asegurarnos una felicidad duradera. Además de la mentalidad de mamar, las sesiones de sexo sobre la punta de los pies y de dominación y sumisión que harían sudar al elenco de los protagonistas de las páginas porno a través de sus cueros, también podemos necesitar cuidados, realización personal y profesional, espacios de tiempo, unión familiar, viajes y exploración… la lista puede ser interminable. Sin embargo, en el fondo de todo esto, es necesario que exista una sólida base de comunicación y entendimiento. Sí, es posible que haya hecho referencia en algunos de mis artículos a la comunicación, pero, en defensa propia, yo estaba teniendo problemas con el uso de la comunicación (o falta de la misma) como un cajón de sastre manoseado, pseudoanalítico para los problemas de la relación más que con la comunicación en sí misma. Pero, estoy divagando.

El objetivo principal de este artículo es para ver el sexo como una herramienta de comunicación no verbal para las parejas. Mi inclinación es creer que las parejas de la D/s tienden a usar el sexo para la comunicación más a menudo y con más eficacia que las parejas vainillas.

Esta conclusión está basada sobre el supuesto de que, generalmente, las relaciones D/s evolucionan bajo parámetros sexuales mucho más estrictos, explícitos e intensos. Independientemente del momento en que el aspecto de la pareja entre en escena – algunos inician una nueva relación con el pleno conocimiento de que están entrando en una relación D/s y, sin embargo, otros descubren sus inclinaciones dominantes o sumisas más tarde en la vida e intentan ajustar sus relaciones en consecuencia – el sexo y la comunicación de los deseos de uno nunca están muy alejados de la imagen. Pero, la cuestión permanece… ¿puede el sexo por si mismo ser usado para comunicarse o es un producto de comunicación verbal exitoso fuertemente relacionado entre la pareja? Echemos un vistazo a un par de ejemplos.

Todos hemos oído hablar del maquillaje del sexo. Esto está muy extendido en el mundo vainilla. El argumento ha desaparecido, tú estás dispuesto a ceder en algunos temas, ambos habéis hecho algunos comentarios que queréis tener olvidados, “lo siento” de algunas parejas avergonzadas son intercambiados…y antes de que lo supieras, os estáis rasgando las ropas el uno al otro y vais de viaje con vuestra vida en la mochila. Incluso los centros comerciales y los parques de atracciones no cuentan en esta acción mucho más. Por lo tanto, ¿qué ha sucedido ahí? La comunicación a través del sexo. Como norma, puede ser difícil para nosotros admitir que estamos equivocados y afrontar las terribles cosas que hemos dicho o hecho. Hay ciertos factores inefables e intangibles en una relación en la cual la comunicación oral no puede tender un puente. Pero, cuando ambas partes golpean el umbral del dolor y luego lo presionan más allá para encontrarse a sí mismos de nuevo, el maquillar el sexo puede ser la manera más efectiva de cerrar la brecha entre ambos y avanzar juntos. Sí, todavía pueden existir algunos sentimientos heridos, pero el sexo por sí mismo como una herramienta de comunicación permite a ambas partes saber que están en el camino para ir más allá de la discusión.

Para mi segundo ejemplo, me gustaría echar una mirada a alguna comunicación sexual desde una perspectiva de la D/s (y principalmente desde la de un Amo y mi perspectiva, aunque estoy seguro que muchos de vosotros no tendréis problemas en identificarlo). Se  revuelcan en la luz de la mañana. Antes de decir una palabra, él está encima de ella, forzándola a su manera. Duele tan profundamente que las sensaciones bordean un agudo placer. Aquí es donde los dos necesitan ser… aquí es donde los dos se pertenecen. El sexo como el gran comunicador una vez más ha hablado alto y claro – “Tú eres mía para hacer lo que yo quiera.” Cuando  una mano la agarra por la garganta y la otra tapona su boca y su nariz, el mensaje es aún más claro – “Todo lo que tú tienes y todo lo que eres, me pertenece, incluso el aire que respiras. Nunca sabrás el momento en que no eres realmente mía.” Es difícil discutir con este tipo de comunicación… y me encanta “oírlo.”

