jueves, 31 de marzo de 2011

La estética sexual

Tengo un amigo que no le gusta que las mujeres cambien el aspecto de la zona de su vello púbico. Prefiere el Monte de Venus lleno de vello, al natural. ¡Pobre hombre! En estos días, tendrá que recorrer muchos caminos para encontrar lo que le gusta. ¿Es que hay alguna mujer sexualmente activa en el mundo occidental avanzado que no tenga recortado o afeitado el vello de su pubis? Esta tendencia está cambiando universalmente la estética sexual de la mujer.
Un historiador de arte podría escribir un libro de entretenimiento de las idas y venidas del vello púbico en las representaciones del desnudo. Durante siglos, no existió. Actualmente, no es del todo cierto. Confiando en la memoria, yo diría que las estatuas griegas de los hombres tienen una mata de vello rizado entre las piernas, pero las mujeres, nunca. ¡Qué extraño es eso! En la pintura occidental, a pesar de las obsesiones por las formas del desnudo femenino, el vello púbico brilla por su ausencia. Es cierto que la famosa pintura de Courbet “El origen del mundo”  es, en efecto, un primer plano de un pubis con un exuberante crecimiento del vello. Pero la pintura estuvo comisionada por un coleccionista de imágenes eróticas y no destinadas a exposiciones públicas, lo que es casi normal.
Supongo que la historia de la noche de bodas del crítico de arte John Ruskin es instructiva. No habiendo visto nunca a una mujer desnuda, sino solamente fotos de ellas, se cayó desmayado cuando vio por primera vez el penacho del Monte de Venus de su esposa. El pobre hombre nunca se recuperó. Su esposa permaneció virgen hasta que se divorció. Se casó con el pintor John Malláis. Obviamente, él estaba hecho de otra pasta. Sin duda, había estado follándose a sus modelos y sabía cómo era una mujer de verdad. Ruskin posteriormente se volvió loco.
Mi amigo parece tener el complejo de lo contrario. No podrá mejorar a la naturaleza. Sus disgustos por el lirio dorado puede ser una actitud admirable en algunos aspectos, pero no puedo decir que estoy en sintonía con él cuando se trata del cuerpo humano. Quiero decir, yo no sugeriría que el cabello de la cabeza de una mujer permanezca intocable por las tijeras, ¿verdad? Sería desastroso. De hecho, es la parte del cuerpo de las mujeres donde ellas están más preocupadas, me inclino a decir que contra más artificios, mejor. Creo que fue Bette Middler quien dijo: “¿Qué? ¿Quieres decir que hay mujeres que nunca se tiñen el pelo?” Esto se aplica también hasta en el vello púbico. No es tinte, aunque eso sea otra opción, quiero decir simplemente, un estilo diferente. No voy a decir en público qué estilo exactamente impongo a mi sumisa (aunque tengo una preferencia bien definida). Me limitaré a exponer que creo que la zona del pubis es un sitio legítimo para la expresión artística.
Mi amigo tampoco tiene ningún interés por la ropa interior de las mujeres. Supongo que es, al menos, una vez más consistente, al preferir la desnudez, desdeñando todos los arcos pequeños y los volantes, las cintas, los lazos y los bordados usados para decorar la ropa interior. Él piensa que la ropa interior es una cuestión de utilidad y es para quitársela lo antes posible. Creo que es una negación de un placer estético intensamente erótico. Me encanta la seda y el satén, los trozos de gasa transparente que casi se pueden ver a través. Casi, pero no del todo. Ese es el tema. Y los colores. Claveles y violetas, negros y rojos, tonos lila y espectaculares colores de turquesa y verde limón. Realmente, estamos en el apogeo de la ropa interior femenina ¿Alguna vez, las mujeres han tenido una variedad tan amplia de cosas bellas? Y no todas muy caras.
A veces, pienso que puedo estar casi tan interesado tanto en la ropa interior como en lo que hay tras de ella (aunque, por supuesto, es el saber de lo que está dentro lo que le da a la prenda su carga erótica). ¿Por qué alguien quiere privarse a sí mismo de tal placer que yo no me lo puedo imaginar? Parece una extraña especie de puritanismo.
                                                                                                          

