Ella
se acuesta en la cama. Las piernas abiertas, sus muñecas y tobillos asegurados
en cada esquina por cuatro cuerdas de seda. Ella se gira y tira de sus
ataduras, pero todo esto, lo único que provoca son cortes en sus carnes.
Intenta girar su muñeca derecha para alcanzar el nudo que la sujeta. Antes ha
logrado zafarse de las ataduras, y aunque el precio que pagó por tal
desobediencia fue alto, eso no la impide volver a contemplarlo.
Lo
escucha antes de que la azote, pero no hay nada que pueda detenerlo y, en un
instante, el bucle hace un contacto punzante con la piel de su muñeca expuesta.
Inmediatamente comienza a aparecer un marca roja y quiere tirar de su brazo
hacia adentro, protegerlo del daño con su cuerpo. Pero está atada, inmovilizada
y mantenida en su lugar vulnerable y, expuesta para su placer.
“Ni
siquiera lo pienses, puta. El castigo que recibiste la última vez no fue nada
en comparación con el que vas a recibir.” Ella gira su cabeza hacia él, sus
ojos mirándole. Una mezcla de pasión, deseo desenfrenado por él y su desafío bailan
entre ellos, y esto le hace reír.
Al
llegar a sus muslos, él pasa un dedo por su hendidura húmeda, dejándolo
descansar en la entrada de esta. Sus caderas se doblan y trata de empujar hacia
abajo contra la punta de su dedo, codicioso de que una parte de él esté dentro
de ella. Sabe que anhela que empuje sus dedos dentro. A pesar de su rostro
desafiante, la humedad entre sus piernas la delata y, durante un breve momento,
presiona levemente su entrada y frota en círculos pequeños la carne húmeda que
él encuentra allí.
Sus
ojos se cierran y su ceño se frunce, mientras ella trata de concentrarse en su
delicada caricia. Pero, cuando su cuerpo empieza a responder, él se detiene y
la deja de nuevo abierta, lasciva y expuesta. Sus ojos se abren de golpe, a la vez
que él se mueve hacia el extremo de la cama. Durante un instante la mira a su
cara y una leve sonrisa parpadea entre sus labios antes de que él cambie su
enfoque hacia su entrepierna. Aunque sus ojos la han mirado muchas veces,
todavía sigue retorciéndose de vergüenza. Su instinto por cubrirse, incluso de
él, es abrumador.
“Nooooo,”
ella murmulla, y tira de las cuerdas para tratar de cerrar sus piernas tanto
como puede. Él parece no haberla oído o, si lo hizo, eligió no reaccionar, sino
agarrar sus muslos y separarlos con firmeza. Sus dedos separan los labios de su
vagina y la mantiene abierta.
“Ahhh,
tu coño, tan húmedo y preparado.” Mientras habla, ella puede sentir su
respiración y los músculos de sus muslos se contraen como respuesta. Lo
siguiente, sabe que sus labios están sobre ella y su lengua golpea su clítoris
provocándole pequeñas ondas impactantes de placer que la recorren. Ella no
puede evitar responder y arquea sus caderas, ofreciéndose a su boca. Su
clítoris hinchado palpita debajo de su lengua.
“¡Oh,
no, no, por favor! ¡No, owww, owww!” Sus dientes la muerden, pellizcando,
tirando, retorciendolo, rechinando. Su clítoris, ahora sensible, y ella gime,
llora y el placer ahora lucha con el dolor, la necesidad de correrse, luchando
con la necesidad de que él se detenga. Su necesidad por correrse está
comenzando a ganar y se mueve lo mejor que puede en su cara, pues esa es toda
la señal que él precisamente necesita, y se detiene instantáneamente.
Retrocediendo
y mirándola, dice: “¿Aún no, puta? ¡Puedes hacerlo mejor todo!”
Mmmmmm
ResponderEliminarGracias por la expresión tan provocadora.
EliminarBuen día