viernes, 16 de diciembre de 2016

Fresas y chocolate

La tenía de rodillas sobre la cama. Un pañuelo negro cubría los ojos de ella, dejando que su visión desapareciera y se centrara en sus otros sentidos. Las manos, atadas a su espalda con unas cuerdas.

“Has sido una chica buena, creo que te mereces un regalo, ¿no?”

Ella asintió con la cabeza y dejó escapar un gemido amoroso, el cual me permitió saber que, definitivamente, ella quería una.

Cogí una fresa fresquita y la coloqué suavemente en su boca, moviéndola ligeramente por sus labios, como si fuera un pintalabios. Dejándola saborear su textura suave y sabrosa, que la tentaba con su sabor delicioso, bailando debajo de su nariz.

Ella fue a darle un bocado y la alejé y, en su lugar, le dí una bofetada.

“Ahora, ahora, te diré cuándo morderla, ¿entendido?”

Ella murmuró un “Sí, señor” y volvió a la postura adecuada.

Entonces, la ordené que sacara su lengua y coloqué el pico de la fresa sobre ella, y luego cogí una cuchara de chocolate fundido que tenía calentándose, y que llevé al dormitorio en la olla de fundir. Vertí el chocolate sobre la fresa y su lengua y otra parte se deslizaba hermosamente hacia su pecho, sorteando ligeramente sus senos.

Le dije que comiera, y lo hizo. Mientras lo hacía, agarré su pecho, para lamer todo el chocolate caliente que había hecho una mezcla seductora en sus sabrosas tetas.

Desde el placer de su dulce invitación, ella gimió.  Así pues, mi lengua húmeda está ahora lamiendo su pezón, mientras que el chocolate caliente y pegajoso danzaba entre su carne y mi boca.

Luego, cogí otra fresa e hice lo mismo. Sólo que esta vez, el chocolate goteaba un poco más lejos, en su estómago, deteniéndose, justo debajo de su ombligo.

Mientras ella comía su delicioso postre, yo empezaba a mordisquear su estómago, cubierto de chocolate, y dejando que siguiera mi camino un poco más abajo, hasta que mi lengua encontró su clítoris.

Lo lamí y chupé, como si fuera mi invitación favorita, el cual yo necesitaba comer.

Trabajé su coño con mi boca hasta que se convirtió en un desastre para chuparse los dedos. Entre todas las sensaciones deliciosas y la intensidad de su excitación, ella se corrió con rapidez, y fuerte. Su rostro se enrojeció como el color de una fresa, y con el chocolate todavía sobre su piel, ella parecía absolutamente deliciosa.

Me incliné sobre su oído: “Espero que hayas disfrutado tus fresas y chocolate. Sé que yo disfruté mi parte.”

“Lo disfruté Señor, usted sabe hacer las mejores golosinas.”

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