martes, 29 de marzo de 2011

Sobre la naturaleza del castigo. Parte III

Formas de castigo:
La variedad de castigos es casi ilimitada y está solamente ligada a la creatividad del dominante. No voy a entrar en una lista detallada de todas las posibles opciones, pero restringiré mis comentarios a unas pocas pautas.
Si recordamos la definición, un castigo es válido solamente si conlleva una pena o un sufrimiento por parte de la sumisa. De lo contrario, no tiene sentido
La forma más común de castigo es la imposición de un trauma físico. Esto puede manifestarse desde lo simple a lo complejo, desde el azote a cualquier dolor físico o psíquico. Sin embargo, no existe nada que exija la aplicación de un dolor físico con el fin de satisfacer los requisitos de un castigo.
Como se dijo anteriormente, la sumisa masoquista a menudo desea el dolor físico. Incluso las sumisas que no son de naturaleza masoquista, a veces, hablan de lo mucho que disfrutan siendo azotadas o flageladas, de cómo las transportan a su “espacio de sumisión”. Además, algunos dominantes, que son también sádicos, pueden estar demasiado ansiosos por encontrar “errores” en el comportamiento de sus sumisas para poder tener una excusa con que “castigarlas.”
Pero, cuando le das a alguien una cosa que produce placer, entonces, por definición, no puede ser un castigo. Es una recompensa. De ahí el estereotipo de “Oh, mí Amo, he sido una mujer tan mala. Merezco ser azotada. Castígueme.” Este tipo de conducta típicamente termina en sexo y, por lo tanto, incluso, es más una recompensa.
Claramente, esto tiene poco que ver con el castigo. Esto es un juego. Utilizar esto como una forma de castigo, solo hace reforzar la conducta negativa. Además, pondrá en peligro la relación de poder entre el dominante y la sumisa. Cuando ésta quiere llamar la atención, simplemente no cumplirá una norma y espera la respuesta deseada. Esto pone el poder en manos de la sumisa, donde no debe estar y, en última instancia, llevará a la insatisfacción de la sumisa y al fracaso de la relación.
Por lo que podemos concluir que, usar el dolor físico como castigo en una sumisa masoquista no es recomendable. Para la sumisa no masoquista, azotarla de una forma u otra es aceptable bajo ciertas circunstancias. Pero, hay que tener cuidado de recordar que el castigo no tiene nada que ver con el sexo, y para concluir, una sesión con castigo físico y  con sexo es contraproducente para los fines de los castigos.
Los dominantes que recurren al látigo para cada infracción no están actuando de una manera responsable. No sólo indica una falta de imaginación por parte del dominante, pues si sólo hay una forma de castigo para todas las infracciones, entonces, la sumisa no tiene manera de evaluar la objetividad de la tarea. La intensidad del castigo debe estar relacionada con la importancia de la disciplina o con la norma que ha sido incumplida.
Cuando he entrenado, siempre he intentado adecuar el castigo con el incumplimiento. Una técnica clásica es la inversa. Por ejemplo, si una sumisa deja de seguir una disciplina después de advertirlo tres veces, entonces, el castigo tendría que anunciarse en primera persona durante algún período de tiempo. Cada vez que ella abre su boca, se le debería recordar su fallo. Otro ejemplo, quizás una sumisa no sirviera la comida correctamente. El castigo podría ser prohibirla servir la comida durante un cierto tiempo. Ver a su mismo dominante sirviendo, sería un castigo suficiente.
Algunas infracciones son más graves y requerirán un castigo significativo. Por ejemplo, no proporcionar un servicio adecuado a los invitados. Esto refleja una mala imagen del dominante. El castigo por esta falta requerirá algo más que un latigazo o un severo azote. Puede entrañar confinamiento, denegación de servir e incluso reaprendizaje. De esta manera, ella es consciente de lo que es fundamental para su dominante.

sábado, 26 de marzo de 2011

Susurros silenciosos

Mis labios estaban junto a su oído y mi voz le llegaba apagada, pero clara. Pero, como es lógico y, sorprendentemente, su coño estaba entrenado para correrse con mi voz.
Yo sabía que mi voz la reconfortaba. Ella me decía que era suave, muy del sur, muy de mucho control. Ella no tiene la menor duda de que la controlo, que tengo su control, a pesar de que estoy sobre su espalda, sus piernas abiertas, mis dedos en su coño y mi voz  susurrándole en su oído. Le digo que la estoy controlando, aunque no tengo necesidad de recordárselo. Le digo que controlo su coño, sus orgasmos y su cuerpo.
No puede correrse sin mi permiso. Algunas veces, se lo concedo, otras, no. – incluso mis dedos bailan sobre su clítoris, tiro de los labios de su coño con mis dedos, le vuelvo a susurrar en su oído que está siendo controlada por mí. Espero hasta que ella esté en el tramo de no retorno. Pero… todavía no le he dado permiso para que se corra. Yo no estoy aún preparado. Está a punto de explotar por pura necesidad. Le recuerdo que no se corra. Todavía, no. Tal vez, no del todo. Tal vez, en unos pocos segundos. Tal vez…
“Aguanta tu respiración,” le digo. “No te corras sin mí. No me importa cuán intensa sea tu necesidad o que bien esté tocando tu clítoris. No te corras sin mí. No, sin mí…”
El silencio susurra en su oído.

jueves, 24 de marzo de 2011

Un nuevo trío

Ver a tu mujer siendo follada toda la tarde por otro hombre es una experiencia intensa. Ocasionalmente, me gustaría echarle una mano, pero, sobre todo, me gusta observar. Una enorme oleada de pensamientos y sentimientos pasaron por mi cabeza. He hablado ya sobre algunos de ellos. Tengo unos pocos más,  merecen la pena.
Días pasados, Kyra me comentó, la necesidad de la honestidad, la transparencia y la confianza y me he hecho eco de estas tres virtudes. Para empezar, tienes que ser honesta contigo misma. Tienes que admitir por qué estás haciendo esto y hacer saber el por qué. Lo peor es, si cualquiera de ustedes tiene algún tipo de agenda oculta que la otra parte desconoce. Como el intentar  conseguir incluso una ligera mirada, tratar de obtener una ventaja o esperar un fallo, como en “Voy a dejar que tú le folles para que yo pueda follarla a ella.” Esto está bien, si ambos es lo que habéis pactado. Pero, todo tiene que quedar claro, no como un truco encubierto.
Yo quería porque consigo un placer perverso de todo esto. No estoy muy seguro de cómo puedo explicarlo, incluso a mi mismo.  Creo que había involucrado una especie de masoquismo emocional. Me excitaba que ella quisiera algo más. Y cuanto más parecía que ella lo estaba disfrutando, más excitado me sentía. Había un elemento peligroso y era que yo pudiera perder el control de ella. Y, de alguna manera, eso era perversamente excitante. Al igual que el paracaidismo. Cuando se ha terminado, te viene la emoción por el hecho de haberlo sobrevivido.
Realmente, no pienso que sea lo mismo que el tema de los cornudos, que algunos hombres parecen entender, al juzgar por los anuncios que se ven en algunas revistas. Lo que ellos quieren es ser humillados, frotarse sus narices en su impotencia al ver como otros hombres se follan a sus mujeres justo ante su cara y no pueden hacer nada al respecto. Yo no quería eso. Yo quería darle a ella lo que ella estaba haciendo y yo quería que él la tuviera, con mi consentimiento y cumplimientos. De hecho, he llegado a conocer a tipos como él.  Es una persona especial, en cierto modo, entre nosotros tres.
También dependía mucho de la honestidad de ella. Tuve que saber por qué ella quería esto. Creo que fue principalmente un deseo puro por una aventura sexual. Y el tipo de “súper ego” que una mujer recibe al saber que no la quiere un hombre solo, sino dos.  Ser doblemente deseada,  debe ser una buena sensación. Él y yo habíamos hablado un poco previamente. Creo, más que bien, que a ella le gustaba la idea de que dos hombres estuvieran tratando de unificar sus ideas y deseos sobre lo que ambos querían hacer con ella.
Pero, eso también dependía de que ella y yo fuéramos honestos después. Yo necesitaba decirle a ella que mientras yo estuviera excitado, yo también me estaba sintiendo vulnerable. Yo necesitaba sentir que ella me iba a tranquilizar, para que ella tuviera muy claro que, contra ella más lo disfrutara con él, esto no iba a cambiar nuestra relación. No quiero decir con esto que yo no quería que ella desarrollara sentimientos más fuertes por él. Esto era inevitable. Es la clase de mujer (la mejor clase de mujer) para la cual el sexo es muy importante. Ella no puede follarse a alguien y perderse. Así que yo sabía que ella iba a implicarse. Yo necesitaba que ella me dijera eso y necesitaba un poco de tranquilidad. Que nada cambiaría entre nosotros dos. Que yo era su hombre especial, a la vez que ella era todavía muy especial para mí.
Ella necesitaba saber por mi parte que yo no pienso que ella iba a ser menos por querer a otro hombre. Y, por supuesto, yo no sentía eso bajo ninguna de las maneras, todo lo contrario. Admiré su temple al pasar a través de lo que era indudablemente un asunto muy arriesgado, algo que la puso en una situación vulnerable. Yo, por mi parte, necesitaba saber que ella no me perdería el respeto porque  la dejara que otros hombres la follasen. Sin embargo, con seguridad puedes pensar, como Dominante, que esto siempre está en la parte trasera de nuestra mente.
Un hombre fuerte mantiene a otros hombres fuertes lejos de su mujer, ¿correcto? No permite que otros se acerquen. Bueno, no creo que sea necesariamente la fuerza. En realidad, puede ser debilidad. Contra más ahínco le permitas que los tenga, puedes estar seguro que ella volverá a ti. Siempre que te sientas seguro. Ella tiene que hacerles ver que tú existes. Ella no puede asumir que tú lo sabrás sin que te lo diga. Supongo que la prueba es si ella quiere que tú la folles después que él se vaya.
                                                                                                                

