sábado, 30 de septiembre de 2017

Es más que hermoso

¡De rodillas!

Esta frase, de por sí misma, ya es deliciosa, pero las consecuencias de la misma, viniendo de una sumisa que está dispuesta a asumir su postura de sumisión ante usted, no sólo es hermosa de presencia, sino enormemente mágica.

Esto no quiere decir que sea inexplicable o una creación de posiciones, sino que está más allá de lo bello, porque está más allá de la estética. En un intercambio de poder sano, consensuado y mutuamente beneficioso, es el fundamento de todo lo que es bueno en su dinámica.

Es significativo y tiene un objetivo, tanto mental como físico. En primer lugar, porque da nacimiento a una realidad física del poder que se intercambia. Porque es él quien está de pie, es móvil y tiene tiene una clara visión de la situación. Luego está, quien está arrodillada, inmóvil y que su visión se ha reducido a tener que mirar hacia arriba para tener  un contacto visual y poder sentir el poder de ambos y la gravedad en sí, manteniéndola en su lugar. De rodillas y lista para servir.

Una vez que la realidad física penetra en la mente, pinta una imagen mental para la persona.

El dominante, de pie, alto y con una nueva responsabildiad por su sumisa, que está literalmente de rodillas para él. La energía que crea es tangible y permite al dominante involucrarse más, que exhiba su dominación y permita que su sumisa se sienta cómoda, segura y útil en su sumisión. Todo se deriva de un gesto que crea una realidad.

La sumisa, de rodillas y vulnerable al poder de su dominante. Esa vulnerabilidad y confianza asociada mentalmente crea una mentalidad sumisa, que es más pronunciada cuando ella la experimenta de rodillas. Porque nos adaptamos mentalmente a nuestras situaciones y limitaciones físicas. Es por eso que, cualquier cosa que hagamos en la D/s puede crear un efecto dual. Obviamente, afectará primero al cuerpo físico, pero con el contexto, el propósito y el ambiente, contara una historia y creará una respuesta emocional profunda, también muy profundamente.

La base de este tipo de experiencia puede empezar con una simple orden, diciéndole que se arrodille. Un acto simple.  Porque no hay nada emocional o filosóficamente simple en ello.

Existe un gran poder al arrodillarse por alguien y conseguir que alguien se arrodille por ti. Ese poder se está intercambiando de una manera muy visceral y real en este caso.

Cuando esto sucede y la veo abajo, arrodillándose y siendo obediente, ella nunca es más hermosa, nunca más impresionante. Ella es mía en ese momento y, en ese mismo momento, me hace mirarla no sólo como una mujer hermosa arrodillada, sino como alguien que me respeta y confía explícitamente en mí con todo su ser.

En realidad, eso es más que hermoso, es la magia de ser honesta.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Usted puede ser...

“¿Puede ser usted cruel?” Pregunta ella. 
Puedo ser cruel, pero mi crueldad no es mi recompensa. Mi recompensa es tu satisfacción al recibir lo que con tanta fuerza deseas.

“¿Va a hacerme daño?” Ella quiere saber.
Te lo haré puesto que deseas que te lo haga. Seré comedido al aplicar el dolor, te llevaré más lejos de esos lugares que deseas explorar. Es decir, más allá de la profundidad de tu mente y la oscuridad de tu anhelo.

“Usted es muy amable. ¿Puede usted realmente cogerme?” Le pregunta cortésmente. 
Mi bondad es acariciarte. Es mi verdadero yo, pero no me impide cogerte, sino que también me permite guiarte y comprenderte, mimarte y protegerte.

“¿Sabré que usted es mi Dominante y mi sádico?” Ella consulta. 
Puedes estar segura de que lo sabrás. La maestría es de mi corazón, mi dominación es como soy y mi sadismo es lo que buscas. Por lo tanto, desearás estar conmigo.

