(He aquí otro escenario
que escribí para esa mujer como un ejemplo de ejercer el control sin dolor).
¿Crees que ella es
bonita?” le pregunta.
“Sí, mucho,” dice el
otro hombre.
“¿Te gustaría ver más
de ella?”
“Me
gustaría,” le responde.
“De
acuerdo,” le dice a la chica, “quítate las bragas, súbete la falda y échate de
espalda sobre la mesita de café.”
Ella
se le queda mirando. No puede creer lo que está oyendo.
“Estoy esperando,” dice con esa voz severa que él suele usar cuando
está enfadado. A ella, no le gusta esa voz. No es que ella tenga miedo, más
bien, que odia incurrir en su desaprobación. Así pues, ella se encoge de
hombros, como diciendo: “De acuerdo, usted es el jefe. Si usted está seguro de
lo que quiere.”
Ella mete sus manos por debajo de su falda, tira de sus bragas hasta
los tobillos y las saca. Tratando de no mirar al otro hombre, ella se recuesta
de espalda sobre la mesita baja de café y levanta su falda. Ambos hombres se
quedan mirando su entrepierna, recién afeitada esa misma mañana.
“¿Qué piensas?” él pregunta.
“Hermosa,” dice el otro hombre.
“Ella tiene un buen coño,” dice. “Bien desarrollado. No es solo una
rajita estrecha como las chicas, como tienen las niñas.”
Él se inclina hacia abajo y aprieta los labios de su coño, tirando de
ellos. Ella se sonroja de un color rojo brillante. Ambos hombres se inclinan
sobre ella, mirando fijamente, mientras él tira de sus labios de un lado a
otro, mostrando al hombre el interior de su vagina.
“Introduce tu dedo,” le dice al hombre, “y díme cuán mojado está.”
El hombre inserta su dedo hasta el fondo, y luego lo gira en su
interior. Ella sabe que está goteando de humedad. Se siente avergonzada por
esto y de estar tan expuesta a un extraño, pero su cuerpo traiciona a otra
sensación, además de la vergüenza.
“¿Siempre estás así de húmeda?” el hombre pregunta.
“Me temo que sí,” él replica. “Un poco puta.”
“¿La ha castigado alguna vez por estar tan cachonda?” El hombre
pregunta.
“A veces, tengo que hacerlo,” él dice. “De lo contrario, se
descontrolaría.”
“¿Puedo preguntarte una cosa?” El hombre dice.
“Claro que sí.”
“¿Podemos mirarle ahora su culo?”
Instintivamente, ella aprieta fuertemente sus nalgas. “No, por favor,
cualquier cosa menos eso. ¿Por favor?” Pero, ella no se atreve a hablar. Sabe
bien que no debe negarse.
“Gírate,” él la dice. “Ponte a cuatro patas y arquea tu espalda para
que podamos examinar tu lindo culito. Separa tus nalgas. Voy a dejar que el
dedo de este caballero se introduzca ahí, para que pueda ver que tienes un
conjunto perfecto. Y luego, uno de nosotros dos te va a utilizar.”
Ella se sonroja más que nunca. Puede sentir los ojos de los hombres
hurgándola, introduciéndose en sus sitios más secretos. “Por favor, por favor,
pase lo que pase, no vaya a permitir que este hombre me penetre por el culo”,
ella rezaba.
¡¡No es justo!! A veces tiene que darnos un poco más de la historia, de ese paisaje que nos describe.
ResponderEliminarMi imaginación se vuelve loca, no tiene donde aterrizar, muchos finales alternativos.
Aunque comprendo cual es el objetivo.
Cindy