lunes, 21 de marzo de 2011

Dimensiones de la sumisión

Hace poco tiempo, una mujer me preguntó que definiera las diferencias entre sumisión y masoquismo.
Aunque, a veces, están vinculados, son cosas muy diferentes.
Para mí, el masoquismo trata sobre la excitación sexual. La persona  masoquista busca sensaciones extremas como una vía hacia los placeres que no puede conseguir por cualquier otro medio. He tenido la oportunidad de hablar bastante con algunas mujeres que se llaman a sí mismas masoquistas y todas hablan de un estado de excitación y satisfacción que es único en su experiencia. Y como no hay forma de medir realmente la intensidad de esas sensaciones, lo que puedo decir, es que habiendo observado a estas mujeres y comparando sus respuestas con aquellas que son menos proclives a buscar lo extremo, creo que tienen una tipología muy especial y una condición única.
Por supuesto, todas las mujeres masoquistas no son iguales. Algunas pueden controlar más sensaciones que otras. En un extremo, puedes encontrarte con alguien que solamente puede soportar azotes ligeros. En el otro extremo, están aquellas masoquistas que  buscan lo extremo, marcas, cortes, piercings, etc. Las hay de todas las inclinaciones y sabores.Puesto que las masoquistas no son todas iguales en lo que buscan, por consiguiente, el tipo de pareja que buscan será también diferente. Después de todo, si una mujer está buscando alfileres para traspasar sus pezones y su pareja es incapaz de hacer algo más que azotar su trasero, no habrá una buena compenetración entre ellos.
Mantenga esta idea un momento, ¿de acuerdo?
A diferencia del masoquismo, considero que la sumisión es algo más que un estado emocional o intelectual. No todas las mujeres sumisas son masoquistas. Para una mujer, el someterse es para ella, ponerse de rodillas y decirle a su pareja: “Tu deseo es ahora mi deseo. Quiero servirte de todas las maneras y, por eso, me pongo bajo tus órdenes.” Esta declaración, no es realmente de tipo sexual, aunque, por supuesto, tiene importantes connotaciones sexuales. La D/s trata del intercambio de poder, del flujo de energía entre el dominante y su sumisa, de la dominación y sumisión que puede existir entre dos personas.
¿Por qué una mujer se somete a un hombre de esta manera? Buena pregunta. Lo suficientemente buena para un futuro artículo. Por ahora, solo aceptamos que, de hecho, esto sucede y sucede muy a menudo entre personas. A veces, se manifiesta, como una relación formal de la D/s. A veces, es sutil, como en muchos matrimonios  tradicionales. Por supuesto, no todas las mujeres se someterán a todos los hombres. Ni por asombro. Anteriormente, he escrito acerca de la idea de hacer coincidir energías entre los dominantes y las sumisas, lo cual creo que explica por qué una mujer se someterá a un hombre, pero, no a otro.
Ahora, volvamos a la mujer masoquista. Como he dicho antes, en un extremo estarán las personas que buscan sensaciones intensas. No existen demasiados hombres que sean capaces de crear tales sensaciones de una manera segura. En muchos casos, un hombre puede comenzar vociferando bravuconadas y “muchos yo, yo, yo…”, solamente para descubrir que la mujer no le está pidiendo que deje de decir bravuconadas. De hecho, ella le está incitando, pidiéndole más. La relación entre el sádico y la masoquista puede  convertirse fácilmente en una lucha de voluntades, en la cual ella se atreve a que él la presione, y mirará para abajo si él no puede. Algunas veces, la masoquista dirá que ella está buscando el momento adecuado para someterse al sádico, pero no considera que esto sea sumisión, sino más bien, el momento donde ella únicamente dice: “Es suficiente. He tenido suficiente y no puedo seguir más. Por favor, detente ahora.”
Lo que ella realmente está diciendo, es: “Tú ganas y gracias, muchas gracias a ti.”
Para concluir, la sumisión es el camino por el cual una mujer (u hombre, supongo) se pone voluntariamente al servicio de otro. El masoquismo es una forma de sexualidad donde se exige bastante, con el fin de que la masoquista consiga ese estado de felicidad que ella busca.
Cosas diferentes, pero, por supuesto, relacionadas.

