martes, 27 de septiembre de 2011

Un lugar tranquilo

Le pregunto a ella cómo se siente al estar atada, con los ojos vendados e inclinada a mi voluntad en cuerpo y alma.
Le pregunto de una manera provocadora, casi gruñendo, buscando despertar la memoria de lo que ha pasado y para empezar algo similar de nuevo.
“¿Cómo te sientes? ¿Qué pasa por tu cabeza cuando la sientes dura, áspera, exigente, indefensa y sometiéndote a mí con los labios temblando?”
“Me siento tranquila y en calma,” contesta ella.
Esta no es la respuesta que él esperaba.
Ella está normal…ummm…y no habla en el dormitorio. Ha sido entrenada por su Dominante para hacerle saber si le gusta lo que ella están haciéndome – y, por lo tanto, lo hace (temprano y con frecuencia…justo como votar) Es un ejemplo de cómo al acomodarse al deseo de su Dominante, puede fácilmente deslizarse a la parte de su propio repertorio sexual. Gime. Grita.
Cuando el antifaz se asienta sobre sus ojos, bien podría ser como una mordaza en la boca. Está callada.
No hablando verbalmente, sino con la mente.
No va a callarse intencionadamente o a propósito; es solamente un reflejo de la profunda quietud – una suave quietud de los pensamientos  violentamente rabiosos del día, de la vida, del trabajo, del hogar y de la casa.
Ella puede tener miedo – miedo realmente de lo que yo voy a hacerle a continuación o cómo pueda picarle cuando la azote – pero, sólo se escapan suaves jadeos de sus labios.
Su cuerpo es agua en su corriente, fluye donde yo quiero. Algunas veces rápidamente, otras veces es un goteo lento.
Es el sexo. Es mi dominación. Es su sumisión. Es profundamente perverso y frecuentemente violento. Pero, también es meditación. Es mental y la mente tranquiliza al alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario