Nada de sangre, ella lo había dicho justo desde el principio. Nada de
cuchillos, nada de cortes, nada de agujas. Es un límite absoluto, es mí límite.
Él lo acepta sin chistar. Pero, un día, ella vio una foto de una sumisa con una
serie de agujas a lo largo de toda su columna vertebral. Todo el conjunto parecía
una espiga preciosa. Y una cinta rosa atravesaba las agujas, como si ella
estuviera envuelta de cintura para arriba como un regalo para alguien.
Ella se estremeció cuando vio la foto, se movió a toda prisa. ¿Cómo
podría alguien permitir eso? Sin duda, este dolor y este peligro. Pero más
tarde, ella volvió para echar otro
vistazo. Y, al día siguiente, otro. ¿Cuánto tenía que doler, verdad? Ella
investigó un poco. Las agujas eran fuertes y afiladas. Y esterilizadas. Las
consiguió en una tienda que vende suministros médicos o por Internet.
Ella encontró algunos relatos escritos por mujeres que habían
soportado estas experiencias. Mujeres que hablaban de las increíbles alturas
que habían conseguido y de las profundas satisfacciones al ser traspasadas de
esta manera. “No sé si yo soy tan sumisa como para llegar a eso,” pensó. “Me
gustaría serlo, pero no lo sé.”
Ella le habló al respecto. Notaba que él estaba excitado. “¿Qué se
siente con este dolor?” preguntó él. Ellas dicen que es como cuando vas al
médico para que te ponga la vacuna contra la gripe. No es peor.
“¿Eres aprehensivo?,” le preguntó ella. “¿Serías capaz de hacérmelo a
mí?” Él pensó en esto. Siempre y cuando no haya mucha sangre, dijo él. Parece
que no, apostilló ella.
¿Es eso lo que quieres que te haga? Preguntó él. ¿A lo largo de la
espalda? Ella estaba mirando a más fotos. Mujeres con agujas a través de sus
pechos, a través de sus labios. No, ella pensaba, no ahí. No ahora; tal vez,
nunca. Pero, y ¿por la espalda?
Me hicieron una vez la acupuntura, dijo ella; ¿te lo dije? Me imagino
que esto tiene que ser un poco como eso.
Cuando las agujas fueron quitadas, ella las guardó. Al día siguiente,
ella fue y las miró. Quizás, el dolor no sea tan malo, pero era la idea de las
agujas traspasando su blanda y tierna carne… A ella, le daba miedo. Supongo, él
dijo cuando ella se lo dijo, que si no existiera el miedo, no tendría mucho
sentido. Ella tuvo que admitir su lógica.
Necesitaré una palabra de seguridad, dijo ella. Y quizás, también, una
buena copa.
Me producen tanto temor como placer, pero cuidado con tocar un nervio, ese dolor si que no es nada placentero
ResponderEliminarPara evitar no tocar un nervio, es bueno que el Dominante conozca un poco la anatomía de su sumisa y otra cosa muy importante, es aplicar las agujas en un ambiente sereno y sin prisas..
EliminarBen Alí
Analizar y volver a analizar, luego hablarlo con tu pareja para tomar la mejor decisión es acertado.
ResponderEliminarBuen relato, saludos
El diálogo entre la pareja es importantísimo para llegar a los niveles de colocar agujas a la sumisa, siempre lo aconsejo. Una vez que se ha vivido la experiencia, también es positivo hacer una reflexión mutua sobre la experiencia y las sensaciones experimentadas o vividas...
EliminarGracias por leerme...
Ben Alí