viernes, 18 de marzo de 2011

Demuéstrame lo que eres

Recuerdo cuando la masturbé por primera vez. Le había dicho, en más de una ocasión, lo que yo quería y ella siempre había intentado zafarse. Me lo esperaba. Sé lo reservadas que son las mujeres con estos temas. Creo saber cómo esto las hace sentirse y por qué se resisten a tal exposición, mientras, al mismo tiempo, la idea las excita si están en un estado de ánimo lujurioso.
“Quítate los zapatos y los calcetines,” le dije.
Poco a poco y con desgana, evidentemente, lo hizo.
“Ahora, los vaqueros,” dije.
Ella sabía que no había posibilidad de evadirse, pero estaba intentando de retrasar el momento. Yo esperaba pacientemente.
“Y ahora, tus bragas,”  le dije.
Mientras se las quitaba, ella no me miraba. Cuando estuvo ya desnuda, de cintura para abajo, le dije que se sentara en el extremo del sofá, apoyando la espalda contra  el apoyabrazos.
“Abre tus piernas,” le ordené.
Ella evitó mi mirada, pero hizo lo que le dije.
“Ahora,” dije, “empieza a acariciar lentamente los labios de tu coño por fuera.”
Ella se sonrojó un poco, no sé si por lo que yo le había ordenado que hiciera o por usar la palabra “c” (con la que no estaba del todo cómoda), o no estaba segura de qué. Yo la miraba impasiblemente mientras ella lo hacía.
“Ahora, abre un poco más tus piernas,” dije. “Echa para atrás los labios de tu coño para que yo pueda ver el interior.”
Yo sabía que esto era muy duro para ella. Esta clase de inspección anatómica la llenaba de una especie de vergüenza, aunque, creo que, a veces, se excitaba con la propia “exhibición.” Me quedé quieto ante la cueva de coral de su coño. Yo quería llegar y meter mis dedos, pero esto no era de lo que se trataba.
“Ahora, tira de tus labios hacia arriba y hacia fuera y enséñame tu clítoris,” le dije.
Ella hizo lo que le ordené. Podía ver la yema menuda y delicada, de un color rosa pálido cremoso.
“Pon tu dedo ahí,” le dije. “Muéstrame exactamente cómo te gusta tocarte.”
Ella lo frotaba lentamente por su alrededor, usando el dedo medio de su mano derecha. Cada mujer parece tener un método ligeramente diferente de hacerlo, de acuerdo con sus dedos o con los dedos que ella usa, si van rápidos o despacio, si les gusta presionar un poco hacia el interior, si se pellizcan sus pezones mientras lo hacen y así sucesivamente. Yo sabía toscamente cómo le gustaba a ella, pero nunca lo había presenciado tan de cerca. Observaba fascinado como gradualmente, su timidez daba pasó a un rapto de concentración absorta en lo que ella estaba haciendo.
Después de un rato, ella metió su dedo dentro de sí misma y extendió parte de su flujo uterino por su clítoris.
“No te corras, a menos que yo te lo diga,” le dije.
Ella no contestó. Su timidez pareció haberse esfumado ahora. Podía sentir que estaba totalmente centrada en ella misma. Quise preguntarle sobre lo que estaba pensando. Sabía que tenía fantasías mientras lo hacía, fantasías con hombres sin nombres haciéndole cosas malas a ella, cosas que ellos hacían por su propio placer. A pesar de los deseos de ella, algunas veces, incluso sin ella consentirlo. Pero luego, le preguntaré sobre esos pensamientos, haré que me diga cuáles han sido. Y titubeando me los dirá, la mitad de ellos con miedo porque le habré presionado. Yo no sabía que una sumisa se viniera abajo al mostrar su naturaleza de puta y con el miedo de que un hombre pudiera pensar que ella lo hubiera sido.
“Córrete ahora,” le dije. “Córrete por mí. Muéstrame lo que eres.”
Y ella lo hizo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Las herramientas del oficio

