Recientemente, tuve una conversación
bastante amena con un amigo. El tema era la relación de caja/ingreso de un
individuo con el mundo. Como ambos éramos pragmáticos, ambos estuvimos de
acuerdo en que el mundo, en su perplejo y, a veces, brillante e inconsciente
colectivo, no nos debe nada. Nacimos para una cierta cantidad de bienes raíces,
en lo que respecta al mundo. Como es estar en tu hotel favorito, registrarnos,
disfrutar de nuestra estancia y la salida.
Y por mundo, estoy hablando de la Madre Tierra. La Señora Tierra tiene sus
propios problemas y ella no tiene tiempo para cambiarlos. Hace mucho tiempo, ella
nos proporcionó las herramientas para ser fecundos y multiplicarnos. Somos un
engranaje en el mecanismo mayor. Cuando nos gastemos, habrá otro engranaje para
reemplazarnos. Eso es lo bello de la existencia. Hemos nacido en un universo
lleno y alimentado por el fuego de las estrellas furiosas. Cuando morimos, nos
unimos a la paleta cósmica.
El mundo, en el cual participamos, es un constructor: la sociedad, las
ciudades, los países, las sutilezas, las formalidades, los estándares, las
leyes… éstas son fabricaciones, para bien o para mal, creadas por nosotros. Un
viaje en el próximo vuelo de Space X y verás que nada de esta mierda existe
cuando se ve desde la órbita. Sin embargo, el observador no puede negar los
beneficios de lo que hemos creado colectivamente. La sociedad civil nos dio a
Sócrates y su discurso, matemáticas, física, mapas para guiarnos e historias
para fundamentarnos.
Sin embargo, la verdad es que la sociedad no siempre es tan civil. Y usted
no debe a la sociedad – al mundo en general – ni una maldita cosa.
Kant escribió una vez sobre el imperativo moral, que evolucionó a través
de otros filósofos para convertirse en la filosofía
de la derecha, o pensamientos y acciones nacidas de una conciencia buena. Eso es algo que puedo
respaldar, estos pocos modos obligatorios por los que vivir: Ser una persona
buena, tratar a los demás con respeto, no hacer daño, trabajar por el mayor
beneficio de todos.
Cuando se trata de los intentos de la sociedad por cuantificar y dar forma
al indivíduo a nivel personal, es cuando las apuestas están cerradas. Cualquier
persona, sin importar el credo o el color, el estilo de vida o el hábito, puede
operar y prosperar dentro de los
imperativos mencionados. La apariencia de una persona no predice su conducta.
El estilo de una persona no determina su moralidad. Dentro de nuestra pequeña
parcela nos dan el regalo de la elección.
Nosotros decidimos lo que es cómodo, lo que es mejor para nosotros.
Determinamos lo que está al alcance de nuestra realidad.
Conformamos nuestros principios, tomamos nuestras decisiones.
Somos los guardianes de nuestras emociones.
No le debemos nada al mundo.
Cada uno de nosotros, a través de nuestras relaciones y decisiones,
creamos una micro sociedad propia. Las personas que incluimos se convierten en
ciudadanos. Nuestras ideas y creaciones conforman la infraestructura. Formamos
costumbres a través de la actividad y la rutina. La gente existe en nuestras
vidas, porque las permitimos en nuestros bienes raíces, tal como nosotros
existimos en las suyas. Y dependiendo de su comportamiento, de acuerdo con sus
leyes, – las principales que has conformado – puedes quitar sus razones con la
misma facilidad que las permitiste. Porque no hay razón para tolerarlo. Es tu
felicidad. Que las follen.
Superficialmente, esto puede parecer cruel, pero la miseria y el malestar
no es el peaje que usted paga para vivir una buena vida. No le debemos ni una
peseta a cada persona que no esté de acuerdo con las elecciones hechas de una
manera madura y sensata. Ya sea que estén relacionados por la sangre o con el
tiempo, estas personas sólo tienen un imperativo: apoyarles y alentarlas en sus
esfuerzos. Cuando desafían tu autonomía, ya sea através del odio o la crítica,
su tiempo en su tierra ha expirado. La vida es demasiado corta para nadar
contra la marea que han creado.
Da la espalda, nada y sigue adelante. La marea es tuya para obedecer. Sus
palabras carecen de sentido, han nacido de algún mal funcionamiento cerebral
que impide la empatía y la apertura mental. Estas personas y sus palabras no te
dan forma.
La misma lección es aplicada a la sociedad en general. Los juicios y las
críticas son la gran y terrible flatulencia del mundo. Es bastante cómico
pensar que una sociedad mayor, con todas sus malas decisiones, echaría abajo
las reglas por las cuales ellos esperan que usted se conforme. La sociedad sólo
explica su perpetuación, no su felicidad. Se puede decir que no debes soportar
la miseria que ofrecen.
No le debes nada. Porque, todo se reduce a la aceptación. Ésta, también es
una construcción. No es una droga peligrosa que te enviará al alza y, en un
minuto de aviso, te dejará caer a la tierra sin una red de seguridad.
La pregunta más importante que me he hecho ha sido: “¿De verdad, necesito
la aceptación?” cuando finalmente me di cuenta de que mi felicidad no dependía
de los deseos de los demás, tuve mi respuesta.
La aceptación sólo se convierte en un imperativo, cuando usted se acepta.
Nunca permita que le cuestionen. Ignore sus juicios. Usted es su propia inmobiliaria.
Ámate a ti mismo y si el mundo no te sigue, que le dén por el culo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario