Continuaré por donde lo dejamos.
Estropeada la cane, estropeada la sumisa.
Cuando la sumisa no cumple con su
obligación, necesita alguna forma de expiación. El castigo la permite moverse
hacia el perdón una vez cometida su falta. Para una sumisa, pedir el castigo no
es solamente seguir un protocolo. Ella así lo requiere. A menudo, se desespera
por ello. Se debe tener cuidado al denegar esas peticiones. Hacerlo así,
colocará a la sumisa en una especie de
limbo, entre el castigo y el perdón. Esto será emocionalmente agotador
y, con frecuencia, la previene para cumplir
correctamente con su deber. A menos que usted conozca bien a la sumisa,
la mejor alternativa es ejecutar el castigo.
El castigo también facilita comprender
los límites aceptables de su conducta. Las sumisas aprenden rápidamente lo que
está y no está permitido. Por lo tanto, la relación siempre contendrá un
elemento de formalidad. Esta puede ser
a la vez erótica y terapéutica.
Además, el dominante puede estar enfadado
con ella. El castigo proporciona una oportunidad para que el enfado sea hablado
y disipado. Existe un factor implícito como “válvula de seguridad” en el
proceso de castigo que no debería pasarse por alto. El enojo no se debe
acumular con el tiempo, de modo que pueda llegar a niveles peligrosos.
Por supuesto, el dominante responsable es
consciente que después que el castigo se ha hecho efectivo, debe estar dispuesto a perdonar y olvidar la
infracción. Recordar continuamente a la sumisa su fallo después de los hechos,
es ominoso. Además, esto disminuye el valor del castigo. Si la sumisa sospecha
que el castigo no la lleva a conseguir el perdón de su dominante, entonces, su
efectividad se reduce notablemente.
Por lo tanto, el acto del castigo ofrece
importantes resultados emocionales tanto para el dominante como para la sumisa.
Aunque, me resulta interesante observar cómo, al igual que con las atracciones,
son asimétricos.
¿Cuándo debería el dominante castigar a
la sumisa? La respuesta más simple es, por supuesto, cuando no cumpla con su
deber o incumpla una norma.
Hay dos formas básicas de incumplimiento.
La primera es un acto deliberado. Esto es, cuando la sumisa toma
conscientemente la decisión de no cumplir una disciplina o tarea. Existen
varias razones para esta conducta anormal, la cual requiere una solución
diferente.
En el caso de las sumisas masoquistas,
pueden querer una paliza física. Darles lo que ellas quieren, refuerza lo
inaceptable de su conducta. Es evidente que un castigo por este comportamiento
es esencial, pero con el fin de satisfacer el requerimiento del sufrimiento, es
necesario desarrollar un castigo que ella no desee. De acuerdo con mi
experiencia, tanto el aislamiento como la indiferencia son muy eficaces. Se
podría pensar también en hacer una pausa en las rutinas para infligir el dolor
que se está buscando. Más adelante, diré más sobre las formas de castigar.
Otra razón para un incumplimiento adrede
es probar los límites de conducta aceptable.
En otras palabras, ¿cuánto margen de maniobra le permite su dominante?
Aquí, el dominante tiene una opción. Si la conducta es aceptable, entonces, no
necesita castigarla. De lo contrario, la sumisa deberá ser castigada. Una vez
más, el castigo debe ser visto como una penalización.
Una tercera razón para un fallo
deliberado puede ser un conflicto no resuelto entre el dominante y la sumisa.
El incumplimiento de su tarea u obligación es una señal de este problema. Aquí,
es improbable que un castigo resuelva el conflicto. Un dominante debe reconocer
este problema cuando la sumisa continua repetidamente cometiendo el mismo error
o cuando su actitud cambia. En este punto, se requiere el diálogo entre las
partes involucradas. O bien, cualquiera de las partes puede terminar con la
relación.
La última clase de error adrede es cuando
una obligación sobrepasa la capacidad de
la sumisa. Frecuentemente, los dominantes suelen asignar disciplinas que
simplemente no pueden ser realizadas o requieren una experiencia que la sumisa
no ha adquirido todavía. Mi preferencia personal es perdonar tales errores sin
castigar. Por supuesto, esto lleva a un debate sobre los objetivos establecidos
para la sumisa, pero sospecho que será necesaria otra prueba.
La segunda forma de fracaso es un acto no
deliberado. Aquí, la sumisa simplemente ha olvidado realizar una obligación
asignada. El castigo es siempre requerido en tales casos. La sumisa se sentirá
abatida e infeliz con su error. Requieren un mecanismo que les permita ser
perdonada para liberar sus sentimientos negativos y retornar al cumplimiento.
Ser perdonada por el dominante raramente es suficiente. También ellos deben
perdonarse a sí mismos y hacer esto en contra de su pesar, es necesario alguna
manera de expiación.
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