Cuando estás en
la ducha, el agua rociada golpeando rítmicamente tu espalda, el calor del agua
esparciéndose lánguidamente por tus músculos…
Cuando pasas
las manos entre tus piernas, las pompas de jabón se deslizan y se rompen bajo
tus dedos tentadores…
Cuando sientes
que algo cálido empieza a deslizarse por tu pierna…
Y tu espalda se
arquea, tu coño se convulsiona y piensas, “¡Dios! ¡Otra vez me he cortado mis
labios, estoy sangrando!”
Usted pensará
que, después de 20 años, ella no ha aprendido a rasurarse en la ducha.
Uffffff no me lo quiero ni imaginar,eso debe de doler.
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