“Quítate
las bragas.”
Un mensaje inesperado en
su teléfono móvil. Ella está sola en su casa. No existe ninguna prohibición
para obedecerle de una manera inmediata. Pero, él sabe que ella obedecerá sobre
la marcha.
Ella se siente tan
abierta, tan accesible, tan vulnerable… Sus pantalones están sueltos. Sus dedos
podrían deslizarse fácilmente en su agradable vagina a través del agujero de la
entrepierna.
“Coge la cadena y manténla contigo toda la noche.”
Ella está en el
dormitorio. Da unos pasos y descuelga la cadena del armario. Se gira y se la
coloca alrededor de su cuello. La echa hacia sus hombros como si fuera un
pañuelo de seda suave. Pero, sin colores de aguas azuladas, verdes o púrpuras.
Y la deja caer sobre su espalda. Es una bufanda dura, fría y rígida. Eslabones
de acero gris plata apretando su tráquea. Esto le recuerda quién es ella.
Está excitada, le duele.
“Me duele el coño de tanto quererte,” le contesta a su
Dominante.
Siente sus dedos dentro
de ella. Follándola fuerte, hambriento y sin piedad.
“Puedes tocártelo ligeramente con la cadena. Eso es todo,” le sugiere por el
móvil.
“La cadena está fría y dura y rígida. Sin embargo, besa mi coño con ternura, como
un precioso regalo. Mi coño se abre y llora con deseo; no quiere nada más,” piensa ella.
Él quiere hacerle cosas.
Sus pensamientos, probablemente, la asustarían.
Es una danza constante,
delicada, sin coreografía fija. Lo que él quiere hacerle. Lo que ella quiere
darle. De lo que él intenta protegerla. Lo que ella no puede controlar. Lo que
él no puede impedir que suceda. Lo que ella no puede impedir que suceda.
Ninguno de los dos quiere la música hasta el final.
Él la está entrenando. Enseñándola
a recibir el dolor. A querer el dolor A someterla más, antes de sentir el dolor.
A pedirlo.
Aprender muy de prisa. Ella quiere aprender más rápido.
“Me gustaría poder aprender más rápido para que él pudiera hacer
todas esas cosas terribles que piensa – y que no se deshagan. No habrá nada más
que su placer y su orgullo y mi gratitud porque le puedo dar mucho –
especialmente – esa exquisita intimidad que se crea mientras, dando y
sufriendo, compartimos el dolor,” pensaba ella.
Precioso... ese sentimiento de querer entregar todo, solo por hacerle sentir, por hacerle sonreir a mi dominante... es lo mas grande que conozco.
ResponderEliminarGracias por tu respuesta y tu halago, pero también me satisface mucho que mis palabras tengan una proyección positiva en tu sumisión y entrega a tu Dominante...
EliminarBen Alí
Como siempre me ha hecho vivir la historia, he podido sentir el peso y el calor de esa cadena alrededor de mi cuello y es exquisito!
ResponderEliminarCasi siempre, la realidad imita a la fantasía, confío que puedas sentir el peso, la frialdad y, cómo no, también su calor sobre tu cuerpo...
EliminarBen Alí