“¿Podrá usted cogerme?” Ella pregunta con picardía. 
Puedo correr, puedo buscar, puedo mantener, puedo frenar, puedo atar y puedo vendar. Por tanto, podré cogerte.

“¿Podrá usted hacer que le obedezca?” Su ego la obliga a preguntar. 
No vas a desear otra cosa que obedecerme. La aquiescencia de tus palabras caerá de tus labios libremente, tal como serás llevada al lugar donde sabes que tienes que obedecer.

“¿Dónde está ese lugar?” Su curiosidad le puede. 
Es nuestro alfa y nuestro omega. Es nuestro principio, está allí para nuestro fin. Es un
lugar de luz y oscuridad. Es un lugar de realización y amanecer, un lugar de aceptación y entrega. Es un lugar donde encontrarás el poder y donde lo perderás. Es un lugar donde nuestros ojos se encontrarán y sabrás que estás en él. No existe, pero será real para ti y para mí. Es un lugar que lo conoceremos cuando lleguemos allí. Es el lugar donde vas a decir: “Sí.”

“¿Es usted mi Dominante y mi sádico? Ella se pregunta a sí misma
 
Si lo deseas, entonces, lo seré.

Sumisa, por Odalisca

Leyendo L’Odalisque, encontré esta cita:

“Si una mujer no es sumisa a un hombre, no es porque carezca de la habilidad para someterse, más bien, porque carece de la habilidad para crear un lugar en su corazón y su mente para ponerse de rodillas.” L’Odalisque.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Me encanta hacer daño a las mujeres

Me llevó muchos años, desde el momento que le hice daño a la primera mujer que azoté y que me ayudó a introducirme en el spanking, hasta el punto de ser capaz de aceptar que eso estaba bien. Unos años después, cuando tuve el primer placer de atar a una mujer y hacerle marcas y moratones con la mano, recuerdo con mucha claridad que no era sólo la naturaleza eléctrica del momento o mi necesidad ardiente y animal de hacerle daño, lo que lo hacía tan atractivo. Fue cuando la azoté y la forma en que ella reaccionó, como si fuera exactamente lo que ella necesitaba. Eso lo hizo tan increíble, que fue un momento que nunca olvidaré.

Pero, yo era joven y no sabía cómo procesar las sensaciones de hacer daño a alguien que me importaba. Quien me conoce, sabe que soy respetuoso y un caballero. Incluso ahora, como Dominante ya crecido, todavía soy muy sensible. Aunque esto pueda parecer un obstáculo para ser un hombre Dominante, lo poseo y trato de incorporarlo naturalmente a mi estilo de dominación sensual, pero sádica.

Pero, hace ya algunos años, no sabía cómo hacerlo. No sabía cómo cuidar y lastimar. Cómo ser respetuoso y dominar. Cómo querer ser amable con alguien en un momento dado y hacerla llorar castigándola con mi mano en el siguiente. De alguna manera, me sentía mal o confuso. Ésta era una edad antes de la vida fetal y las únicas imágenes que veía en la cultura pop sobre la D/s, fueron las de la mujer dominante. Era una venta fácil, porque venderse como un hombre sádico, se acercaba a la violencia de género para que la cultura pop lo celebrara y comercializara.

Así pues, me pasé algunos años explorando, de vez en cuando, la D/s como Dominante. En ese tiempo, tuve sesiones durante un puñado de veces y cada vez lo odiaba después y me sentía confundido. Aunque, en aquel entonces, yo pensara mucho sobre la D/s, no me estaba permitiendo a mí mismo satisfacer mis necesidades sádicas y dominantes y las estaba reprimiendo, hasta tal punto que, cuando toqué fondo, lo sentía de una manera incómoda y antinatural. Incluso, al margen de las definiciones del estilo de vida, no soy una persona sumisa, ni dentro ni fuera del dormitorio.

