Ella se despierta con una sonrisa. Su
cuerpo está relajado y su alma, tranquila. La noche anterior había sido una
celebración planificada de ella, donde le dije que no iba a ser azotada. No
cogida por la garganta ni maltratada. Iba a ser tratada como la princesa
hermosa que es, amada con ternura y complacida muchas veces sin tener en cuenta
mi placer. Esto sería en agradecimiento por toda su última entrega.
Pero, esta mañana no iba a ser como
la última noche. Llevo semanas de deseo reprimido por calentar su trasero de
rosa floreciente y ver sus ojos vidriosos con el dulce tinte del subespacio.
“Necesito que te pongas de pie y te
dirijas a la sala de estar, que te pongas de rodillas con tu cabeza en el suelo
y que me esperes allí. No levantes la vista, ni hables hasta que yo te lo
diga,” le dije.
Ella lloriqueó un “Sí, señor,”
mientras se desplaza para cumplir mis órdenes. Me levanto para coger unos
implementos. Esta venda y las esposas serán una excelente combinación, pero no
puedo olvidar mi flogger de confianza,
que me encanta ver la danza de su piel y, para rematarlo, saco un vibrador.
Me dirijo hacia la sala de estar,
donde justo hay una mujer buena, está arrodillada con su cabeza en el suelo y
sus brazos extendidos. Ver su espalda arqueada y su trasero hacia arriba, y
expuesto, es una vista para atesorar. Inhalo y exhalo con una sonrisa
diabólica. Es una sensación extraña, cuando se quiere traer tanto dolor y placer
a la misma persona, que está desnuda, y dispuesta a recibir cualquier cosa que
quieras hacerle. Me agacho y le susurro a su oído:
“No vas a hablar, a menos, que te lo
diga, no pienses, a menos, que te diga lo que deberías pensar, no te muevas,
hasta que te diga dónde y cómo moverte.”
“Sí, señor,” ella murmuró, como si
estuviera emocionada y petrificada por mi súbita intensidad. Luego le vendo los
ojos y sus muñecas son esposadas, a la espalda. Es llevada de nuevo a su
posición de cabeza hacia abajo en el suelo con su culo ligeramente elevado
hacia arriba.
Camino alrededor de ella, despacio, y
deliberadamente, mirándole todo. Juzgando, examinando el cuerpo que poseo.
“Te veo hermosa y deliciosa,” le
digo.
Ella está a punto de contestar
“gracias, Señor,” cuando, de repente, siente un golpe rápido en su trasero. El
“Gracias” sale de su boca con un gemido fuerte, seguido al golpe. Ella menea su
culo, haciéndome saber que mi hermosa gatita lo está disfrutando.
Dejo que las lamas extremas de cuero
del flogger descansen sobre su espalda, moviéndolo ligeramente. Inhala
profundamente en señal de anticipación. Después de una breve provocación con el
flogger, le flagelo fuerte su espalda con un golpe seco. Le despierta sus
sentidos. Me inclino hacia abajo para acariciar su sexo, donde soy saludado por
su humedad. Ella está excitada, y al momento, continúo flagelándola desde esta
posición, cogiendo un lento, pero firme ritmo de golpes sobre su espalda, alternando
con sus nalgas. Puedo apreciar que su tensión se disipa. Está perdiéndose en
sus pensamientos y centrándose en el próximo azote contra su piel. Su espalda
se está tornando roja y su culo parece estar calentándose también.
Con su espalda desnuda y roja y su
trasero todavía en el suelo ante mí, indefensa y bajo mi voluntad y deseo,
continúo mi asalto a su cuerpo expuesto con cada golpe fuerte de mi flogger.
Hago una breve pausa para inclinarme hacia abajo, para penetrar, rápido y
fuerte, con mi dedo su arqueada vagina. Susurro en su oído:
“¿Lo estás disfrutando, gatita mía?”
Ella gime ligeramente y menea su
trasero para confirmarme que está disfrutando. Después de unos minutos de
intensa penetración con el dedo, lo saco y me arrodillo junto a ella. Así, me
puedo apoyar para azotar sus nalgas con una intensidad apreciable. Ha sido
calentada, hasta el punto donde necesita una mano pesada contra su trasero
desnudo, con el fin de llevarla más profundamente a su mentalidad sumisa.
Agarro su trasero bruscamente después de cada cachete, algunas veces frotándolo
con un movimiento circular o arrascándolo de arriba abajo. Extiendo la
sincronización de los azotes por los alrededores de un hermoso estampado. Ella
está perdida en el ritmo hipnótico. Esto le otorga el tiempo suficiente para
perderse en cada azote y, a su vez,
también le produce una anticipación por el siguiente. Su coño está
llorando en este punto y puedo decir que quiere ser follada más por mi dedo.
Dado que ella se está tragando los golpes como una buena sumisa, cojo el
vibrador y lo presiono contra su jugoso coño. Ella empieza a gemir como una
gata en celo, tan pronto como la vibración acaricia esos labios deliciosos.
Me pregunta si puede correrse, se lo
niego y alejo el vibrador. Entonces, continúo administrando unos azotes más
fuertes en su culo que, ahora está de un rojo brilante, como señal de parar,
con marcas púrpuras mezcladas en una zona amplia del mismo. En ningún momento,
su cuerpo empieza a temblar, ya que está inundado por las endorfinas través de
ella, y ahora está sumergida profundamente en el subespacio. Puedo decir que
ella ha recibido suficiente y, una vez más, acerco el vibrador a su hermoso
coño y se saludan el uno al otro tan bien.
Empieza a pedir permiso para
correrse, al cual respondo: “Córrete para mí, princesa.” Se corre y un orgasmo
caliente y muy potente la posee y se mueve y retuerce con gran intensidad.
Mantengo el vibrador en su sexo y le digo que va a orgasmar dos veces más antes
de que le quite las esposas. Dos veces más, ella es forzada a pedir permiso y
orgasmó con gran facilidad con la ayuda de mis dedos, el vibrador y, a veces,
mi caricia. La pongo de rodillas y le quito las esposas. Sus ojos ruedan
ligeramente y ella está desorientada, pero muy complacida. Le traigo un vaso de
agua y la cojo para llevarla a la cama.
Me abrazo con ella durante mucho
tiempo, acariciando ligeramente su cabello y sus mejillas, mientras se pone a
mi lado, tranquila y suavemente. Le susurro en su oído, lo mucho que la quiero
y cómo ella me ha complacido también. Ella ronronea con cada complemento y
todavía sigue en trance profundo, por el poder de mi voz, mi caricia y los
azotes que acaba de recibir. Nos besamos mutuamente y la sostengo mientras
descansa pacíficamente en mis brazos. Está contenta, completa y sobre todo, en
este mismo momento, ella está justo donde quiere estar, en mis brazos.
Dios mío
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