Aunque, me temo que la pregunta sigue siendo… ¿Es el sexo por sí mismo (en todas sus manifestaciones) una herramienta de comunicación de la que podemos depender? O, ¿es que no somos capaces de compartir una comunicación no verbal a través del sexo porque hemos verbalizado previamente nuestras necesidades, deseos, miedos y anhelos?

Por desgracia, en este momento, no tengo una respuesta para usted… esto es una especie de “alimento para el pensamiento” en el blog. Gracias por hacer todo el camino a través de este post, un tanto difícil de manejar. Me encantaría escuchar algunas de sus ideas al respecto…si las tienen, claro.

miércoles, 13 de julio de 2011

Se casó con...

Tengo un par de amigas sumisas cuyos maridos no pueden comprender sus necesidades. A una de ellas, le encantaría que su marido la azotara, pero al tener la digna actitud de que la violencia hacia las mujeres está mal, simplemente, no se atreve a hacerlo.
Ambas sumisas han luchado con la forma de satisfacer sus propias necesidades, a la vez que mantenían sus matrimonios. Ambas han encontrado una cierta satisfacción con relaciones vía Internet. Pero, ambas anhelan también relaciones reales. Una puede haberse embarcado en una aventura – lo cual podría ser como poner su matrimonio en peligro. La otra, creo que a veces, ha estado dolorosamente tentada. Por ahora, aunque ella tiene un dominante online aparte, siente un gran vacío en su vida.
Tengo un amigo cercano que también está casado con una mujer que estaría horrorizada si se enterara de este aspecto de su vida. Así que tiene relaciones online y encuentros secretos.
Hay muchas personas que sueñan con relaciones felices al igual que, otras muchas que leen este blog, disfrutan…

domingo, 10 de julio de 2011

Lengua atada

“De verdad, ¿quieres hacerme tu sumisa?” Me preguntó ella.
“Demuéstrame lo que quieres,” le contesté.

Entonces, átame a tu lengua.
Construye encima una red de pequeños
Lametones y besos y
A través de mi paisaje de montañas
Y valles. Sube las pareadas
Colinas de mis tetas, hundiendo tus
Dientes en mis destacados pezones
Para no caer en
Un vértigo de lujuria. Deja un
Lazo de saliva y continúa
Con tu camino rapaz.

Deslízate
Por la pendiente y paséate sobre
Mi vientre, dejando de rodear mí
Ombligo vacío. Toma el
Zigzagueante camino de mi vientre,
Encerrando todo en tu red de saliva,
Solo para hacer una pausa
Y sonreír
Al llegar a la orilla del césped rojo.

Para agradarte, es un camino muy corto.
Estás invitado a esta invasión. Entierra
Tu nariz en lo que una vez fueron rizos
Luego continúa hacia la fuente.

Ahora,
Suspira profundamente,
Haciendo una pausa
En la orilla.
Empuja, tu lengua
Con ambas embarcaciones y remos,
Explora profundamente en
Tu Guadalquivir, mostrando
Las delicias nativas sobre la marcha.
Nunca se secan, el río inunda
Y crece, y te levantas,
Con dificultad y urgencia, a medida que
Bebes, y te hundes bajo su deseo de poseerte.

Y tú me posees. Tu nombre
Es garabateado en el delta
Mucho antes que tú plantes tu
Vástago, y reclames esta tierra como tuya.

El coño de mi Amo
Grabado en todos los mapas antiguos.

