Le envié un correo
electrónico. “Consigue una cuerda, ni fina ni gruesa. Antes de meterte esta
noche en la cama, átala alrededor de tu cintura y te la anudas por detrás. A
continuación, uno de los extremos del bucle pásalo por entre las piernas, tira
de él hacia arriba y por encima de tu vientre intenta hacer un nudo por
delante. Mantente así toda la noche.”
Yo quería algo que fuera
un constante recordatorio de su sumisión a través de una presión continua y
firme. Le dije que no se atara muy fuerte, ni dolorosa ni incómoda (aunque yo
se lo podría exigir otro día). Simplemente, quería que ella sintiera que toda
la noche estaba bajo mi control.
Al día siguiente, le
pregunté que tal había ido. Me dijo que bien. No era algo con lo que realmente
se sintiera restringida. Era como si la cuerda la hiciera sentirse segura. Es
cierto que la mantuvo constantemente consciente de su sumisión. La cuerda la
irritaba ligeramente, produciéndole la suficiente sensación para que su coño
necesitara algo. Quizás, no una excitación en sí, pero sí creando las
condiciones para la misma.
“Voy a hacer que la
lleves en la oficina,” le dije.
Parecía dudosa. Ella
pensó que se le podría notar debajo de la falda.
“Entonces, necesitarás
conseguir una cuerda diferente y una falda diferente,” le dije.
“Sí, Señor,” contestó.
Ella está empezando a
aprender que cuando digo algo que quiero, lo tendré sin importarme nada.
A grandes peticiones, grandes remedios.
ResponderEliminarSaludos.
Por supuesto, minerva, grandes remedios, grandes exigencias, dar en demasía y recibir en demasía...en resumidas cuentas, son retos y me gusta que los comprendas...
ResponderEliminarSupongo que ese es el punto de no retorno: cuando nos damos cuenta de que si El quiere algo de ti lo tendrá antes o después.
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