Estar con los ojos vendados, llevar su collar y, de alguna manera, estar restringida, estas tres cosas preferiblemente le gustan a la vez.
A
ella, le encanta cuando el Dominante le venda los ojos y lo puede escuchar
moviéndose por la habitación seleccionando los juguetes (a veces, aparentemente
los ha extraviado). Le encanta el elemento sorpresa, incluso cuando lo que
parece es menos de su agrado. Por ejemplo, esas horribles pinzas que
recientemente ha usado en sus labios vaginales.
Estar
restringida, con las manos atadas o las piernas con una barra separadora (o
ambas), de alguna manera, hacen que esa chica se relaje de una manera que nunca
podría haber imaginado. Ella está menos nerviosa y es capaz de permitir que se
haga cargo de su propia sumisión.
Sólo
el collar pone a esa sumisa en su lugar, en ese espacio sumiso tan especial. El
dolor y la sensación del cuero en su piel. El darse cuenta de que no puede
mover la cabeza como lo haría de otra manera, todo se suma a la paz que siente
esa mujer cuando es capaz de someterse a Su voluntad y Su poder.
Esa
sumisa ama todas estas cosas. Por supuesto, ella no tiene voz ni parte en lo
que va a suceder. Él decide.
A
la sumisa, esto también le encanta.
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