lunes, 15 de marzo de 2021

Atada

Ella se acuesta en la cama. Las piernas abiertas, sus muñecas y tobillos asegurados en cada esquina por cuatro cuerdas de seda. Ella se gira y tira de sus ataduras, pero todo esto, lo único que provoca son cortes en sus carnes. Intenta girar su muñeca derecha para alcanzar el nudo que la sujeta. Antes ha logrado zafarse de las ataduras, y aunque el precio que pagó por tal desobediencia fue alto, eso no la impide volver a contemplarlo.

 

Lo escucha antes de que la azote, pero no hay nada que pueda detenerlo y, en un instante, el bucle hace un contacto punzante con la piel de su muñeca expuesta. Inmediatamente comienza a aparecer un marca roja y quiere tirar de su brazo hacia adentro, protegerlo del daño con su cuerpo. Pero está atada, inmovilizada y mantenida en su lugar vulnerable y, expuesta para su placer.

 

“Ni siquiera lo pienses, puta. El castigo que recibiste la última vez no fue nada en comparación con el que vas a recibir.” Ella gira su cabeza hacia él, sus ojos mirándole. Una mezcla de pasión, deseo desenfrenado por él y su desafío bailan entre ellos, y esto le hace reír.

 

Al llegar a sus muslos, él pasa un dedo por su hendidura húmeda, dejándolo descansar en la entrada de esta. Sus caderas se doblan y trata de empujar hacia abajo contra la punta de su dedo, codicioso de que una parte de él esté dentro de ella. Sabe que anhela que empuje sus dedos dentro. A pesar de su rostro desafiante, la humedad entre sus piernas la delata y, durante un breve momento, presiona levemente su entrada y frota en círculos pequeños la carne húmeda que él encuentra allí.

 

Sus ojos se cierran y su ceño se frunce, mientras ella trata de concentrarse en su delicada caricia. Pero, cuando su cuerpo empieza a responder, él se detiene y la deja de nuevo abierta, lasciva y expuesta. Sus ojos se abren de golpe, a la vez que él se mueve hacia el extremo de la cama. Durante un instante la mira a su cara y una leve sonrisa parpadea entre sus labios antes de que él cambie su enfoque hacia su entrepierna. Aunque sus ojos la han mirado muchas veces, todavía sigue retorciéndose de vergüenza. Su instinto por cubrirse, incluso de él, es abrumador.

 

“Nooooo,” ella murmulla, y tira de las cuerdas para tratar de cerrar sus piernas tanto como puede. Él parece no haberla oído o, si lo hizo, eligió no reaccionar, sino agarrar sus muslos y separarlos con firmeza. Sus dedos separan los labios de su vagina y la mantiene abierta.

 

“Ahhh, tu coño, tan húmedo y preparado.” Mientras habla, ella puede sentir su respiración y los músculos de sus muslos se contraen como respuesta. Lo siguiente, sabe que sus labios están sobre ella y su lengua golpea su clítoris provocándole pequeñas ondas impactantes de placer que la recorren. Ella no puede evitar responder y arquea sus caderas, ofreciéndose a su boca. Su clítoris hinchado palpita debajo de su lengua.

 

“¡Oh, no, no, por favor! ¡No, owww, owww!” Sus dientes la muerden, pellizcando, tirando, retorciendolo, rechinando. Su clítoris, ahora sensible, y ella gime, llora y el placer ahora lucha con el dolor, la necesidad de correrse, luchando con la necesidad de que él se detenga. Su necesidad por correrse está comenzando a ganar y se mueve lo mejor que puede en su cara, pues esa es toda la señal que él precisamente necesita, y se detiene instantáneamente.

 

Retrocediendo y mirándola, dice: “¿Aún no, puta? ¡Puedes hacerlo mejor todo!”

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