martes, 29 de marzo de 2011

Sobre la naturaleza del castigo. Parte III

Formas de castigo:
La variedad de castigos es casi ilimitada y está solamente ligada a la creatividad del dominante. No voy a entrar en una lista detallada de todas las posibles opciones, pero restringiré mis comentarios a unas pocas pautas.
Si recordamos la definición, un castigo es válido solamente si conlleva una pena o un sufrimiento por parte de la sumisa. De lo contrario, no tiene sentido
La forma más común de castigo es la imposición de un trauma físico. Esto puede manifestarse desde lo simple a lo complejo, desde el azote a cualquier dolor físico o psíquico. Sin embargo, no existe nada que exija la aplicación de un dolor físico con el fin de satisfacer los requisitos de un castigo.
Como se dijo anteriormente, la sumisa masoquista a menudo desea el dolor físico. Incluso las sumisas que no son de naturaleza masoquista, a veces, hablan de lo mucho que disfrutan siendo azotadas o flageladas, de cómo las transportan a su “espacio de sumisión”. Además, algunos dominantes, que son también sádicos, pueden estar demasiado ansiosos por encontrar “errores” en el comportamiento de sus sumisas para poder tener una excusa con que “castigarlas.”
Pero, cuando le das a alguien una cosa que produce placer, entonces, por definición, no puede ser un castigo. Es una recompensa. De ahí el estereotipo de “Oh, mí Amo, he sido una mujer tan mala. Merezco ser azotada. Castígueme.” Este tipo de conducta típicamente termina en sexo y, por lo tanto, incluso, es más una recompensa.
Claramente, esto tiene poco que ver con el castigo. Esto es un juego. Utilizar esto como una forma de castigo, solo hace reforzar la conducta negativa. Además, pondrá en peligro la relación de poder entre el dominante y la sumisa. Cuando ésta quiere llamar la atención, simplemente no cumplirá una norma y espera la respuesta deseada. Esto pone el poder en manos de la sumisa, donde no debe estar y, en última instancia, llevará a la insatisfacción de la sumisa y al fracaso de la relación.
Por lo que podemos concluir que, usar el dolor físico como castigo en una sumisa masoquista no es recomendable. Para la sumisa no masoquista, azotarla de una forma u otra es aceptable bajo ciertas circunstancias. Pero, hay que tener cuidado de recordar que el castigo no tiene nada que ver con el sexo, y para concluir, una sesión con castigo físico y  con sexo es contraproducente para los fines de los castigos.
Los dominantes que recurren al látigo para cada infracción no están actuando de una manera responsable. No sólo indica una falta de imaginación por parte del dominante, pues si sólo hay una forma de castigo para todas las infracciones, entonces, la sumisa no tiene manera de evaluar la objetividad de la tarea. La intensidad del castigo debe estar relacionada con la importancia de la disciplina o con la norma que ha sido incumplida.
Cuando he entrenado, siempre he intentado adecuar el castigo con el incumplimiento. Una técnica clásica es la inversa. Por ejemplo, si una sumisa deja de seguir una disciplina después de advertirlo tres veces, entonces, el castigo tendría que anunciarse en primera persona durante algún período de tiempo. Cada vez que ella abre su boca, se le debería recordar su fallo. Otro ejemplo, quizás una sumisa no sirviera la comida correctamente. El castigo podría ser prohibirla servir la comida durante un cierto tiempo. Ver a su mismo dominante sirviendo, sería un castigo suficiente.
Algunas infracciones son más graves y requerirán un castigo significativo. Por ejemplo, no proporcionar un servicio adecuado a los invitados. Esto refleja una mala imagen del dominante. El castigo por esta falta requerirá algo más que un latigazo o un severo azote. Puede entrañar confinamiento, denegación de servir e incluso reaprendizaje. De esta manera, ella es consciente de lo que es fundamental para su dominante.

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