¡De rodillas!
Esta frase, de por sí misma, ya es deliciosa, pero las consecuencias de la
misma, viniendo de una sumisa que está dispuesta a asumir su postura de
sumisión ante usted, no sólo es hermosa de presencia, sino enormemente mágica.
Esto no quiere decir que sea inexplicable o una creación de posiciones,
sino que está más allá de lo bello, porque está más allá de la estética. En un
intercambio de poder sano, consensuado y mutuamente beneficioso, es el
fundamento de todo lo que es bueno en su dinámica.
Es significativo y tiene un objetivo, tanto mental como físico. En primer
lugar, porque da nacimiento a una realidad física del poder que se intercambia.
Porque es él quien está de pie, es móvil y tiene tiene una clara visión de la
situación. Luego está, quien está arrodillada, inmóvil y que su visión se ha
reducido a tener que mirar hacia arriba para tener un contacto visual y poder sentir el poder de
ambos y la gravedad en sí, manteniéndola en su lugar. De rodillas y lista para
servir.
Una vez que la realidad física penetra en la mente, pinta una imagen
mental para la persona.
El dominante, de pie, alto y con una nueva responsabildiad por su sumisa,
que está literalmente de rodillas para él. La energía que crea es tangible y
permite al dominante involucrarse más, que exhiba su dominación y permita que su
sumisa se sienta cómoda, segura y útil en su sumisión. Todo se deriva de un
gesto que crea una realidad.
La sumisa, de rodillas y vulnerable al poder de su dominante. Esa
vulnerabilidad y confianza asociada mentalmente crea una mentalidad sumisa, que
es más pronunciada cuando ella la experimenta de rodillas. Porque nos adaptamos
mentalmente a nuestras situaciones y limitaciones físicas. Es por eso que,
cualquier cosa que hagamos en la D/s puede crear un efecto dual. Obviamente,
afectará primero al cuerpo físico, pero con el contexto, el propósito y el
ambiente, contara una historia y creará una respuesta emocional profunda,
también muy profundamente.
La base de este tipo de experiencia puede empezar con una simple orden,
diciéndole que se arrodille. Un acto simple.
Porque no hay nada emocional o filosóficamente simple en ello.
Existe un gran poder al arrodillarse por alguien y conseguir que alguien
se arrodille por ti. Ese poder se está intercambiando de una manera muy
visceral y real en este caso.
Cuando esto sucede y la veo abajo, arrodillándose y siendo obediente, ella
nunca es más hermosa, nunca más impresionante. Ella es mía en ese momento y, en
ese mismo momento, me hace mirarla no sólo como una mujer hermosa arrodillada,
sino como alguien que me respeta y confía explícitamente en mí con todo su ser.
En realidad, eso es más que hermoso, es la magia de ser honesta.
Y confiar...
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