viernes, 20 de diciembre de 2013

¿Qué consigo con esto?

El comentario que hizo una lectora anónima a mi artículo “Existe el dolor,” al preguntándome por qué no escribía sobre lo que siente el dominante, me hizo pensar. A lo largo de mis escritos, he hablado bastante sobre lo que el dominante siente cuando azota. Ahora bien, en el caso concreto de ese artículo, al dominante lo he enjaulado y he liberado al sádico y como el mundo de las parejas gira alrededor de los sentimientos y se analizan a través de ese prisma,  le pregunto: “¿Cree usted que yo expreso afecto y amor al infligir dolor?  ¿Qué tengo que  hacer para que sus gritos y entrega a los torrentes de emoción que moran dentro de ella, sean un acto de cariño y aprecio?”

 

Aunque no sea tan desinteresado como parece, me excita cuando ella se encoge y lucha por mantenerse en su sitio durante mi ataque. Si ella trata de escapar, me provoca un impulso felino para jugar con mi presa. Ese impulso, por sí mismo, no es para hacerle daño, sino para divertirme con ella, a su expensas. ¿Cruel o no? No estoy tan seguro de que sea tan significativo.

 

Sin embargo, se trata principalmente de calmarme a mí mismo. Si usted es o ha sido fumador, sabe de la ansiedad y de los nudos que se sienten cuando se está en un proceso de desintoxicación. Imagine la presión por relajarse que presiona sobre usted después de varios días. Eso es lo que se siente, respirar de su dolor. Y no tiene que ser elaborado o prolongado. Subrepticiamente, pellizcar su pezón y bloquear sus ojos con ello y ver su cambio de expresión, desde lo lúdico a su angustia, para morderse su labio y para ahogar su grito, puede ser más que suficiente.

 

E imagine que aprieta su pecho con su mano, en vez de tratar de arrancarlo. Imagínese que, sin decir palabra, le pide más, aceptando de todo corazón, nadando contra la corriente del instinto que le dice que se aleje del dolor. ¿Cómo puede cualquier cuerpo quedarse tan frío ante tal aceptación?


Me gusta pensar en mi ataque como constructivo más que destructivo. Sin nada más, por lo menos, mi ataque es para apreciar la belleza más que para estropearla. Mi ataque es para comunicarme con ella, conectar con ella, para apropiarme de su expresión de cómo yo la impacto. Para quererla, para mostrarle mi aprecio por todo lo que ella se está obligando, para liberar su mente y su corazón, para que ella sea libre de sentir y percibir todo lo que ella sea capaz. Controlar su experiencia y dejarla que vuele, aunque ella esté entre mis manos.

Creo que, términos de un sádico, intento analizar, evaluar y predecir su reacción, controlando su cuerpo y, a través de este, controlar su mente. Como sádico, no creo ni pienso en términos de liderarla ni presionarla para que se realice para mí, pienso en cómo asumir el control de sus emociones y aceptarla, usarla y devorarla.


1 comentario:

  1. Controla cada movimiento de la sumisa, admirándola al mismo tiempo, dándole tanto placer, que dudo que quisiera volar de entre sus manos.

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