martes, 10 de noviembre de 2020

Dolor y placer

 Siempre ha sabido que existe una línea muy fina entre algo que es placentero y algo que es desagradable, incluso doloroso. Que, a veces, ella tiene que soportar un poco de dolor para que se revele el placer. Por ejemplo, el dolor del parto, que inmediatamente es seguido por la abrumadora sensación de placer, mientras la madre mantiene a su bebé en sus brazos. Pero, antes de comenzar este viaje hacia la sumisión, ella tenía muy poca experiencia del placer en el sentido sexual. Apenas tenía idea de que su cuerpo respondería al dolor de la manera que lo hace.

Al principio de la relación con su Amo, ambos eran un poco reticentes cuando se trataba del dolor y Él se lo infligía. Tuvieron sexo anal casi de inmediato, y eso, en primera instancia, fue un poco doloroso para ella, dando inmediatamente paso al placer. Pero, su Dominante no se apresuró a azotarla ni a causarle dolor de ninguna otra manera. Eso había llegado gradualmente a medida que exploraban sus límites y Él había crecido para reconocer sus necesidades.

 

Una de sus primeras experiencias del dúo placer/dolor fue cuando ella puso las pinzas en sus pezones durante una conversación telefónica con Él. De inmediato, se dio cuenta de que ella estaba experimentando una sensación placentera, incluso, cuando estaba sintiendo dolor y cuando se conocieron personalmente, introdujo el juego de las pinzas en sus pezones. Resulta que ésta ha sido una de sus mayores fuentes de placer e, incluso, cuando se las coloca, ella siente la necesidad de abrirle sus piernas para que su coño brote. Apretar y morder sus pezones tienen un efecto similar, muy útil para recordarle quién y qué es ella.

 

Progresivamente, su Amo está usando varios implementos (recientemente un cinturón) para azotara y, de nuevo, encuentra la experiencia desagradablemente dolorosa y, al mismo tiempo, maravillosamente excitante. En particular, le encanta cuando se acerca a su pubis con los golpes del cinturón que tanto la excitan.

 

Aquel fin de semana juntos, el dolor le pareció una manera excelente de nivelarla y reintroducir su mente y cuerpo en su sumisión. Hizo que ella le contara una y otra vez lo puta y zorra que era. Si bien podría sentir dolor, ya sea por haber sido azotada, pellizcada, sujetada, restringida o, cuando su pene entró en su cuerpo necesitado, ella sintió que sus jugos fluían de sí misma y la excitación dentro de su cuerpo. Ella se sentía como si hubiera vuelto a casa.

 

Probablemente, esa era la razón por la que había luchado para recuperarse esa semana y por qué extrañaba a su Dominante, junto a su sumisión. En esos mismos instantes, ella daría cualquier cosa, por sentir dolor y placer. ¿Verdad, sumisa anónima que me lees…?

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