Un dominante bien equipado es probable que tenga uno o más de estos artículos en su armario:
1. Flogger. Algunos de ellos son bastante caros, hechos de las mejores pieles de venado o de cueros más exóticos. La belleza de este implemento es su flexibilidad. Su tacto puede ser ligero y plumoso, como una caricia, tentador y burlón, especialmente cuando ella sabe qué medidas más drásticas pueden estar por venir. Por otra parte, manejado con firmeza, un flogger puede producir un picor sutil, suficiente para llamar la atención de ella. Los floggers son también buenos para usarlos en aquellas partes donde otro implemento más rígido pudiera conllevar un riesgo de daño, como en los pechos o entre las piernas.
2. El látigo. Hay muchas  clases de látigo, que van desde los plegables que se pueden llevar en el bolsillo hasta los  grandes que se ven anunciados para su venta, que me parecen terroríficos y eso que no estoy en la línea de fuego. Me imagino que se necesita mucha práctica para ser capaz de usar uno de esos con precisión. Y, por si sirve de algo, creo que la precisión en los azotes es esencial. No hay nada peor que pueda alterar  el estado de ánimo de una sumisa como, esperar un golpe punzante en el lado derecho del culo, justo en la zona donde tiene el efecto más estimulante, y la sumisa se sorprende porque en vez de en la nalga, le ha azotado en el hueso de la cadera, en la rodilla o en alguna otra parte donde duele como un condenado, pero no de una manera sensual.
3. El cinturón. Hay mucho que decir del humilde cinturón. Algunas sumisas se dan cuenta que sus rodillas se hacen gelatina cuando oyen que un cinturón se desliza por la trabilla de los pantalones de su dominante. El cinturón es algo que siempre está a mano, es muy manejable (puedes alargarlo o reducirlo dependiendo de cómo usted haga los bucles) y, ciertamente, puede hacer daño. He oído de dominantes que incluso lo utilizan con el bucle en el extremo, pero creo que eso es un castigo cruel e inusual y, ¿no está prohibido en la constitución o algo así?
4. La fusta de montar. Hay algo inevitablemente muy sexy sobre los atuendos y accesorios  de los jinetes de montar a caballo. Botas, espuelas, frenos, riendas, anteojeras, sillas de montar, todos estos elementos tienen aplicaciones en los juegos de la D/s. Supongo que todas estas connotaciones de tener bajo control y dominio al caballo,  (y el equivalente femenino, la relación entre las mujeres y el caballo está fuertemente sensualizada, incluso en la literatura formal). Las fustas de montar son cortas y fáciles de manejar, son rígidas y por esto aportan un golpe firme y tienen un asa pequeña en un extremo, tan útil para el parpadeo tanto en los pezones como entre las piernas.
5. La caña (prefiero llamarla cane). Mi implemento favorito. Me gusta muy fina, muy parecida a un látigo, que entrega su fuerza de una forma concentrada. No demasiado larga, de lo contrario se pierde  precisión. Investigaciones después de los azotes han confirmado mi creencia de que el dolor impartido por la cane adquiere la forma de una sensación aguda y penetrante que parece cortar profundamente, incluso cuando la carne no esté cortada y, por esta razón, es específicamente agradable para mí el hacerla sentir esto. Es también la mejor aplicación para el marcado de ella. Usted puede planificar algunas líneas paralelas a la sumisa con marcas rojas que luego modularán graciosamente en contusiones, que deberán durar una semana.
6. La mano. La herramienta más flexible y noble de todas, ya que puede ser usada no solamente para azotar, sino también  para acariciar, como mantenimiento posterior y un premio demasiado agradable también si ella se lo ha ganado. Unos azotes con la mano es con frecuencia una buena manera de empezar (la mayoría de las sumisas parecen ser capaces de recibir más si se empieza con un calentamiento gradual). Pero, por supuesto, eventualmente,  la mano del dominante se pone dolorida al igual que el culo de la sumisa y esto no es lo que nosotros queremos. Así que, en ese momento, tendrás que cambiar a uno de los implementos anteriores.
A partir de estos implementos básicos de un dominante, existen otro más populares que hacen un buen trabajo sobre el culo de una sumisa como, por ejemplo, el cepillo del pelo, la paleta de ping pong, etc. que son de agradecer en muchos momentos puntuales.

domingo, 13 de marzo de 2011

Sobre la naturaleza del castigo. Parte II

Continuaré por donde lo dejamos.
Estropeada la cane, estropeada la sumisa.
Cuando la sumisa no cumple con su obligación, necesita alguna forma de expiación. El castigo la permite moverse hacia el perdón una vez cometida su falta. Para una sumisa, pedir el castigo no es solamente seguir un protocolo. Ella así lo requiere. A menudo, se desespera por ello. Se debe tener cuidado al denegar esas peticiones. Hacerlo así, colocará a la sumisa en una especie de  limbo, entre el castigo y el perdón. Esto será emocionalmente agotador y, con frecuencia, la previene para cumplir  correctamente con su deber. A menos que usted conozca bien a la sumisa, la mejor alternativa es ejecutar el castigo.
El castigo también facilita comprender los límites aceptables de su conducta. Las sumisas aprenden rápidamente lo que está y no está permitido. Por lo tanto, la relación siempre contendrá un elemento de formalidad. Esta puede ser a la vez erótica y terapéutica.
Además, el dominante puede estar enfadado con ella. El castigo proporciona una oportunidad para que el enfado sea hablado y disipado. Existe un factor implícito como “válvula de seguridad” en el proceso de castigo que no debería pasarse por alto. El enojo no se debe acumular con el tiempo, de modo que pueda llegar a niveles peligrosos.
Por supuesto, el dominante responsable es consciente que después que el castigo se ha hecho efectivo,  debe estar dispuesto a perdonar y olvidar la infracción. Recordar continuamente a la sumisa su fallo después de los hechos, es ominoso. Además, esto disminuye el valor del castigo. Si la sumisa sospecha que el castigo no la lleva a conseguir el perdón de su dominante, entonces, su efectividad se reduce notablemente.
Por lo tanto, el acto del castigo ofrece importantes resultados emocionales tanto para el dominante como para la sumisa. Aunque, me resulta interesante observar cómo, al igual que con las atracciones, son asimétricos.
¿Cuándo debería el dominante castigar a la sumisa? La respuesta más simple es, por supuesto, cuando no cumpla con su deber o incumpla una norma.
Hay dos formas básicas de incumplimiento. La primera es un acto deliberado. Esto es, cuando la sumisa toma conscientemente la decisión de no cumplir una disciplina o tarea. Existen varias razones para esta conducta anormal, la cual requiere una solución diferente.
En el caso de las sumisas masoquistas, pueden querer una paliza física. Darles lo que ellas quieren, refuerza lo inaceptable de su conducta. Es evidente que un castigo por este comportamiento es esencial, pero con el fin de satisfacer el requerimiento del sufrimiento, es necesario desarrollar un castigo que ella no desee. De acuerdo con mi experiencia, tanto el aislamiento como la indiferencia son muy eficaces. Se podría pensar también en hacer una pausa en las rutinas para infligir el dolor que se está buscando. Más adelante, diré más sobre las formas de castigar.
Otra razón para un incumplimiento adrede es probar los límites de conducta aceptable.  En otras palabras, ¿cuánto margen de maniobra le permite su dominante? Aquí, el dominante tiene una opción. Si la conducta es aceptable, entonces, no necesita castigarla. De lo contrario, la sumisa deberá ser castigada. Una vez más, el castigo debe ser visto como una penalización.
Una tercera razón para un fallo deliberado puede ser un conflicto no resuelto entre el dominante y la sumisa. El incumplimiento de su tarea u obligación es una señal de este problema. Aquí, es improbable que un castigo resuelva el conflicto. Un dominante debe reconocer este problema cuando la sumisa continua repetidamente cometiendo el mismo error o cuando su actitud cambia. En este punto, se requiere el diálogo entre las partes involucradas. O bien, cualquiera de las partes puede terminar con la relación.
La última clase de error adrede es cuando una obligación sobrepasa  la capacidad de la sumisa. Frecuentemente, los dominantes suelen asignar disciplinas que simplemente no pueden ser realizadas o requieren una experiencia que la sumisa no ha adquirido todavía. Mi preferencia personal es perdonar tales errores sin castigar. Por supuesto, esto lleva a un debate sobre los objetivos establecidos para la sumisa, pero sospecho que será necesaria otra prueba.
La segunda forma de fracaso es un acto no deliberado. Aquí, la sumisa simplemente ha olvidado realizar una obligación asignada. El castigo es siempre requerido en tales casos. La sumisa se sentirá abatida e infeliz con su error. Requieren un mecanismo que les permita ser perdonada para liberar sus sentimientos negativos y retornar al cumplimiento. Ser perdonada por el dominante raramente es suficiente. También ellos deben perdonarse a sí mismos y hacer esto en contra de su pesar, es necesario alguna manera de expiación.

