Superficialmente,
ser dominante parece que es un lujo. Autoridad sexual sin fin. Placeres ilimitados.
En relación con su sumisa, la requiere para que sirva a todos sus gustos, en
cualquier momento que él elija. Ella deberá hacer esto, independientemente de
su propio placer o conveniencia. Su placer es primordial. El suyo,
intrascendente. Atender la satisfacción de su Amo, es su primera regla. Se la
exige que la observe en todo momento, sin considerar la suya. Sus deseos se
sirven cuando él quiere, como quiere y donde quiere.
Pero
un dominante que ejerza esa autoridad para maximizar su propio placer y
desconsiderar las necesidades de su sumisa, seguramente no seguirá siendo por
mucho tiempo su dominante. Simplemente, debemos reconocer que atender las
necesidades de una sumisa se ve de una manera diferente a la de atender las
necesidades de los demás en una relación que no presenta intercambio de poder.
No requiere menos consideraciones de los sentimientos y deseos de la sumisa. Solamente,
que esa consideración es ortogonal al tipo de consideración requerida entre
parejas normales.
Cuando
un Dominante le quita el placer a su sumisa, a veces, suelen pasar días o
semanas entre sus clímax. Lo hace porque la privación es significativa para los
dos. Acentúa la autoridad del Dominante y la sumisión de su sumisa. Cuando
finalmente la lleva al límite, su tembloroso éxtasis es delicioso.
Ser
un buen Dominante requiere que retrase su propia satisfacción considerablemente.
Si todas las interacciones fueran sobre ella rápidas, haciendo que se corra, y
luego, todo termine, ella se cansaría muy pronto de la solución, imagino. Al retrasar
el Dominante su propia satisfacción, alarga su servicio. Desarrolla la
intimidad de ambos. La dominación requiere creatividad. ¿Qué tareas debe
realizar una sumisa para satisfacerle? ¿Cómo y cuáles serían los castigos si
ella falla? ¿Qué puede soportar y cómo su Dominante puede mejorar su
sumisión, su sufrimiento y entrega?
El
objetivo de un Dominante es brindar a su sumisa el tipo de satisfacción sexual
que ella anhela. La intimidad relacional que necesita. Porque somos quienes
somos, esto implica castigo, privación y servicio.
Pero
la dominación es, permítanme ser claro, completamente indulgente. El Dominante
recibe su placer cuándo y cómo lo desea. Y, por lo general, está convencido de
que su sumisa no lo tendría de otra manera. Y cuando su lengua pequeña parpadea
sobre su perineo, le recuerda lo bueno, agradable y delicioso que es estar al
cargo de ella.