“¿Dolerá?, ella pregunta.
“Sí,”
“¿Mucho?”
“Sí.”
“¿Demasiado?
“Eso depende.”
“¿De qué?
“De quién decida cuándo parar.”
“¿No sería yo?”
“Me temo que no.”
“¿Qué pasaría si no yo pudiera soportarlo?”
“Entonces, tendrías que tomar una elección.”
“¿Entre qué?”
“Entre tu deseo de agradarme y tu propia
comodidad.”
“Esa es una decisión difícil.”
“Esas son las únicas decisiones que merecen la
pena tomar.”
“Es fácil para usted decirlo.”
“Muy fácil.”
Ella piensa.
“¿Estás preparada?” él pregunta.
“Sí,” ella dice después de un rato. “Pero, ¿va a
cuidar de mí?”
“¿No lo hago siempre?”
“Tengo miedo.”
“Deberías tenerlo.”
“¿Va a hacerme daño, verdad?”
“Creo que ya acordamos eso.”
“Muy bien.”
Él admira la forma en que su barbilla se inclina hacia
arriba con determinación. Las mujeres sumisas son muy valientes. Eso hace que
se desee hacerles tanto más daño. Él acaricia sus lágrimas.
Siempre es un placer leerle, me pregunto si alguna vez escribira algo que no me agrade. Espero y sé que no pasara. Aunque a veces sea demasiado crudo con sus palabras, la realidad es tal cual, no siempre es color de rosa. Y apuesto que dolerá...
ResponderEliminarCindy