Ella adoraba el cinturón. Ella lo olería
cuando lo pusiera alrededor de su cuello y lo apretara contra su frágil
garganta. Al sentir que el aire se desvanecía, ella respiraría profundamente
por la nariz, al sentirse húmeda por su olor. Terapia del aroma de la más fina.
La textura y firmeza del mismo la hacían
temblar de anticipación. El golpe atronador, el resonar cuando lo golpeaba
contra la cama con ritmo furioso, justo al lado de ella y mientras estaba atada,
la hacía derivar hacia otro mundo, donde el cinturón era todo lo que podía ver,
oler y saborear su carne fresca.
A menudo, la obligaba a que lamiera la
hebilla. Sus ojos se agrandaban, llenos de deleite, como si fuera un helado
bailando en sus papilas gustativas. Era sexy ver el goteo de baba desde su
boca. Yo se la limpiaba con mi mano y la extendía por su trasero.
Yo hacía que pidiera el cinturón. La
manera que ella gritaba al pedirlo se podría pensar que habían sido amantes en
la escuela superior. Más tarde, ella me dijo que ese era el caso. Su primer
novio la azotaba con su cinturón sin consentimiento y, a la vez, que ella
odiaba sus acciones, le encantaba los resultados. Ella nunca quería ser
golpeada fuera de una dinámica consensual, pero la primera prueba brutal que
recibió aún permanece grabada a fuego en su mente con los pensamientos más
oscuros y masoquistas de puros azotes dolorosos.
Incluso, al limpiar despacio mi
cinturón, diciéndole que la iba a azotar, hacía que ella se pusiera de rodillas
hasta el punto de que ni siquiera era seguro para ella estar de pie mientras lo
limpiaba. Literalmente, se debilitaba de rodillas y podría ordenarle que
hiciera algo en ese momento, y lo haría antes de que yo terminara de hablar.
Ya fuera alrededor de su cuello, en su
boca o golpeando su trasero hasta que estuviera amoratado y marcado con firma
sádica, ella estaba enamorada de ese maldito cinturón, incluso, más de lo que
creía que sentía por mí.
Ella nunca usaba vaqueros. Dios mío, es
increíble cómo le encantaba comprar cinturones, al igual que la mayoría de las
mujeres compran lencería.
Oh my god
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