Cuando tuve mi primera sumisa, empezó a crecer mi actitud, cuando se trataba de hacer lo que quería, en cuanto a ser la persona que yo quería ser. Empecé a ser mucho más dominante con las mujeres y con aquella sumisa, dentro y fuera del dormitorio. No llegamos a vivir el estilo de vida per se, pero la perversión y las sesiones primarias estaban plenamente integradas en nuestra vida sexual. Ella abrazó mi necesidad de hacerle daño durante el sexo y le hice sentirse increíblemente amada. Aunque ella no era tan abierta de mente, como me hubiera gustado, las puertas que abrió en mi mente me han llevado a algunos lugares maravillosos. Ella me animó y permitió que me convirtiera en quien ahora soy. Fue gratificante abrir los ojos, porque, mientras una sumisa anterior abrió la puerta, esta sumisa me llevó profundamente a los pasillos de las regions oscuras de mi alma y me dejó mirarme a un espejo y darme cuenta. “Estoy bien, de acuerdo,” me dije. No soy una persona mala o malo porque disfrute de la violencia en mi vida sexual. De hecho, ante sus ojos, me hizo un follador impresionante.

A lo largo de mi vida, he tenido la oportunidad de reunirme y tener sesiones con algunas mujeres increíbles que me han hecho saber que ser sádico no es nada malo. Siempre que comuniques tus necesidades y tomes tantas precauciones de seguridad como puedas y humanizar, no solo a tí mismo, sino a la persona que estás azotando y que está de acuerdo, puesto que ella necesita lo que tú necesitas hacer.

Porque, para mí, mi sadismo es solo una parte de lo que hago como dominante. Es una parte importante para mí, pero la razón por la que disfruto tanto azotando a una mujer, es para tener esos momentos de vulnerabilidad y cuidar de ella después de haber alterado su estado de ser y que me necesita más que nunca. Esa es la mayor belleza que viene de todo ese dolor, es el vínculo y compartir algo, que ambos tenemos que soportar para crear. Eso es increíble, eso es intimidad.

Por lo tanto, sí, me encanta hacer daño a las mujeres. Escribir y decir que ahora se siente hermoso y natural. Por supuesto, hubo un momento en que me hizo sentir como un monstruo, pero ahora, me hace sentir como un hombre que ha querido convertirse. Estoy contento de que haya un mundo en el que no solo se acepta, sino que sea apreciado por alguien con quien estás en una relación íntima, cuando necesita recibir el dolor que estás dispuesto a dar.

Ese es el tipo de mundo que disfruto, esa es la relación que necesito. Quería dar las gracias a alguien de por ahí, que llegué a conocer y me permitió  comprender la profundidad de la belleza de este estilo de vida. Gracias.

Me encanta azotar a las mujeres, y estoy de acuerdo, si tú también lo estás.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Responsabilidad, consistencia y honor

Un Dominante, un top, o cualquier otra etiqueta dominante que elijas encarnar en este estilo de vida, conlleva algunos rasgos subyacentes, cualidades y atributos, que necesitan estar allí, para hacer que el título que llevas, lo sienta real la sumisa que te está siriviendo.

Responsabilidad: 
Cuando estoy en el trabajo, soy responsable de aquellas personas que trabajan bajo mis órdenes y de la totalidad del trabajo que necesita ser acabado, está bajo mi alcance. Incluyendo cualquier trabajo que realicen, está bajo mi vigilancia y responsabilidad para asegurarme de que se hace correctamente. Lo mismo ocurre en una relación D/s. Si mi sumisa está fastidiando o fallando, es porque no estoy haciendo un buen trabajo al dirigirla. Y adivine qué, cuando pienso en cualquier transgresión, siempre se correlaciona conmigo, al no estar en el estado mental adecuado con el fin de guiarla e inspirarla. Es curioso cómo funciona esto.

