lunes, 12 de diciembre de 2016

Luchadora, terca y orgullosa

Hay palabras, y luego están las palabras. El tipo de palabras que provocan el incendio lentamente, la clase de palabras que extienden la tensión, la clase de palabras que se introducen y esconden y filtran en las grietas de su mente y resurgen, en segundos, entre la conciencia y el sueño.

Las emociones están ahí, transparentes y emberrenchinándose por las atenciones. No son interesantes. No es lo que dices, sino cómo lo dices. El silencio grita. Los susurros la encuentran acurrucada, vulnerable, no es algo que le guste ver en especial, a menos que ella esté dispuesta a soltar su escudo, a la vez. Desnuda sus dientes para que no puedas ver su sonrisa temblorosa. La falsa bravuconería es todavía bravuconería. No se le puede poner un collar tan fácilmente.

Si vas a decirlo, dilo con sentimiento. Dilo con poder. No estás cerca de ella para romperla. Este no es un juego de niños.

Ella quiere las palabras que ardan como un reguero de pólvora a la deriva sobre su piel. Quiere las palabras que doblen su miedo ante las armas, utilizadas con una ternura cruel. Adéntrate en su propia oscuridad y resurge con la mezcla de tinta y el goteo de sus labios. Mancha su piel con la inmundicia de tu boca.

Las palabras correctas la romperán antes que un azote. No la malinterpretes, si la calientas directamente y te tomas un buen tiempo - le gusta un buen azote - lo conseguirá en algún momento. Ella puede recibir dolor, dado que es más soportable que la sumisión. Ésta no puede hacer que su sangre hierva.

Sus ojos no se abren para cualquiera, sus labios, aún menos. Dale las palabras que hagan que su mandíbula caiga. Aviva el fuego. Provoca el deseo con las puntas de tus dedos curvados dentro de las partes de su mente, que raramente se prestan a jugar. ¿Piensas que puedes romperla? Pruébalo. Te desafiará, obstinada contra terco, levanta tu ceja arrogante ante su sonrisa sardónica.

Dale las palabras que conmuevan sus reflejos con sacudidas, que detengan sus rodillas de soportar su peso. Ella es luchadora, tú debes ser implacable. Contra más lucha, más cerca estás. La dominación se gana, no se da a ciegas.

¿La quieres? Ven y cógela.

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