lunes, 26 de diciembre de 2016

La sumisa que necesita un milagro

Ella era una sumisa horrible, pero esto no era sorprendente. Lo que era sorprendente, es lo mucho de sumisa sorprendente que era. Ni siquiera conocía la palabra sumisa, y ni mucho menos, lo que significaba ser sumisa. Quiero decir, tú puedes pedir favores sexuales a tu dominante, ¿correcto? Puedes conseguir elegirlos de una lista mental y decirle cómo necesitas que te domine, ¿de acuerdo?

Ella decía: “Dígame lo que usted quiere?” 
“En este momento, no quiero nada.” 
“Usted tiene que querer algo, porque quiero oír que lo quiere.” 
“No quiero nada.” 
“No, dígame,” insistía ella. 
“No.” 
“Usted debe querer algo. Haré lo que sea. Esta oportunidad no se encuentra todos los días.”

“Ya he terminado con esto,” ella dijo taxativamente. 
“¿Terminado con qué? ¿Estás loca? ¿Por qué dejas de hacer algo que yo quiero que hagas?” 
“Porque usted quiere que yo lo haga.” 
“Vete al cuerno.”

La idea de que él no hiciera lo que ella quería, era porque quería que él la molestara. No es que ella estuviera dominando desde abajo o algo similar, o, incluso, si lo fuera, ¿por qué demonios no debería hacerlo ella? Así es cómo funcionaba todo su intercambio de poder, ¿verdad?

Él nunca usaba su dominación como una apisonadora. Ella suponía que él salía con una hermosa y maldita sumisa, como si la mirara desde fuera. Es casi seguro que si él la hubiera tratado de una manera diferente, nunca le hubiera dado ni una pizca de su sumisión y, al final, obtuvo toda su sumisión. Fue una labor ardua, pero alguien tenía que hacerla.

Él fue paciente y Dios sabía que ella le necesitaba. Sus mágicos poderes dominantes no fueron suficientes para curar el peor caso de encabritamiento desde abajo conocido en la D/s por los dioses.

Ella fue la primera enferma de epilepsia que él conoció. Una crisis de ausencia que dura segundos, pero restaura su cerebro. Algo muy parecido a reiniciar un ordenador, que cierra todo el software. Cuando tuvo su primera ausencia mental con él, ella olvidó todo lo que estaba diciendo. Pensaba que la trataría como a todo el mundo. Él cambiaría el tópico o la miraría como un monstruo. Él llenaría el silencio con el malestar de ella.

“Lo siento, se me fue la mente,” ella dijo. 
“Está bien, cambiemos de tema.” 
“No esperaré.” 
“No pasa nada,” él recalcó. 
“No pasa nada,” él insistió. 
“Lo siento. No sé lo que estaba diciendo. 
“¿De qué estábamos hablando?” 
“De tu comida con Bárbara.” Él respondió. 
“No pasa nada,” él repitió. 
“No sé de lo que estaba diciendo de la comida con Bárbara.” 
“De acuerdo, ya te vendrá.” Él contestó. 
“No pasa nada,” él repitió. 
“¿Por qué estás siendo tan paciente conmigo?”

Nadie la había tratado así. Ni siquiera gente cercana a ella. Su paciencia con la enfermedad de ella se desarrolló de cien maneras diferentes. Él la veía a través de su humillación, la escuchaba hablar de las visitas a los médicos sin hacerla sentirse como una paciente y él no entró en pánico cuando su salud declinaba. Era como si pensara que ella era una persona normal.

Y ese fue el milagro. Ese fue el catalizador que la convirtió en  Brava, ya que nunca escaló desde la sumisión hacia su sumisa.

2 comentarios:

  1. encabritamiento desde abajo?? que es eso?

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    1. Cómo suelen decir cuando aprendes danes, palabras de relleno que no significan nada pero hacen cambiar el sentido del párrafo / frase etc...
      Paula

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