Cada vez que ella decía
“Señor,” era una sacudida a mi sistema, una ola de energía que reorientaba el
momento. Ella necesitaba que yo fuera claro, decisivo y, sobre todo, muy atento.
Quería ser
utilizada, pero no que abusaran de ella. Quería renunciar a su poder, por lo
tanto, no podía quedar vulnerable, sino que quería sentirse segura en medio de
su vulnerabilidad.
Sus pezones
necesitaban ser pinzados, besados y estirados. Su cabello necesitaba ser
acariciado, darle un tirón y ser utilizado de manera que ella se acercara más.
Su cuerpo necesitaba ser azotado, arañado y follado con energía. Lo mejor de
todo, ella necesitaba sentirse presente, deseada y protegida.
Cada vez que yo
decía “Buena chica,” era como un beso suave en su alma. Se sentía amada,
eufórica y sabía lo que tenía que hacer. Necesitaba someterse, pero no
necesariamente a mí. Ella necesitaba someterse a todas las necesidades oscuras
y tortuosas que siempre anhelaba, pero que tenía miedo de explorar.
Con un par de
agrados y gracias por parte de ella, y con la guía de mi mano firme, fue capaz
de recibir todo lo que ella quería y algunas cosas que nunca supo cómo
solicitar y, en ese momento, se sentía reconocida y amada por ese
reconocimiento.
Caballero, sus pensamientos tienen un puntillo de malicia. Esa agraciada mujer no necesita solicitar nada: usted se lo va a dar.
ResponderEliminarPaula
Me alegra volver a leerle
ResponderEliminarSublime exploración..
ResponderEliminarPaula