sábado, 22 de junio de 2013

Agujas

Nada de sangre, ella lo había dicho justo desde el principio. Nada de cuchillos, nada de cortes, nada de agujas. Es un límite absoluto, es mí límite. Él lo acepta sin chistar. Pero, un día, ella vio una foto de una sumisa con una serie de agujas a lo largo de toda su columna vertebral. Todo el conjunto parecía una espiga preciosa. Y una cinta rosa atravesaba las agujas, como si ella estuviera envuelta de cintura para arriba como un regalo para alguien.

Ella se estremeció cuando vio la foto, se movió a toda prisa. ¿Cómo podría alguien permitir eso? Sin duda, este dolor y este peligro. Pero más tarde,  ella volvió para echar otro vistazo. Y, al día siguiente, otro. ¿Cuánto tenía que doler, verdad? Ella investigó un poco. Las agujas eran fuertes y afiladas. Y esterilizadas. Las consiguió en una tienda que vende suministros médicos o por Internet.

Ella encontró algunos relatos escritos por mujeres que habían soportado estas experiencias. Mujeres que hablaban de las increíbles alturas que habían conseguido y de las profundas satisfacciones al ser traspasadas de esta manera. “No sé si yo soy tan sumisa como para llegar a eso,” pensó. “Me gustaría serlo, pero no lo sé.”

Ella le habló al respecto. Notaba que él estaba excitado. “¿Qué se siente con este dolor?” preguntó él. Ellas dicen que es como cuando vas al médico para que te ponga la vacuna contra la gripe. No es peor.

“¿Eres aprehensivo?,” le preguntó ella. “¿Serías capaz de hacérmelo a mí?” Él pensó en esto. Siempre y cuando no haya mucha sangre, dijo él. Parece que no, apostilló ella.

¿Es eso lo que quieres que te haga? Preguntó él. ¿A lo largo de la espalda? Ella estaba mirando a más fotos. Mujeres con agujas a través de sus pechos, a través de sus labios. No, ella pensaba, no ahí. No ahora; tal vez, nunca. Pero, y ¿por la espalda?

Me hicieron una vez la acupuntura, dijo ella; ¿te lo dije? Me imagino que esto tiene que ser un poco como eso.

Cuando las agujas fueron quitadas, ella las guardó. Al día siguiente, ella fue y las miró. Quizás, el dolor no sea tan malo, pero era la idea de las agujas traspasando su blanda y tierna carne… A ella, le daba miedo. Supongo, él dijo cuando ella se lo dijo, que si no existiera el miedo, no tendría mucho sentido. Ella tuvo que admitir su lógica.


Necesitaré una palabra de seguridad, dijo ella. Y quizás, también, una buena copa.

4 comentarios:

  1. Me producen tanto temor como placer, pero cuidado con tocar un nervio, ese dolor si que no es nada placentero

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    1. Para evitar no tocar un nervio, es bueno que el Dominante conozca un poco la anatomía de su sumisa y otra cosa muy importante, es aplicar las agujas en un ambiente sereno y sin prisas..

      Ben Alí

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  2. Analizar y volver a analizar, luego hablarlo con tu pareja para tomar la mejor decisión es acertado.

    Buen relato, saludos

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    1. El diálogo entre la pareja es importantísimo para llegar a los niveles de colocar agujas a la sumisa, siempre lo aconsejo. Una vez que se ha vivido la experiencia, también es positivo hacer una reflexión mutua sobre la experiencia y las sensaciones experimentadas o vividas...

      Gracias por leerme...

      Ben Alí

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