lunes, 25 de septiembre de 2017

Me encanta hacer daño a las mujeres

Me llevó muchos años, desde el momento que le hice daño a la primera mujer que azoté y que me ayudó a introducirme en el spanking, hasta el punto de ser capaz de aceptar que eso estaba bien. Unos años después, cuando tuve el primer placer de atar a una mujer y hacerle marcas y moratones con la mano, recuerdo con mucha claridad que no era sólo la naturaleza eléctrica del momento o mi necesidad ardiente y animal de hacerle daño, lo que lo hacía tan atractivo. Fue cuando la azoté y la forma en que ella reaccionó, como si fuera exactamente lo que ella necesitaba. Eso lo hizo tan increíble, que fue un momento que nunca olvidaré.

Pero, yo era joven y no sabía cómo procesar las sensaciones de hacer daño a alguien que me importaba. Quien me conoce, sabe que soy respetuoso y un caballero. Incluso ahora, como Dominante ya crecido, todavía soy muy sensible. Aunque esto pueda parecer un obstáculo para ser un hombre Dominante, lo poseo y trato de incorporarlo naturalmente a mi estilo de dominación sensual, pero sádica.

Pero, hace ya algunos años, no sabía cómo hacerlo. No sabía cómo cuidar y lastimar. Cómo ser respetuoso y dominar. Cómo querer ser amable con alguien en un momento dado y hacerla llorar castigándola con mi mano en el siguiente. De alguna manera, me sentía mal o confuso. Ésta era una edad antes de la vida fetal y las únicas imágenes que veía en la cultura pop sobre la D/s, fueron las de la mujer dominante. Era una venta fácil, porque venderse como un hombre sádico, se acercaba a la violencia de género para que la cultura pop lo celebrara y comercializara.

Así pues, me pasé algunos años explorando, de vez en cuando, la D/s como Dominante. En ese tiempo, tuve sesiones durante un puñado de veces y cada vez lo odiaba después y me sentía confundido. Aunque, en aquel entonces, yo pensara mucho sobre la D/s, no me estaba permitiendo a mí mismo satisfacer mis necesidades sádicas y dominantes y las estaba reprimiendo, hasta tal punto que, cuando toqué fondo, lo sentía de una manera incómoda y antinatural. Incluso, al margen de las definiciones del estilo de vida, no soy una persona sumisa, ni dentro ni fuera del dormitorio.

Cuando tuve mi primera sumisa, empezó a crecer mi actitud, cuando se trataba de hacer lo que quería, en cuanto a ser la persona que yo quería ser. Empecé a ser mucho más dominante con las mujeres y con aquella sumisa, dentro y fuera del dormitorio. No llegamos a vivir el estilo de vida per se, pero la perversión y las sesiones primarias estaban plenamente integradas en nuestra vida sexual. Ella abrazó mi necesidad de hacerle daño durante el sexo y le hice sentirse increíblemente amada. Aunque ella no era tan abierta de mente, como me hubiera gustado, las puertas que abrió en mi mente me han llevado a algunos lugares maravillosos. Ella me animó y permitió que me convirtiera en quien ahora soy. Fue gratificante abrir los ojos, porque, mientras una sumisa anterior abrió la puerta, esta sumisa me llevó profundamente a los pasillos de las regions oscuras de mi alma y me dejó mirarme a un espejo y darme cuenta. “Estoy bien, de acuerdo,” me dije. No soy una persona mala o malo porque disfrute de la violencia en mi vida sexual. De hecho, ante sus ojos, me hizo un follador impresionante.

A lo largo de mi vida, he tenido la oportunidad de reunirme y tener sesiones con algunas mujeres increíbles que me han hecho saber que ser sádico no es nada malo. Siempre que comuniques tus necesidades y tomes tantas precauciones de seguridad como puedas y humanizar, no solo a tí mismo, sino a la persona que estás azotando y que está de acuerdo, puesto que ella necesita lo que tú necesitas hacer.

Porque, para mí, mi sadismo es solo una parte de lo que hago como dominante. Es una parte importante para mí, pero la razón por la que disfruto tanto azotando a una mujer, es para tener esos momentos de vulnerabilidad y cuidar de ella después de haber alterado su estado de ser y que me necesita más que nunca. Esa es la mayor belleza que viene de todo ese dolor, es el vínculo y compartir algo, que ambos tenemos que soportar para crear. Eso es increíble, eso es intimidad.

Por lo tanto, sí, me encanta hacer daño a las mujeres. Escribir y decir que ahora se siente hermoso y natural. Por supuesto, hubo un momento en que me hizo sentir como un monstruo, pero ahora, me hace sentir como un hombre que ha querido convertirse. Estoy contento de que haya un mundo en el que no solo se acepta, sino que sea apreciado por alguien con quien estás en una relación íntima, cuando necesita recibir el dolor que estás dispuesto a dar.

Ese es el tipo de mundo que disfruto, esa es la relación que necesito. Quería dar las gracias a alguien de por ahí, que llegué a conocer y me permitió  comprender la profundidad de la belleza de este estilo de vida. Gracias.

Me encanta azotar a las mujeres, y estoy de acuerdo, si tú también lo estás.

1 comentario: