Acercándome desde atrás, vendo tus ojos
con mi corbata. Estás todavía vestida, una camiseta y una falda. Sonríes. Hemos
hecho esto antes. Lo que no te has dado cuenta, es que esta noche será
diferente. No vas a tener sexo.
Agarro tus muñecas con una de mis manos
grandes y las levanto por encima de tu cabeza. No quiero que te alejes hasta
que yo haya terminado. Mordisqueo levemente tu pequeño lóbulo de la oreja y te
ríes. A continuación, dejo un reguero de besos a ambos lados de tu cuello. Echas
la cabeza hacia atrás, hacia mí. La inclino hacia adelante con mi otra mano,
para plantar besos en la parte posterior de tu cuello. Eres toda mía. ¿Por qué
debo darme prisa?
Continuando con los besos y,
ocasionalmente, pellizcando tu cuello, desplazo mi mano libre alrededor de tu
estómago, manteniéndote apretada contra mí. Despacio, mi mano se mueve hacia
arriba, disfrutando de la sensación de tu piel bajo la punta de mis dedos. Cuando llego a tu sujetador, acaricio
suavemente cada pecho por la parte superior del sostén, antes de dar la vuelta
con más brusquedad, apretando cada uno hasta casi el punto de ser doloroso. El
pequeño jadeo que se escapa de tus oídos, es música para mis oídos.
Al deslizar el sujetador por encima de
tus senos, extiendo mis dedos. Ahora, con cada apretón, puedo pellizcar tu
pezón entre mis dedos, sintiendo cómo se endurecen. Empiezo a pellizcarlo, y
retorcerlo adelante y hacia atrás. Te retuerces y te giras un poco al
agarrarlo, pero mantengo tu muñeca apretada.
Lentamente, mi mano se mueve hacia abajo,
por debajo de la cintura de tus bragas. Mis manos parecen deslizarse increíblemente
despacio, hasta que mis dedos se mueven sobre el montículo recién rasurado de
tu pubis. Jugueteando con un dedo entre los labios de tu vagina. Justo en la
entrada, descubro su humedad y el dolor suave que te causo.
Libero tus muñecas, te inclino con mi
antebrazo a través de tus omóplatos, uso mi otra mano para pasar mis dedos por la
entrepierna de tus bragas humedecidas, rastreando a través de su tela. Tratas
de echar tus caderas hacia atrás con mis dedos debidamente ubicados, ansiosas de
alguna penetración. De repente, mis dedos se retiran.
“Todavía no, gatita.”
El primer cachete sobre tu trasero, es
casi de risa. Es suave, y como de broma. El segundo y el tercero son iguales.
Pero el cuarto, quinto y sexto son un poco más fuertes. El séptimo y el octavo
muestran poca piedad, y el noveno y décimo, un dolor picante. En este punto,
empiezo a alternar: Una palmada picante en cada nalga, seguida de otra más
molesta encima de tus bragas. Intentas alcanzar tu trasero para protegerlo con
tus manos, pero mi presión sobre tus hombros no permite que muevas tus brazos.
Cuando la entrepierna de tus bragas está completamente empapada, las bajo hasta
las rodillas, dejando tus nalgas y tu coño completamente expuestos. Paso la
punta de mis uñas por tus abusadas nalgas, rojas y calientes, por los azotes
que estás recibiendo. La sensación la sientes como mil agujas, provocando que
corcovees y te retuerzas contra el agarre inflexible de tus muñecas.
Al llegar a tu entrepierna, las puntas
de mis dedos cazan, encuentran tu clítoris, provocándolo en círculos lentos,
enviando ondas de placer a través de tus caderas. A medida que las giras contra
mi mano, trabajo tu pasión, llevándola a niveles más elevados. Pero entonces,
me detengo, antes de llevarla mucho más allá.
Lentamente, dos dedos penetran los
labios mojados de tu vagina, girando y girando al entrar, explorando todos tus
lugares interiores. La sensación de estar, finalmente, penetrada, es un alivio.
Mis dedos alcanzan gradualmente el fondo y presionando en las partes más
profundas, moviéndose como una elaborada partitura de piano, haciendo que gimas
con cada nota.
Empujo y saco mis dedos, cada vez yendo
tan profundamente como puedo. Más y más rápido con cada penetración. El talón
de mi mano, abofeteando los labios de tu vagina. Tiras de mi mano, que
restringe tus muñecas, echando tus caderas hacia atrás con cada embestida. Tú
quieres más, más dedos, y dedos más profundos.
Mis dedos se retiran a mitad del camino
y sientes un tercer dedo que entra en tu coño ansioso y un cuarto y con él, una
nueva sensación. Mi pulgar empieza a hurgar su camino entre las nalgas y tu
culo, presionando y forzando su senda hacia tu arrugada puerta trasera. Vacilas
al sentirlo, tratando de separarlas en tu mente de la nueva plenitud que sientes
debajo, en tu vagina. Sin esperar, inserto mi pulgar bruscamente para hacer el
camino, y presionando los dedos juntos, a través de la pared que separa tu coño
de tu ano, te agarro con firmeza.
Ahora, sosteniéndote en los dos
extremos, tu pecho sujeto a la mesa, tu entrepierna obscenamente agarrada por
mi otra mano, empiezo a mover mis dedos, y el pulgar, y agito mi muñeca,
dándote toda la estimulación que puedo. Contra más gimes, más agito mi mano. Te
las arreglas para deslizar mi mano libre entre tus piernas y froto furiosamente
tu clítoris.
A medida que continúo frotándolo, tu
respiración se acelera más y más rápidamente. Cuando creo que estás al borde
del orgasmo, saco mi mano de tu entrepierna. Con brutalidad, azoto tus nalgas
rojas una y otra vez, dejando que el dolor se mezcle con tu placer hasta que
los dos se combinen en tu cadera temblorosa y tus piernas, sacudidas por el
orgasmo.
Te cojo entre mis brazos, beso tus
labios y párpados, tu frente y tu mejilla y te digo lo feliz que me haces.
wow
ResponderEliminarSublime dedicación a su sumisa
ResponderEliminarPaula
Uffffff
ResponderEliminarVaya....
ResponderEliminarMe da la sensación que ya quisiéramos ser la protagonista alejándose de su ser.
ResponderEliminarPaula