domingo, 13 de marzo de 2011

Sobre la naturaleza del castigo. Parte II

Continuaré por donde lo dejamos.
Estropeada la cane, estropeada la sumisa.
Cuando la sumisa no cumple con su obligación, necesita alguna forma de expiación. El castigo la permite moverse hacia el perdón una vez cometida su falta. Para una sumisa, pedir el castigo no es solamente seguir un protocolo. Ella así lo requiere. A menudo, se desespera por ello. Se debe tener cuidado al denegar esas peticiones. Hacerlo así, colocará a la sumisa en una especie de  limbo, entre el castigo y el perdón. Esto será emocionalmente agotador y, con frecuencia, la previene para cumplir  correctamente con su deber. A menos que usted conozca bien a la sumisa, la mejor alternativa es ejecutar el castigo.
El castigo también facilita comprender los límites aceptables de su conducta. Las sumisas aprenden rápidamente lo que está y no está permitido. Por lo tanto, la relación siempre contendrá un elemento de formalidad. Esta puede ser a la vez erótica y terapéutica.
Además, el dominante puede estar enfadado con ella. El castigo proporciona una oportunidad para que el enfado sea hablado y disipado. Existe un factor implícito como “válvula de seguridad” en el proceso de castigo que no debería pasarse por alto. El enojo no se debe acumular con el tiempo, de modo que pueda llegar a niveles peligrosos.
Por supuesto, el dominante responsable es consciente que después que el castigo se ha hecho efectivo,  debe estar dispuesto a perdonar y olvidar la infracción. Recordar continuamente a la sumisa su fallo después de los hechos, es ominoso. Además, esto disminuye el valor del castigo. Si la sumisa sospecha que el castigo no la lleva a conseguir el perdón de su dominante, entonces, su efectividad se reduce notablemente.
Por lo tanto, el acto del castigo ofrece importantes resultados emocionales tanto para el dominante como para la sumisa. Aunque, me resulta interesante observar cómo, al igual que con las atracciones, son asimétricos.
¿Cuándo debería el dominante castigar a la sumisa? La respuesta más simple es, por supuesto, cuando no cumpla con su deber o incumpla una norma.
Hay dos formas básicas de incumplimiento. La primera es un acto deliberado. Esto es, cuando la sumisa toma conscientemente la decisión de no cumplir una disciplina o tarea. Existen varias razones para esta conducta anormal, la cual requiere una solución diferente.
En el caso de las sumisas masoquistas, pueden querer una paliza física. Darles lo que ellas quieren, refuerza lo inaceptable de su conducta. Es evidente que un castigo por este comportamiento es esencial, pero con el fin de satisfacer el requerimiento del sufrimiento, es necesario desarrollar un castigo que ella no desee. De acuerdo con mi experiencia, tanto el aislamiento como la indiferencia son muy eficaces. Se podría pensar también en hacer una pausa en las rutinas para infligir el dolor que se está buscando. Más adelante, diré más sobre las formas de castigar.
Otra razón para un incumplimiento adrede es probar los límites de conducta aceptable.  En otras palabras, ¿cuánto margen de maniobra le permite su dominante? Aquí, el dominante tiene una opción. Si la conducta es aceptable, entonces, no necesita castigarla. De lo contrario, la sumisa deberá ser castigada. Una vez más, el castigo debe ser visto como una penalización.
Una tercera razón para un fallo deliberado puede ser un conflicto no resuelto entre el dominante y la sumisa. El incumplimiento de su tarea u obligación es una señal de este problema. Aquí, es improbable que un castigo resuelva el conflicto. Un dominante debe reconocer este problema cuando la sumisa continua repetidamente cometiendo el mismo error o cuando su actitud cambia. En este punto, se requiere el diálogo entre las partes involucradas. O bien, cualquiera de las partes puede terminar con la relación.
La última clase de error adrede es cuando una obligación sobrepasa  la capacidad de la sumisa. Frecuentemente, los dominantes suelen asignar disciplinas que simplemente no pueden ser realizadas o requieren una experiencia que la sumisa no ha adquirido todavía. Mi preferencia personal es perdonar tales errores sin castigar. Por supuesto, esto lleva a un debate sobre los objetivos establecidos para la sumisa, pero sospecho que será necesaria otra prueba.
La segunda forma de fracaso es un acto no deliberado. Aquí, la sumisa simplemente ha olvidado realizar una obligación asignada. El castigo es siempre requerido en tales casos. La sumisa se sentirá abatida e infeliz con su error. Requieren un mecanismo que les permita ser perdonada para liberar sus sentimientos negativos y retornar al cumplimiento. Ser perdonada por el dominante raramente es suficiente. También ellos deben perdonarse a sí mismos y hacer esto en contra de su pesar, es necesario alguna manera de expiación.

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