Regresamos ahora al muelle, ajuste
Difícil en el poste del clítoris, y
Empuja tus dedos profundamente en
El arroyo que corre. Chupa, ahora,
Toca, lame, chupa, bebe, me diviertes
Con la punta de tu lengua,
Haz de mí una comida de seis platos
No hay prisa, te lo ruego.
Me haces rogártelo.
Y luego, mientras oyes mi desesperación
Pidiendo a gritos la liberación, cuando tú
Sabes que soy tu prisionera, solamente
Entonces, como si justo te ocurriese a ti,
Presentas la opción:
 “Gatita, ¿quieres correrte?” le pregunto.
Y cuando me dice: “Oh, sí, por favor, mi Amo, por favor… Por favor, déjeme que me corra, por favor,… no puedo aguantar más,… me duele de no correrme, por favor,… soy su gatita, soy su sumisa,… mis orgasmos son suyos, por favor,… por favor, tenga piedad de mí y concédame solo que…”
A continuación, saco mi cabeza de entre sus piernas, levanto mi mano y agarro su pelo enredado, miro fijamente a sus ojos desesperados y le digo:
“Contaré regresivamente desde diez. Y si no te corres, cuando llegue al cero, te azotaré con la fusta tan fuerte, que lo trabajarás de pie durante una  semana,” le digo.
Retorcerás mis pezones brutalmente
Me follarás con tus dedos
Continuarás con tus sádicas amenazas
Y de una vez, me correré.
De una vez, seré tu sumisa…
Acéptame…
 Me decía ella…

jueves, 7 de julio de 2011

Demuéstrame lo que sabes hacer

Estamos sentados en lados opuestos de la sala. Miro hacia arriba, cierro los ojos y mantengo su mirada.
“Quítate los vaqueros,” le digo.
Ella se levanta, se retuerce para quitarse los pantalones y se vuelve a sentar.
“Ahora, las bragas,” le digo.
Ella las desliza hacia abajo y las arroja a un lado.
“Abre tus piernas,” le ordeno.
Le digo que puede tocarse un poco ella misma. La miro durante varios minutos, esforzándome, mientras espero. Quiero que esté preparada.
Al final, hablo yo. “Vamos, ven aquí y muéstrame lo que puedes hacer con tu coño.”
Durante un momento, hace una pausa, decidiendo exactamente cómo jugar. Luego, camina por la habitación. Ella está de pie ante mí en el sofá, dominándome mientras me siento. Ella me empuja, poniendo el coño en mi cara, manchando con su humedad mis mejillas, mi nariz y mi boca. Ella aplasta su clítoris contra mis labios, abro mi boca, lo succiono un momento antes de que ella se aleje. Se deja caer de rodillas y rápida y eficientemente, me quita los pantalones y los empuja hacia abajo, incluyendo la ropa interior.
Mi polla ha surgido a la vida y ella la agarra, poniéndosela en la boca de su coño y metiéndosela poco a poco. Cuando está totalmente dentro, siento que su coño se aprieta, agarrándola. Ella empieza a moverse arriba y abajo, follándome despacio pero con firmeza. Aunque, no dudo que a ella le guste lo que está haciendo, siento que se está concentrando más en mi placer que en el suyo, ajustando el ritmo de sus impulsos, lo suficientemente lento para burlarse de mí, pero lo suficientemente rápido para provocar mi deseo. Pero, por fin llega el momento, un momento indescriptible, de un placer insoportable. Mi polla estalla y golpea su interior y siento que su coño está ordeñando mi leche, sacándola de mi cuerpo.
Ella sonríe. Sé que está orgullosa de poder llenarme con tanta lujuria abrumadora.
“Buena chica,” le digo.

lunes, 4 de julio de 2011

Preguntas, preguntas...