viernes, 11 de marzo de 2011

Agarrándola

“Desnúdate y ven aquí,” digo.
Ella me mira, tratando de calibrar mi estado de ánimo. ¿Puede ella apreciar que el tono seco de mi voz es un indicador de mi cruel intención o es sólo un juego? Ni frunzo el ceño ni tampoco me sonrío. Hay una ausencia total de emoción. Ella debe hacer lo que quiera. Pero, no debe dudar de que mi orden debe ser obedecida.
Se acerca a mí y permanece ahí desnuda, con la cara despejada, expectante, confiando. Esto pone de manifiesto al sádico que hay en mí. Estoy a su lado. Meto mi mano izquierda entre sus piernas, cojo los pliegues de su coño entre mis dedos y los aprieto con fuerza. Ella jadea. Sigo apretando fuerte. Ella gime. Más fuerte. Aprieto lo más que puedo. Ella chilla. Agarrándola con fuerza, empiezo a azotar su culo con mi otra mano. La azoto con dureza, golpes picantes. Quiero dejar su culo rojo. Ella intenta de chafarse, pero mi mano izquierda todavía tiene un férreo control de su coño.
Ella me mira suplicante, como diciendo, “De acuerdo, ¿pero, puedes parar ahora? No, no puedo.” La azoto algo más. Mucho más. Sus nalgas tienen ahora un color rojo oscuro. Mientras sigo azotándola, pienso en lo próximo que voy a hacer con ella. Hay tantas posibilidades. Creo que voy a hacerle una foto a su culo desnudo, de un rojo brillante. ¿Y después de esto?

jueves, 10 de marzo de 2011

Trío

“El problema  de un trío es que dos pueden conspirar contra un tercero.” John Updike. 
Mientras la miraba cómo le chupaba su pene, sentí una mezcla de emociones, algunas positivas, otras más perturbadoras. Pero intenté estar receptivo y ser honesto conmigo mismo. Si usted no puede serlo, usted no debería hacer estas cosas.
Creo que puedo sobrellevar bastante bien los desencadenantes lógicos de los celos. Como, por ejemplo, ¿es su polla más grande que la mía? Si es así, ¿ella la prefiere de esta manera? ¿Le gusta chuparla mucho? Por mí mismo, puedo distanciarme de estas ansiedades. Después de todo, quiero que ella lo disfrute. Si usted quiere a alguien, usted quiere que ella disfrute del placer, quiere darle las cosas que a ella le gustan. Nunca quise que ella hiciera esto por mí. En cierta manera, sentía que yo podía realmente experimentar su placer. ¿Es extraño que un hombre diga, imaginándose a sí mismo como ella, haciendo lo que ella está haciendo? No veo el por qué. Los novelistas siempre hacen esto, se ponen a sí mismo en los zapatos de otros. Y a mi me gusta ver. Tengo curiosidad por ver a la gente hacer cosas que normalmente no se ven.
(Es innecesario decir, que existe un mundo diferente entre ver a alguien practicando, de verdad, una relación sexual y verlo en una película. Si usted no me cree, inténtelo.) Además, me siento atraído por cosas que son tabúes, hacer cosas que se suponen que son “perversas” o “libertinas.” Y una cosa más que yo estaba pensando mientras lo veía. Yo disfrutaba con su exhibición, con el hecho de que él la quería muchísimo. Supongo que es una especie de jactancia. Esta primera vez, sentía que todo esto me demostraba que yo era su dueño, como realmente lo soy, que podía darla a otro hombre, que podía decirle a él lo que podía y no podía hacer con ella. Todo esto era una prueba o demostración de que yo era su dueño, que ella era una propiedad mía.
Al intentar profundizar un poco más, yo diría un par de cosas más. En cierto modo, compartir con él la intimidad que tengo con ella, invitándole, por decirlo así; de alguna manera, intensificaba lo que tengo con ella. Sin duda, mucha gente se sorprenderá de esta declaración. Asumirán que usted no destruye la intimidad al exponerla a otro hombre. Pero, yo no lo sentía de esa manera. Y, sin embargo, no estoy seguro de esto sea paradójico, pues al ver lo que ella está haciendo, hace que me sienta distanciado. Cuando la follo, estoy tan cerca de ella que, literal y emocionalmente, apenas puedo verla. Ella y yo nos fundimos en uno. Cuando la veo con otro hombre, tengo una visión más objetiva. La veo como otra persona, no sólo como una parte de mí. Ella tiene una existencia sexual independiente. En cierta forma, esto es bueno. Significa que, ciertamente, no lo doy por asentado.
Pero, aquí es donde empieza a llegar lo negativo, aquí está el peligro. Los celos pueden empezar a despuntar. Podría ser que ella consigue demasiada independencia. Después de todo, ella no me necesita para hacer lo que está haciendo. Tal vez, ella preferiría que yo no estuviese aquí. Quizás, la estoy exhibiendo. Quizás, existan cosas que a ella le gustaría hacer con él y que no está dispuesta a hacerlas ante mi presencia. ¿Me atrevería a tener la oportunidad de averiguarlo, dejándola sola con él, si esto es lo que ella quiere? Esto es una caída emocional muy difícil.
Cuando esto termine, al final de la tarde, ¿qué es lo querrá más, la reafirmación de mi consentimiento y que siento de la misma manera que yo sentía antes por ella? O, ¿le echará de menos, deseando que él vuelva? ¿Podría yo seguir sintiendo lo mismo por ella y esta no sentir lo mismo por mí? Tener relaciones sexuales es una cosa muy importante y muy poderosa. No puedes distanciarte fácilmente por ti mismo. No puedes favorecer el desarrollo de algunos sentimientos para la persona que estás follando, ¿verdad? Esto no puedo carecer totalmente de sentido para ella, de lo contrario, ¿qué sentido tiene? Y puedo sentir, al verla, lo mucho que está siendo afectada por todo esto. Pero, ¿puede ella controlar esos sentimientos, una vez que los haya tenido?
Claramente, si usted no puede hacer frente a este problema, no deberá hacer estas cosas. Si no puedes soportar el calor, la sal de la cocina, como dijo Truman. Creo que le hice frente dando mi conformidad. Esto te da una visión interior de ti mismo. Creo que todavía no he llegado al fondo. Sin lugar a duda, es un gran riesgo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Caminos de dolor y placer

