Conocerte es contemplarte. Cuánto anhelo tenerte, susurrarte órdenes en tu
oído, para poder controlarte, mientras sirves a mis deseos.
Tu cuerpo escucha con la necesidad profunda de más instrucciones. A medida
que tu ritmo cardíaco se acelera, tu cuerpo deja de funcionar adecuadamente,
como si se convulsionara en puro éxtasis.
Suplicas la liberación más dulce, mientras te caes de rodillas para poder
cogerme todo. No quieres terminarlo, pero lo estás usando maravillosamente.
Tu respiración es rápida. Tu enfoque, singular. Ni siquiera entiendes lo
que está pasando, pero sabes que tu cuerpo está llorando de pura adulteración,
lujuria, amor y alegría. Y nunca te has sentido más húmeda en el dominio de mi
saber dominante. Nunca te has sentido mejor.
GRACIAS, SEÑOR. Así en mayúsculas.
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