Hace años se
casaron. Ella era joven, preciosa y delicada. Él era mayor, un hombre guapo,
atlético y carismático. Comenzaron una familia, compraron una casa, trabajaron,
jugaron, hicieron las cosas que la gente hace. Entonces, sucedió y él nunca
volvería a caminar. Ni a trabajar, ni a jugar, y ni hacer las cosas que la
gente hace.
Ahora, ella
trabajaba y cuidaba de los niños pequeños, cuidaba de la casa y cuidaba de él.
Cuidar a su marido era un trabajo duro y físico, un trabajo exigente, personal,
íntimo, y nunca dejar de trabajar, y lo más frecuente, un trabajo ingrato.
Le habían
robado su vitalidad, su movimiento, su libertad, su vida, su orgullo, su
independencia, sus roles, ante sus ojos, todo. Él era dependiente, y estaba
deprimido, afligido y, especialmente, enojado. No hay manera correcta de lidiar
con este tipo de realidad y estas emociones, pues hay muchas formas hirientes.
Bebió y arremetió, se echó la culpa y derribó a sus seres queridos. Luego, se
arrepentiría de todo, se esforzaría más por ser el esposo y el padre que quería
ser. Luego, se desesperaría y caería en una depresión más profunda. El ciclo
seguía interactuando.
Ella se quedó
con todo eso, sin siquiera salir de la habitación para lo peor. Es cierto,
nunca lo dejó al cuidado de nadie. Ella protegió a sus hijos tanto como pudo.
Ella renunció a su libertad, sus deseos y necesidades. Estaba asustada y muy
sola. Ella no tenía la fuerza para irse o exigirle que controlara lo que podía
controlar, que encontrara una manera de detener el abuso. Pero necesitó una
fuerza increíble para vivir su vida, como ella lo hizo.
Los niños
crecieron y su nido vacío quedó marcado por una serie de tragedias y crisis
médicas. Su salud se volvió más débil y sus necesidades aún mayores. Ella ya no
era físicamente capaz de brindarle una atención, aunque ella misma corría al
hospital para intentarlo.
Este día, la
encuentra junto a su cama en la UCI, con el respirador que le proporciona la
respiración después de una crisis que casi tuvo un resultado muy diferente. El
personal de la sala de emergencias le había preguntado unas horas antes, si
deseaba que se tomaran medidas extraordinarias o no, si tenía una orden DNR
vigente. Ahora que puede procesarlo todo, se desmorona: “No sé lo que haría sin
él, lo necesito, lo amo mucho.”
Conforme iba leyendo y se me encogía el corazón pensaba que era claro que había un amor muy profundo que la ayudaba a mantenerse fuerte, me ha recordado cosas ...
ResponderEliminarSaludos
Sólo decirte que era una pareja Amo/sumisa. Cuando ella me contó su historia de amor y entrega, su mirada tranmitía amor y sus palabras emocionadas, más amor... Gracias por comentar.
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