El deseo es un demonio que
domina su voluntad, cuando se sienta en la inocencia para contemplar las
columnas de la realidad.
Agarrándose a su vientre, impotente ante el poder del
azar de la lujuria, suspira y el dolor, al pellizcarle sus pezones, la sorprendió.
“Ten piedad, ¡oh, verdugo
fantasmal!
Toma forma.
Sé duro,
Rápido,
Táctil
Presencia.
Hazme creer
Que las manos que vagan por mis pechos
Son las tuyas.
Que me inflaman.
Los labios entreabiertos.
Que esos no son mis dedos
frenéticos
Serpenteando por debajo de mi
falda.
Róbame
Que me rendiré.”
Ella me declaraba su deseo…y su
entrega…
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