Esta mañana, él le enseñó un
clip, diciendo que le había hecho pensar en ellos, en ella. Lo vió y le trajo
los recuerdos que volvieron a fluir.
A ella, le encanta afeitarlo,
estar de pie bajo la ducha con él. El agua caliente cayendo en cascada sobre su
espalda, mientras ella extiende la espuma de jabón sobre su cara. La primera vez
ella fue demasiado vacilante, haciendo movimientos ligeros con la navaja,
preocupándose de la posibilidad de poderle cortar, pero luego, él le cogió la
mano y la guió. Las veces siguientes ella miró, y después de unos días, le
preguntó si podía hacerlo de nuevo. Esta vez, ella sabía lo que estaba
haciendo. “Tienes que usar tus dedos para seguir el sentido de los vellos,
palpando la ubicación que has dejado, aprendiendo a través del tacto en qué
dirección están.” Algunos crecen hacia abajo, otros hacia arriba y algunos
incluso, se sienten como remolinos. El rostro de ella está cerca del de él, sus
ojos centrados en su piel, pero en realidad, es con sus dedos como de verdad
“ve” lo que está haciendo.
Ella puede sentir sus manos,
descansando en sus caderas y mirando hacia sus ojos. La está mirando, mirándola
a su cara, observándola. Aparentemente, ella tiene una mirada intensa de
concentración a su alrededor. Le encanta cómo cambia la sensación de su rostro
mientras trabaja, de una barba áspera a otra, tersa. Ninguno de los dos habla,
el único sonido es el de la ducha, fluyendo sobre los dos.
La única parte que ella todavía
no entiende del todo, es la zona de piel entre la nariz y el labio superior.
Silenciosamente, ella le devuelve la navaja y mira, aprendiendo, mientras
termina el trabajo que comenzó. Finalmente, él pasa sus manos por el resto de
su barbilla, verificando que haya hecho una buena labor. La sonríe y se acerca
a ella, empujándola hacia atrás, debajo de la ducha para que el agua pueda
llegar a su cara y limpiarla de los últimos restos de jabón.
Ahora, la mente de ella va a la
deriva, recuerda las veces que le lavó la cabeza, vertía el champú en su mano y
lo restregaba en el cabello con sus dedos, masajeando su cuero cabelludo. Sus
ojos se cierran y se queda allí, relajado y con lo que a ella le parece, una
expresión de satisfacción total en su rostro. Poco a poco, las manos de ella se
deslizan por su cuello y, tomando el jabón, lo lava por todas partes,
disfrutando de la sensación de su cuerpo húmedo y jabonoso bajo sus manos.
Hay algo tan erótico, tal vez
incluso, primitivo sobre todo esto. Usar sus manos femeninas para atender el
cuerpo de él, lavarlo y afeitarlo, explorarlo de una manera que es muy
diferente a lo que pasa entre ellos cuando están en la cama. El toque de ella
es sensual y amoroso, se toma su tiempo y puede nutrirlo por una vez. Le
encanta el suspiro suave que emite mientras lo acaricia, la manera que está tan
tranquilo y relajado. Su comportamiento le muestra justo lo que él está
disfrutando con el tacto de ella. Ésta se siente honrada de poder tocarlo así,
toda la experiencia la siente como un placer muy especial para ella, pero
luego, supone que es sólo su naturaleza sumisa, brillando.
Él extraña su tacto en ella, pero
también extraña su tacto en él, y realmente echa de menos las duchas. Lo ve ducharse
la mayoría de los días y anhela que llegue el momento, cuando pueda apartar las
cortinas y deslizarse junto a él, tomar la navaja de su mano y afeitarle con
suavidad esa zona.
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