Ella está cubierta de hematomas del fin de semana que son sensibles al tacto. Sus hombros están rígidos al haber estado colgada de sus muñecas durante tanto tiempo y su cuello está dolorido por el collar que le rozaba. Su cuerpo le recuerda constantemente lo que es y lo que Él le hizo. Cuando recuerda esos momentos, los sonidos, la paleta, la gente, el flogger y la cane, se encuentra a la deriva, cerrando los ojos y dejándolos jugar dentro de su mente y, en respuesta, su cuerpo se contrae y, a pesar de todo, el dolor y el malestar que puede sentir, un latido ardiente y lento para ser usada de nuevo de esa manera ya está comenzando a crecer dentro de ella.
Tiene su periodo. Un nuevo dolor ha sido añadido a su cuerpo. Sus pechos, sensibles y doloridos y su útero está lleno de calambres. Cuando la inmoviliza boca abajo en la cama, no puede evitar gemir en señal de protesta. “Oh, por favor, Señor, ahora no,” pero en el fondo de su cuerpo, le traiciona porque puede sentir que su sexo se contrae en anticipación a su azote y que, aunque cada parte de ella se siente como si estuviera un poco rota, no puede evitarlo. Arquear la espalda, abrir las piernas y ofrecerse.
Cada empuje de su cuerpo, mientras disfruta de su coño, la hace gemir de placer masoquista y, aunque partes de su cuerpo protestan por el trato rudo que le dispensa, de su ahora frágil caparazón, no puede evitar el disfrutarlo. La forma en que los moratones en su trasero empiezan a palpitar, cuando él empuja contra ellos, el dolor de su cuello cuando presiona su cuerpo contra la cama, el dolor sordo y calambres de su útero y su duro vástago entrando en ella, combinan en un rugir silencioso de sensaciones y contrastes, que inundan su cuerpo y le hacen sentirse muy viva.
Ella escucha los sonidos de su cuerpo, el chapoteo húmedo de sus cuerpos mientras sus jugos y sangre se combinan entre ambos. El dolor cambia y se convierte en algo más intenso que eso y ella deja que la coja, la llene, la consuma con su poder y cuando su vagina comienza a contraerse y a latir alrededor de su polla, Él gime en su oído, gruñendo palabras lujuriosas, mientras también se corre.
Luego, ella se para y admira la vista en el espejo, los moretones oscuros y profundos se ven tan poderosos y la sangre, su sangre, brilla en su trasero y entre sus muslos y no puede evitar el estirar la mano y deslizar sus dedos sobre los moretones, presionándolos ligeramente para sentir esa sensación una vez más, y luego, abajo en el lío pegajoso que es ella, un escalofrío de placer la recorre. Está tan viva, se siente… tan mujer.
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