Algunas mujeres sumisas
descubren que el dolor en los pezones es una experiencia muy intensa. Es como
si el dolor fuera directamente al cerebro y, desde ahí, baje de inmediato a la
vagina, que duele y babea incesantemente. El dolor en los pezones está muy
focalizado, es muy agudo y puntual, por así decirlo. Algunas mujeres pueden
recibir un dolor muy intenso. No es exagerado decir que esa es adicta a esta
forma de sumisión, hasta el punto en que algunas veces, ella lo pedirá.
Ignorando incansablemente cualquier estenosis contra el trepar desde abajo.
“Ten cuidado con lo que
pidas,” no tengo costumbre de dar, pero ella no puede evitarlo. És como una
droga. Tanto es así que, tengo que protegerla de sí misma tomando la decisión de
cuándo parar. A menudo, el dolor la lanza al subespacio y ella va a flotar allí felizmente. Obviamente, por la
angustia que está sufriendo.
Por supuesto, esto no
quiere decir que a ella no le gusten también unos azotes. Es raro imaginarse a
una sumisa que no le guste. Pero, creo que, para algunas sumisas, no es tanto
el dolor como los aspectos psicológicos. Es tan reconfortante como humillante,
el ser puesta sobre las rodillas de él, tener las bragas bajadas y su culo al
descubierto. Reconfortante, porque la propia cercanía de su cuerpo, sus caderas
y vientre presionando contra él, la hace sentir con los pies en la tierra y
centrada, la hace sentirse donde tiene que estar. Y el golpe pesado y sordo de
su mano contra la piel desnuda es tranquilizador, sin importar lo mucho que
pique o duela.
Realmente, lo es tocarla
de una manera más directa e íntima. También es humillante, porque no es una
postura compatible con la preservación de su dignidad. Inevitablemente percibe
la sensación de ser una niña pequeña, cuando es inclinada sobre su rodilla. Su estado
es muy claro, es su lugar en el esquema de las cosas.
Soy muy consciente de
que el dolor sobre el trasero puede llevar también a una mujer al subespacio.
Es por eso que para esa mujer, los efectos no son tan inmediatos y poderosos
como tenerla con los pezones torturados. Tal vez, algunas de mis lectoras
sumisas se pregunten qué estará pensando el dominante mientras está haciéndole
daño. No estoy muy seguro de que pensar sea la palabra correcta. Sé que mi polla
se pone dura, pero decir que un hombre está pensando con su pene, normalmente
no se entiende como un cumplido. Sé que consigo una sensación embriagadora de
mi poder. El conocimiento de que puedo hacer esto, que puedo hacerla sufrir
para mí, es tan gratificante como excitante. También sé que quiero hacer esto
por ella, no sólo a ella.
Disfruto alimentando su
anhelo, disfruto al saber que ella desea esto muchísimo. Es bueno darle placer.
Pero, también lo puedo denegar, pues tengo un lado cruel. Mientras elevo el
nivel de dolor hasta niveles insoportables (pero nunca del todo), mi lado
sádico me insta a ser más insistente. Quiero ver cómo se retuerce y oírla
gritar. No puedo decir por qué me gusta esto. Pero sé que es algo que está en
mí y está estrechamente relacionado con mis impulsos sexuales más profundos.
Un día, vamos a llegar
a un punto donde ella realmente, no pueda aguantar más. No estoy seguro de que
hayamos llegado allí todavía. Por lo tanto, lo peor está por venir.
“¡Pobre mujer!”
Cuando no tenía ni la más minima idea de mi estado de mi sumisión, a mí me causaba placer que torturan mis pechos y pezones durante el acto sexual. Oh sí, yo pedía que no dejara de morder, de chupar fuerte, pedía a gritos que se adueñaran de mis pechos.
ResponderEliminarCreo que era la única forma en la que yo podía llegar al climax, al éxtasis total del acto sexual. Me hacía sentir viva y ciertamente sentía la conexión conmi sexo.
Sé que aceptaría cualquier tortura a mis pechos. Y puede que no soporte el dolor, pero al final es lo que deseo salirme dela zona de confort...
En cuanto a los azotes no tengo mucho que aportar aún.
"Pobre mujer" ... Después de leer su post de hoy ,digo también, "pobre mujer" ...
Cindy