El primer encuentro es sólo para hablar y construir la confianza. No hay sexo, salvo en la cabeza. No hasta un encuentro posterior donde hacemos las cosas que hemos hablado. Y entre los dos encuentros, que pueden ser días, semanas o incluso meses, ella pasa el tiempo con preguntas. ¿Qué quiero que ella haga? ¿Qué llevará puesto? ¿Cuánto de esto he hecho antes? ¿Puede ella tener una palabra de seguridad? ¿Qué equipo llevaré? ¿Practicaré sexo seguro? ¿Y si ella tiene los pies fríos?
De una manera u otra, hay una pregunta que ella conserva para sí. “¿Qué pasa si yo no puedo aceptar,” dice ella, “las cosas que usted quiere que haga?” “¿Y si es demasiado?” Ella quiere garantías de que yo no voy a ir demasiado lejos.
Tengo varias maneras de responder a estas preguntas. En primer lugar, yo digo que es por eso por lo que estamos hablando, para llegar hasta donde yo sé, empieza a confiar en mí. Descubre, con suerte, que no soy un bruto o un psicópata, sino un hombre que le gusta el spanking. Como a usted mismo le gusta, digo, o de lo contrario no estaría aquí sentada conmigo.
En cualquier caso, le digo que no tengo interés en aterrorizarla. Si es bueno, y estoy seguro que lo será, quiero hacerlo de nuevo. Por lo tanto, necesito la primera vez para ir bien. Y, digo, he hecho esto antes. Creo que puedo decir  si una mujer está en peligro, si ella está consiguiendo mucho. Y si, de verdad, quieres parar, paramos. Por supuesto, puedes tener una palabra de seguridad, pero no creo que sea necesario. Pienso que puedo decirte cuando no significa no.
Pero, digo, y esta es la razón después de todo, no se trata de que yo haga exactamente lo que tú quieres. Eso no es ser sumisa. Se trata de hacer lo que yo creo que necesitas y esto no es la misma cosa. Soy el único que hace lo que yo quiera. Tú eres la única que me permites hacerlo. Esto es lo que realmente quieres, ¿no? El problema es que te asusta un poco.
Tienes que aceptar, digo, que yo voy a llevarte más allá de tu zona de confort. De lo contrario, no tiene sentido. Ahí es donde está la emoción, el ponerte tu misma en la zona de poder de otro. Y tienes que aceptar tu misma que ponerte en la zona de poder de un hombre que no conoces muy bien, nunca puede ser una actividad totalmente libre de riesgos. Tienes que tener una oportunidad.
“Oh,” dice ella. “Pero seguirás hablándome, ¿no?”
“Por supuesto,” digo. “Quiero conocer cómo te está afectando todo el tiempo.”

viernes, 1 de julio de 2011

En el culo

Estamos desnudos en la cama. La giro sobre su vientre. Le digo, no por primera vez, que tiene un culo precioso. Lo acaricio lentamente, disfrutando del suave calor de su piel bajo mis dedos. Gentilmente, amaso su carne firme. Luego, empiezo a besarla, pequeños besos como plumas sobre su grupa. Con mis manos, separo sus nalgas suavemente y planto un beso en su ano. Ella hace un ruido leve e inconcreto en la parte trasera de su garganta e intenta zafarse, pero la cojo firmemente y la beso de nuevo. Poco a poco, rodeo el pequeño y arrugado orificio con mi lengua, lo rodeo y rodeo. Intento presionar la punta de mi lengua dentro del mismo, pero es demasiado suave. No importa. Lo sigo bordeando y puedo sentir que se dilata mientras los músculos se relajan. Cerca de la mano, he puesto un tubo de lubricante y pongo un poco en la punta de mi dedo. La oigo respirar mientras aplico la crema lubricante, mi dedo entra dentro de ella. Pongo un poco de más lubricante y sigo trabajando su ano. Mi dedo, ahora entra y sale, presionando el estrecho y pequeño aro de su entrada, encontrando espacios más amplios dentro de ella. Más lubricante. Ahora, consigo tener dos dedos dentro de ella, abriéndolo con suavidad. Ella gime, pero no intenta alejarse.
Deslizo mi otra mano bajo su vientre, entre sus piernas, curvando mis dedos dentro de su coño. Ella está muy húmeda. Extiendo sus jugos por su clítoris. Ya está hinchado. Mi dedo medio está presionando contra ella y esta empieza a acariciar su clítoris arriba y abajo. Sé que si el persiste haciendo esto mucho tiempo, se correrá. ¿Se lo permitiré? Decido que ello la ayudará a relajarse incluso, más y así pues, empiezo a susurrarle en su oído, palabras lascivas, bordeando sus fantasías con un tono melífluo…
“Córrete para mí,” murmullo y ella lo hace. Como su orgasmo palpita, puedo sentir mis dedos aprisionados fuertemente en su ano. Cuando ella está nuevamente relajándose, empiezo a moverlos una vez más, dentro y afuera.
“¿Quieres tener una polla dentro, verdad?” le pregunto.
“¡Oh, Dios, sí!” dice ella.