jueves, 3 de marzo de 2011

La cuerda

Le envié un correo electrónico. “Consigue una cuerda, ni fina ni gruesa. Antes de meterte esta noche en la cama, átala alrededor de tu cintura y te la anudas por detrás. A continuación, uno de los extremos del bucle pásalo por entre las piernas, tira de él hacia arriba y por encima de tu vientre intenta hacer un nudo por delante. Mantente así toda la noche.”
Yo quería algo que fuera un constante recordatorio de su sumisión a través de una presión continua y firme. Le dije que no se atara muy fuerte, ni dolorosa ni incómoda (aunque yo se lo podría exigir otro día). Simplemente, quería que ella sintiera que toda la noche estaba bajo mi control.
Al día siguiente, le pregunté que tal había ido. Me dijo que bien. No era algo con lo que realmente se sintiera restringida. Era como si la cuerda la hiciera sentirse segura. Es cierto que la mantuvo constantemente consciente de su sumisión. La cuerda la irritaba ligeramente, produciéndole la suficiente sensación para que su coño necesitara algo. Quizás, no una excitación en sí, pero sí creando las condiciones para la misma.
“Voy a hacer que la lleves en la oficina,” le dije.
Parecía dudosa. Ella pensó que se le podría notar debajo de la falda.
“Entonces, necesitarás conseguir una cuerda diferente y una falda diferente,” le dije.
“Sí, Señor,” contestó.
Ella está empezando a aprender que cuando digo algo que quiero, lo tendré sin importarme nada.

3 comentarios:

  1. A grandes peticiones, grandes remedios.

    Saludos.

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  2. Por supuesto, minerva, grandes remedios, grandes exigencias, dar en demasía y recibir en demasía...en resumidas cuentas, son retos y me gusta que los comprendas...

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  3. Supongo que ese es el punto de no retorno: cuando nos damos cuenta de que si El quiere algo de ti lo tendrá antes o después.

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