Una de las preguntas  que, con frecuencia, más me hace la gente que no tiene experiencia en el mundo de la D/s, es sobre el dolor y el placer. ¿Cómo puede sentirse bien una mujer siendo azotada? ¿Por qué una persona quiere ser atada en posiciones incómodas y desafiantes? ¿Por qué una persona anhela sentir la cera caliente vertida sobre su cuerpo, alfileres perforando su carne o descargas eléctricas en partes sensibles de su anatomía?
Objetivamente, creo que puedo comprender estas cuestiones. Después de todo, para la gran mayoría de la gente, tales cosas son desagradables, incómodas y probablemente dolorosas y horribles. Pero, no para todo el mundo. Para aquellas personas que la comunidad de la D/s etiqueta como “vainilla” o “mundana” (a alguien que no está en la comunidad) debe parecerle una persona retorcida, en vez de ser alguien que le apetezca, incluso, anhelar tales sensaciones. Con razón, la gente de la comunidad D/s está etiquetada por eso mismo, como “pervertida” y “desviada.”
Sin embargo, ¿qué es el dolor y qué es el placer? Yo diría que son exactamente la misma cosa, pero sólo experimentadas como algo diferente.
En general, considero que no es nada agradable cuando se lleva demasiado lejos, porque entonces, se vuelve doloroso. Así también, cualquier cosa dolorosa, cuando es adecuadamente moderada, se convierte en placer. Se trata de  sensaciones y de la forma en que se procesan.
Permítanme hablar primero del placer. El morderse el lóbulo de la oreja o los pezones es normal entre los amantes. Cuando estamos con una nueva pareja, podemos intentar algunas de las técnicas que funcionan efectivamente con otra. Y así  mordemos el pecho de nuestra amante y ella echarse para atrás y decir “Ay, no me muerdas  tan fuerte.” O tal vez, a nuestra pareja anterior le gustaba ser tratada con el mismo cuidado que a una paloma. Y, entonces, aprovechar esta experiencia para nuestra  próxima amante, que encuentra esta técnica aburrida, sin emoción, y que te exige y  dice: “Fóllame con fuerza, fóllame todo lo fuerte que puedas.”
Diferentes personas procesan las sensaciones de maneras distintas. Algunas son estimuladas con sensaciones muy suaves, pero otras requieren técnicas más enérgicas.
Sin embargo, si estas cosas se hacen prolongadas, pueden llegar a ser dolorosas. Por ejemplo, muchos hombres, una vez que descubren el clítoris de la mujer, pasan mucho tiempo frotándolo y frotándolo. Al principio, está bien, pero después de un tiempo (varía con cada mujer) el órgano empieza a secarse y sensibilizarse. Después de todo, incluso con caricias más suaves, se hace daño.
Demasiado placer se convierte en dolor.
Vamos a considera lo contrario. Como sádico, he azotado a más de una mujer. Lo que he descubierto, es que algunas mujeres pueden recibir mucho más que otras. Ahora, si yo llevara a cada mujer a mi límite usando la misma técnica, es probable que muchas de ellas no hubieran vuelto a tener otra sesión conmigo. Entonces, lo que tengo que hacer es descubrir los límites de mi pareja  y moderar lo que estoy haciendo, de modo que en vez de convertirse en una distracción, actúe como un acelerador para ponerlas en el marco correcto de la mente para lo que estoy planeando hacer a continuación.
Si se modera el dolor, se convierte en placer.
La condición límite varía con cada persona. Unas pueden admitir más, otras, menos. Algunas mujeres, que son profundamente masoquistas, buscan las sensaciones más extremas. Quieren esos niveles para llegar a ese estado mental, emocional y físico que tanto dolor les aporta. Para ellas, es una experiencia trascendental. Les permite evadirse libremente del mundo “real” y entrar en un reino especial de paz, equilibrio y liberación. Para la mayoría de las mujeres, tales sensaciones les harían gritar de agonía. No serían capaces de procesar la experiencia. Simplemente, no estarían preparadas emocionalmente para soportarla.
En sí mismo, no existe diferencia entre dolor y placer en términos físicos. Más bien, la verdadera diferencia está en cómo lo procesamos. Para la gente de la comunidad de la D/s, hay un anhelo de sensaciones muy extremas para satisfacer sus deseos. Para la gente de la comunidad vainilla, parece que el interés se centra más en  técnicas más moderadas.
Y, como un anexo lateral, nada de esto tiene algo que ver con la dominación y la sumisión. No confundamos nunca el S/m con la D/s. Aunque a menudo existe una relación, son cosas muy diferentes.

