La tenía de rodillas sobre la
cama. Un pañuelo negro cubría los ojos de ella, dejando que su visión
desapareciera y se centrara en sus otros sentidos. Las manos, atadas a su
espalda con unas cuerdas.
“Has sido una chica buena, creo
que te mereces un regalo, ¿no?”
Ella asintió con la cabeza y dejó
escapar un gemido amoroso, el cual me permitió saber que, definitivamente, ella
quería una.
Cogí una fresa fresquita y la coloqué
suavemente en su boca, moviéndola ligeramente por sus labios, como si fuera un
pintalabios. Dejándola saborear su textura suave y sabrosa, que la tentaba con
su sabor delicioso, bailando debajo de su nariz.
Ella fue a darle un bocado y la
alejé y, en su lugar, le dí una bofetada.
“Ahora, ahora, te diré cuándo
morderla, ¿entendido?”
Ella murmuró un “Sí, señor” y volvió a la postura
adecuada.
Entonces, la ordené que sacara su
lengua y coloqué el pico de la fresa sobre ella, y luego cogí una cuchara de
chocolate fundido que tenía calentándose, y que llevé al dormitorio en la olla
de fundir. Vertí el chocolate sobre la fresa y su lengua y otra parte se
deslizaba hermosamente hacia su pecho, sorteando ligeramente sus senos.
Le dije que comiera, y lo hizo.
Mientras lo hacía, agarré su pecho, para lamer todo el chocolate caliente que
había hecho una mezcla seductora en sus sabrosas tetas.
Desde el placer de su dulce
invitación, ella gimió. Así pues, mi
lengua húmeda está ahora lamiendo su pezón, mientras que el chocolate caliente
y pegajoso danzaba entre su carne y mi boca.
Luego, cogí otra fresa e hice lo
mismo. Sólo que esta vez, el chocolate goteaba un poco más lejos, en su
estómago, deteniéndose, justo debajo de su ombligo.
Mientras ella comía su delicioso
postre, yo empezaba a mordisquear su estómago, cubierto de chocolate, y dejando
que siguiera mi camino un poco más abajo, hasta que mi lengua encontró su
clítoris.
Lo lamí y chupé, como si fuera mi
invitación favorita, el cual yo necesitaba comer.
Trabajé su coño con mi boca hasta
que se convirtió en un desastre para chuparse los dedos. Entre todas las
sensaciones deliciosas y la intensidad de su excitación, ella se corrió con
rapidez, y fuerte. Su rostro se enrojeció como el color de una fresa, y con el
chocolate todavía sobre su piel, ella parecía absolutamente deliciosa.
Me incliné sobre su oído: “Espero
que hayas disfrutado tus fresas y chocolate. Sé que yo disfruté mi parte.”
“Lo disfruté Señor, usted sabe
hacer las mejores golosinas.”
Hubiera dado más juego con champagne o con nata...
ResponderEliminarPaula