Es por eso, el que la mayoría de las sumisas que entran realmente en una relación D/s quieren servir y están en un estado variable, naturalmente sumiso, claro. Pero, en verdad, buscan inspiración y un camino a seguir por pura necesidad interior. Es por eso, que ellas desean a aquellos que son de naturaleza dominante. Tú no ves a dos sumisos tratando de servirse el uno al otro (que suena sexy como el fornicar, pero, si estuvieran desnudos).

La D/s es una asociación, que bebe de ambas partes para equiparar una dinámica rica y significativa. Pero no se equivoquen, el Dominante es el capitán e, incluso, siendo de las maneras más sutiles, la personalidad de la sumisa va a seguir hasta cierto punto y si la relación va a seguir funcionando, el capitán debe asumir la responsabilidad, a veces, y asegurarse de que se mantengan en el rumbo de la ruta acordada. Nadie quiere acabar naufragando en una relación.

Consistencia: 
Mi sumisa podría presumir en ciertos momentos de lo maravilloso que soy y qué gran Dominante soy, y luego, en otras ocasiones, sí, pero no tanto. ¿Es por que me he convertido en una persona diferente? No, es porque soy inconsistente con lo que hago desde mi disposición general ante la forma de hacer cumplir los protocolos. La inconsistencia destruirá una relación D/s más rápidamente que yo pueda destruir unas nalgas delicadas con una paleta kapow.

La D/s trata sobre la estructura. Se trata de entender y definir expectativas claras y definidas. La inconsistencia es el talón de Aquiles de un intercambio de poder que funciona.

Esta funciona en ambos sentidos. Es imprescindible ser consistentes y considerados entre sí, porque, incluso, si te sientes fuera de lugar, tienes que aparecer y estar a la altura de la dinámica, porque es mucho más que sólo tú, dado que debes contar que dependes de tu pareja. Por supuesto, surgirán múltiples circunstancias que harán que la aparente exhibición del intercambio de poder se ponga en pausa, pero durante las luchas diarias que puedan dificultar nuestras capacidades de liderar o servir, debemos impulsarlas para mantener la base de la dinámica.

Honor:
Hay algo sagrado al asumir las responsabilidades de otra persona. Ya sea durante una sesión, una aventura puntual o una relación. Es un honor ser honrado con la confianza de alguien que esté dispuesta a servirte y explorar algo arriesgado e intenso bajo tu guía.

Esa confianza siempre debe ser honrada y siempre debe proyectarse hacia fuera por el bienestar de la sumisa, ya sea mental, física o emocionalmente. Espere y exija que honren también su dirección. Pero hay algo más importante aún, el Dominante necesitará inspirarlas para que justo hagan eso.

Cuando se honra y se asume la responsabilidad de una sumisa, de una manera consistente, no se puede predecir qué grandeza podría surgir de semejante conexión. Pero cualquier cosa que venga de ella, y de cualquier duración, será siempre algo especial, porque cuando tienes todo eso en un intercambio de poder, ¿cómo no va poder ser?

viernes, 22 de septiembre de 2017

Uvas

Cuando entramos, el vagón restaurante del tren estaba bastante lleno. Una pareja joven hace un gesto para que nos uniéramos a su mesa y ella me mira para que lo apruebe. Sin otros asientos disponibles aparentes, asiento con la cabeza y nos unimos a ellos. Sostengo el respaldo de su silla para ella se siente. Luego, me siento a su lado. Las presentaciones de rigor se hacen alrededor de la mesa y pido una botella de vino al sumiller sin consultar la carta.

Al colocar la servilleta en su regazo, digo:

“He olvidado el pañuelo cuadrado de mi chaqueta.”

Entonces, me inclino para susurrarle en su oído: “Dame tus bragas.” Baja sus ojos y trata de pensar en la manera de hacerlo con la mínima atención. Mi mano aprieta con fuerza su muslo. No me gusta su duda. Aspira, pone una mano sobre la mesa y levanta su culo ligeramente, tratando de deslizarlas sutilmente sobre sus nalgas con la otra mano. La mujer joven que está frente a ella, la mira con curiosidad, mientras cambia de postura en su asiento. Me involucro en una breve charla con el hombre joven.