sábado, 5 de marzo de 2011

Forzar los orgasmos

¿Puedes forzar a una mujer a que tenga un orgasmo? Es un acto de intenso placer  y, en gran manera, deseado. Así pues, ¿por qué debería forzarla  a tener un orgasmo cuando ella lo quiere de todas las maneras? Y puesto que, para tener un orgasmo, hay que tener el deseo, ¿puede una mujer ser forzada a tenerlo si no tiene ese deseo inicial? ¿Puedes conseguir que una persona se sienta sexy si no quiere? El sentido común podría sugerir muy poca cosa. Pero pienso que, cuando una relación está basada en la dominación y la sumisión, los problemas del deseo y la voluntad pueden ser muy complicados.
Algunas mujeres disfrutan siendo atadas. Les gustan estar completamente indefensas, atadas de pies y manos para que no puedan moverse ni un centímetro. Entonces, ¿qué vas a hacer con una mujer una vez que la tienes en esa posición? ¿Qué pasa si no le gusta el dolor, no quiere ser azotada ni tener sus pezones pinzados? Le gusta sentirse impotente, pero no quiere que le hagan daño. Bueno, siempre existe la humillación con motivo de su objetificación. Puedes hacer una inspección íntima de su cuerpo, aprovechando su situación, para echarle una mirada a lo que normalmente está escondido y puedes meter los dedos o cualquier otro objeto en cualquiera parte de su cuerpo que te agrade. Y es bueno burlarse de ella, acariciarla, pellizcarla y mordisquearla en todas las partes de su cuerpo, viendo cómo se endurecen sus pezones o lo mojada que has conseguido que se ponga.
Pero, más pronto o más tarde, la pregunta surgirá, ¿sigues dispuesto a conseguir que ella se corra? Es divertido bromear, prolongar hasta un extremo insoportable la solución de este problema. Las mujeres sumisas suelen ser terriblemente impacientes y darles una lección sobre la virtud de esperar su placer y no conseguirlo inmediatamente, puede ser más valioso. Pero eventualmente, es probable que decidas presionarla hasta el límite, aunque solo sea para ver de cerca cómo los espasmos del éxtasis la dominan.
Pero entonces, ¿qué? ¿Vas a dejarla que se corra? Seguramente, existen dos posibilidades remotas. Veamos. Ella ha tenido un orgasmo. Tal vez, deba tener otro. ¿Por qué? No existe ninguna razón, excepto que es su deseo y tú disfrutas viéndola perder su control en el momento del clímax. Por lo tanto, tú decides si ella debería correrse nuevamente. Ahora, de acuerdo con mi experiencia con las sumisas poco putillas,  raramente, una sola vez es suficiente. Por lo tanto, la oportunidad de una segunda ayuda es ansiosamente aceptada. Y puede ser que hasta otra, también, después de una pausa para que recobre el aliento. Pero, y aquí es donde empieza a ser interesante, supongamos que usted quiere intentar un cuarto o un quinto orgasmo o más. Incluso la mujer más codiciosa querrá, en algún momento, sentir que suficiente es suficiente. Ahí es cuando tú debes insistir que eres el único que decide cuándo es el momento de parar.
Probablemente, perderé algunas lectoras y lectores. Sé que esta clase de cosas no es para todo el mundo. Pero, también sé que algunas mujeres se excitan pensando en esto. Les gustan el control y la indefensión y les encantan la idea de ser una puta completamente desvergonzada, corriéndose una y otra vez, incluso no se culpan por ello porque, después de todo, se les obligó a aceptar.
Mi experiencia, por lo que merece la pena, es que si tú vas a trabajar sobre este truco en particular, necesitas dos cosas (aparte de una víctima voluntaria). La primera, esto funciona mejor si tienes un vibrador potente. Una mujer me dijo una vez haber tenido un orgasmo con un vibrador de este tipo y sintió como que estaba siendo arrancada por la fuerza, que es precisamente el efecto que pretendemos.
¿Y la otra cosa? Supongo que el dominante necesita tener una mente perversa, preparada  para pasar por encima de las protestas de ella, de: “No más, por favor.” Tienes que estar dispuesto a presionarla de verdad, mostrarle quién está al frente de la relación.
Puedes sorprenderte de los resultados que puedes conseguir.

jueves, 3 de marzo de 2011

La cuerda

Le envié un correo electrónico. “Consigue una cuerda, ni fina ni gruesa. Antes de meterte esta noche en la cama, átala alrededor de tu cintura y te la anudas por detrás. A continuación, uno de los extremos del bucle pásalo por entre las piernas, tira de él hacia arriba y por encima de tu vientre intenta hacer un nudo por delante. Mantente así toda la noche.”
Yo quería algo que fuera un constante recordatorio de su sumisión a través de una presión continua y firme. Le dije que no se atara muy fuerte, ni dolorosa ni incómoda (aunque yo se lo podría exigir otro día). Simplemente, quería que ella sintiera que toda la noche estaba bajo mi control.
Al día siguiente, le pregunté que tal había ido. Me dijo que bien. No era algo con lo que realmente se sintiera restringida. Era como si la cuerda la hiciera sentirse segura. Es cierto que la mantuvo constantemente consciente de su sumisión. La cuerda la irritaba ligeramente, produciéndole la suficiente sensación para que su coño necesitara algo. Quizás, no una excitación en sí, pero sí creando las condiciones para la misma.
“Voy a hacer que la lleves en la oficina,” le dije.
Parecía dudosa. Ella pensó que se le podría notar debajo de la falda.
“Entonces, necesitarás conseguir una cuerda diferente y una falda diferente,” le dije.
“Sí, Señor,” contestó.
Ella está empezando a aprender que cuando digo algo que quiero, lo tendré sin importarme nada.