Ella era una sumisa horrible, pero esto no era
sorprendente. Lo que era sorprendente, es lo mucho de sumisa sorprendente que
era. Ni siquiera conocía la palabra sumisa, y ni mucho menos, lo que
significaba ser sumisa. Quiero decir, tú puedes pedir favores sexuales a tu
dominante, ¿correcto? Puedes conseguir elegirlos de una lista mental y decirle
cómo necesitas que te domine, ¿de acuerdo?
Ella decía: “Dígame lo que usted quiere?”
“En este momento, no quiero nada.”
“Usted tiene que querer algo, porque quiero oír que lo
quiere.”
“No quiero nada.”
“No, dígame,” insistía ella.
“No.”
“Usted debe querer algo. Haré lo que sea. Esta oportunidad
no se encuentra todos los días.”
“Ya he terminado con esto,” ella dijo taxativamente.
“¿Terminado con qué? ¿Estás loca? ¿Por qué dejas de hacer
algo que yo quiero que hagas?”
“Porque usted quiere que yo lo haga.”
“Vete al cuerno.”
La idea de que él no hiciera lo que ella quería, era
porque quería que él la molestara. No es que ella estuviera dominando desde
abajo o algo similar, o, incluso, si lo fuera, ¿por qué demonios no debería
hacerlo ella? Así es cómo funcionaba todo su intercambio de poder, ¿verdad?
Él nunca usaba su dominación como una apisonadora. Ella
suponía que él salía con una hermosa y maldita sumisa, como si la mirara desde
fuera. Es casi seguro que si él la hubiera tratado de una manera diferente,
nunca le hubiera dado ni una pizca de su sumisión y, al final, obtuvo toda su
sumisión. Fue una labor ardua, pero alguien tenía que hacerla.
Él fue paciente y Dios sabía que ella le necesitaba. Sus
mágicos poderes dominantes no fueron suficientes para curar el peor caso de
encabritamiento desde abajo conocido en la D/s por los dioses.
Ella fue la primera enferma de epilepsia que él conoció.
Una crisis de ausencia que dura segundos, pero restaura su cerebro. Algo muy
parecido a reiniciar un ordenador, que cierra todo el software. Cuando tuvo su
primera ausencia mental con él, ella olvidó todo lo que estaba diciendo.
Pensaba que la trataría como a todo el mundo. Él cambiaría el tópico o la
miraría como un monstruo. Él llenaría el silencio con el malestar de ella.
“Lo siento, se me fue la mente,” ella dijo.
“Está bien, cambiemos de tema.”
“No esperaré.”
“No pasa nada,” él recalcó.
“No pasa nada,” él insistió.
“Lo siento. No sé lo que estaba diciendo.
“¿De qué
estábamos hablando?”
“De tu comida con Bárbara.” Él respondió.
“No pasa nada,” él repitió.
“No sé de lo que estaba diciendo de la comida con
Bárbara.”
“De acuerdo, ya te vendrá.” Él contestó.
“No pasa nada,” él repitió.
“¿Por qué estás siendo tan paciente conmigo?”
Nadie la había tratado así. Ni siquiera gente cercana a
ella. Su paciencia con la enfermedad de ella se desarrolló de cien maneras
diferentes. Él la veía a través de su humillación, la escuchaba hablar de las
visitas a los médicos sin hacerla sentirse como una paciente y él no entró en
pánico cuando su salud declinaba. Era como si pensara que ella era una persona
normal.
Y ese fue el milagro. Ese fue el catalizador que la
convirtió en Brava, ya que nunca escaló
desde la sumisión hacia su sumisa.
encabritamiento desde abajo?? que es eso?
ResponderEliminarCómo suelen decir cuando aprendes danes, palabras de relleno que no significan nada pero hacen cambiar el sentido del párrafo / frase etc...
EliminarPaula