Ella acostumbraba a jurar que yo era
el diablo encarnado. Las cosas que le haría a su piel núbil de porcelana,
seguramente, harían que los ángeles de arriba se ruborizacen. Ella se arrastraba con la necesidad de pertenecer
a alguien y me permitió que la poseyera. Dejó cada parte de ella fuera para que
yo la viera.
Con frecuencia, recordaba cuando le
dije que ella era más que digna. Su pelo de medianoche caía como las olas. Mis ojos
marrones brillaban en ella bajo los cortes difíciles. Muchos años mayor que
ella, yo sabía cómo hacer para que esta chica me rogara y suplicara. Me decía
que fui el introductor a su yo masoquista. La ungí en sangre, sudor y lágrimas.
Le hablaba en mi lengua maternal. Palabras andaluzas que satisfacían sus
sentidos y significaban tanto para ella en los momentos de quietud de la noche,
ella se abría ante mí. Yo escribía las palabras del Infierno de Dante a través
de su lienzo. Con sus dedos, su lengua. La punta de una navaja. En los momentos
más difíciles, tratando que las palabras cubrieran su piel en las cuentas de su
inquietud.
“El amor, que no absuelve a
nadie amado de amar,
Me agarró tan fuerte con su
encanto que,
Como ves, no me ha dejado
todavía.”
El tono profundo de mi voz, mientras
sus labios adoraban mi piel. Preparándola para mi demonio interior. Ella era mi
tipo de pecado especial y yo era su filo de la muerte. Intrigada en mi deleite
carnal, ella lo aceptaba todo. Incluso, cuando su mente quería rechazar a su
cuerpo permitido. Atada y amordazada a tráves de las sábanas brillantes, bajo
el parpadeo de la luz de las velas que bañaban su piel con un resplandor suave.
Ella sintío la fuerza del golpe,
mientras yo usaba, por primera vez, mi cane sobre ella. Su castigo corporal a
través del territorio virgen de su culo. Mi cálida mano deslizándose por su
piel entre las grietas. Las marcas. Acariciando los vellones levantados,
mientras tomaban forma y se formaban. Mi concentración nunca se ponía, incluso,
cuando sus gritos se hacían desesperados. Yo me había metido en ese lugar
oscuro dentro de su mente que ella sola había sido testigo un puñado de veces. El
rattan natural que la adorna con líneas largas. Ella se mareó con el ritmo y el
tiempo. Mi toque había sido electrizante. Tornillos pequeños como estrellas
explotando en el cielo tintado. Pronto, ella recibió la oscuridad que emanaba
esa noche.
“El amor nos llevó hasta allí."
Precioso, escribe muy...precioso.
ResponderEliminarGracias por regalarnos tan bellos escritos.
Un saludo.