A medida que la arrastra por sus muslos, se lleva la servilleta a la boca, dobla las esquinas, luego la coloca sobre su regazo, levanta su vestido y tira de sus bragas hacia adelante. Unos movimientos más y están en sus rodillas. Otros más, y llegan a sus tobillos. Desplazando un tobillo hacia un lado, lo levanta hasta tu mano con la pierna. Mira para encontrar a la mujer observándola, ahora intencionadamente, sonriendo, y ella, preguntándose a sí misma lo que ella está pensando.

Mi voz le devuelve la atención.

“¿Te he dado un cuadrado de bolsillo?”

“Sí,” ella dice, colocando sus bragas en mi regazo. Sonrío, las dobla cuidadosamente con una mano y las guardo en el bolsillo de mi chaqueta. El hombre no parece notar nada, pero la sonrisa de la mujer aparenta saber.

“Yo también.”

La cena y el vino son servidos. Un surtido de quesos y un racimo de uvas variadas acompañan la comida. Sin llamar la atención, oberva que coloco las uvas en mi regazo, sobre mi servilleta.

Selecciono una uva bastante grande y la cojo con mi dedo pulgar y el índice y la introduzco en la copa de vino. Agitándola, mi mano se mueve bajo su servilleta y mis dedos levantan su vestido hasta sus muslos. Mientras mis dedos se dirigen hacia su coño y la sensación de su apertura,

Ella contiene el jadeo, mientras mis dedos se mueven hacia su coño y la sensación de su apertura, empiezo a meter la uva adentro. Al principio, hace frío, hasta que su cuerpo la calienta lentamente.

Ella me mira para preguntarme, pero sigo hablando con nuestra compañía, como si nada estuviera sucediendo. Cuando ella vuelves su atención a lo que estamos charlando, me ve quitar otra uva del racimo. Una sonrisa leve, casi imperceptible, se esconde en la esquina de mis labios. Mi mano se desliza de nuevo bajo su servilleta y otra uva se desliza dentro de su vagina. Las puntas de mis dedos rozan su clítoris antes de volver a mi regazo. Con mi otra mano, bebo vino y sonrío.

A medida que avanza la comida, esto se repite más de una docena de veces. Con cada uva, ella se siente más llena. Con cada uva, incordio a su clítoris un poco más. Cada vez que ella cambia de postura en la silla, existe esta atractiva inducción de su deseo, desde mi  presencia dentro de ella, un abanico de ese fuego lujurioso al sur de su estómago. Incluso, cuando está quieta, la presión es constante, inflexible, solicitando sus antojos. Su coño está húmedo – muy húmedo – de la estimulación constante. Se siente, como si estuviera sentada en un charco, puramente de su propia fabricación. Cuando la comida ha terminado, sin duda, su silla se alejará de su condición desenfrenada. Ella se preguntará, si alguien puede ver lo mucho que ha estado excitada. ¿Parece estar ruborizada? ¿Lo sabe la pareja que estaba sentada a su lado? La zona alrededor de la mesa debe oler, por este tema como su sexo.

Finalmente, la comida ha terminado. La joven pareja se levanta, y nosotros también. Ella se levanta con mucho cuidado. Ha pasado casi una hora y sus rodillas se sienten débiles. Coloca la servilleta en el sitio mojado de la silla. Aparento que no puedo borrar la sonrisa de mi cara, mientras le ofrezco mi brazo para estabilizarse.

“Volvamos a nuestro vagón para dormir,” le digo. Y luego, con una sonrisa de gato de Cheshire, agrego: “Tengo un deseo repentino de comer más uvas.”

Y la mujer joven, que estaba a su lado, dice: “Hágalo.”