“Quiero acurrucarme a tu lado y dejar que tus palabras me inunden, salpicando mi piel con su significado. No quiero historias de gatitas y arcoíris, aunque los príncipes y dragones podrían funcionar, si la princesa obtiene lo que se merece. Háblame de cuentos, de romances dulces en lugar de alimentarme con descripciones de lujuria y ardor, deseo y pasión, que me hagan anhelar tu caricia.
Susúrrame al oído toda la inmundicia sucia que acecha en tu mente. No te censures por mí, deja que tus malvados pensamientos se retuerzan a mi alrededor y me envuelvan con fuerza en su delicioso abrazo hasta que mi corazón se acelere, mi piel pique de sudor y mi respiración se dispare.
Quiero que la oscuridad de tus fantasías consuma mi luz, quiero sentirlas cómo se clavan. Quiero enfrentarme a las verdades de tus secretos perversos. Quiero conocerlos, sentirlos y consumirlos como si fueran míos…” Ella le decía a su Dominante.
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