Imagínala…
la mujer en la mesa de la esquina…
Su
vestido rojo de lunares parece ser de los años setenta, pero el teléfono en su
mano delata su edad. Sus pulgares vuelan por la pequeña pantalla mientras
escribe un mensaje. Deja de escribir, mira hacia arriba y luego vuelve a mirar
la pantalla. Después mira hacia afuera, y posteriormente vuelve a mirar la
pantalla. Entonces, mira hacia afuera. No casualmente, pero con determinación.
Ella
está esperando a alguien. No a un marido, sino a un amante. Han decidido
encontrarse aquí, en este pueblo pequeño, cerca de la ciudad, pero lo
suficientemente lejos para que ningún familiar los vea. A él, le gustan las
mujeres que se parezcan al retrato de una esposa sumisa, de ahí su vestido a la
vieja usanza. Es un primer encuentro. Por eso, ella mira nerviosamente a su
alrededor para verlo. Se reúnen aquí para almorzar y luego dar un paseo por el
parque. ¿Entonces, al hotel? No para pasar la noche, sino para una tarde de
diversión. Diversión sexy, unos azotes en su trasero desnudo, el que ahora
esconde debajo de su vestido. Un buen polvo por detrás, y todavía con tacones y
medias. Incluso, quizás con su vestido.
Imagínelo… el hombre de la reunión…
Casualmente,
él está recostado en su silla, un bolígrafo en la mano descansando sobre un
cuaderno. Con la cabeza ladeada, escucha una discusión a su alrededor, tomando
notas. Él gira la cabeza de un orador a otro y nadie se da cuenta de que sus
ojos descansan un poco más en la secretaria. Ciertamente, ella no lo hace, está
demasiado absorta llevando el registro de la reunión para después escribir las
actas.
Él
ha observado su blusa, de corte demasiado escotado y el indicio de escote que
se asoma en ella. Sus pechos redondos y llenos lo han excitado antes, y ahora
piensa en llenarse las manos con ellos. De lamer sus pezones, y besando el
camino hasta llegar a su estómago. La ve frente a él, de espalda, en esta mesa
de conferencias, con la falda ajustada de tubo, levantada. Él follándola,
mientras ve sus pechos rebotar al ritmo de las embestidas.
Él
se mueve en su silla, cuando ella capta sus ojos en ella, sostiene la mirada,
sonríe y se sonroja antes de continuar tomando notas. Entre sus piernas, él
palpita, mientras más imágenes sexys de su pareja llenan su mente.
Imagínelos juntos… en un banco público…
Es
un día hermoso y soleado de primavera, cuando ella se inclina contra él, con la
espalda apoyada en su pecho. Están observando a otras personas de su alrededor,
corriendo en sus carreras o hacia cualquier destino donde sus pies los lleven.
Nadie les presta atención. Les encantan ver a la gente e imaginar cómo son sus
vidas. Pero, mientras comparten esas historias, sus manos vagan. Primero coge
un pecho y ella mira nerviosamente a su alrededor para ver si alguien se ha
dado cuenta. Nadie.
Ella
se pone aún más nerviosa cuando su mano desaparece dentro de sus pantalones. Su
cárdigan ligero oculta la posición de su mano, pero cualquiera que los mire,
sabrá al instante lo que está sucediendo. Para cuando él se sumerge en su
humedad y rodea su clítoris, a ella, ya no le importa si la gente mira. Ella
mantiene las piernas estiradas y juntas, dándole el espacio suficiente para
frotar su clítoris.
Inclinando
su cabeza hacia arriba, sus labios se tocan, y ella gime profundamente en su
clímax, en su beso apasionado.
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