lunes, 1 de junio de 2020

La tentación molesta vino a Sevilla

En sí misma, ella era un enigma. En un estado de profunda agitación interna y cambio, las sombras de sus pensamientos confusos, que ella llevaba como perfume, encapsulaban cada pensamiento de confusión hurgando en su mente. Simplemente, ella era intoxicante porque era fácil perderse en su vórtice de palabras porno, así como en su encanto mortal de cuentos engañosos.

Nuestra comunicación no era la de una personalidad dominante danzando con una mocosa de golf. Era más compleja que eso. Eran dos artífices de la palabra retandose, tratando de obviar a la otra parte en un juego de damas. Sí, de damas, y no de ajedrez, porque ella quería jugar, pero tambien quería, a veces, perder y sufrir por ello.

Estaba claro, ella no estaba impresionada por mí. Ella no coqueteaba, era más como una tentadora fría, sabiendo qué botones apretar, para incordiar a mis deseos. Jolínes, yo quería domar a esta elusiva mocosa más que cualquier deseo en particular que actualmente tuviera. Yo no la quería someter, así pues, podría usar su carne deliciosa para mis sádicos deseos, sino más bien, lo que yo quería era hacer lo imposible. Quería tener un momento tan rico en honestidad, que cuando ella estuviera arrodillada y nuestras miradas colisionaran,  me viera alcanzar su alma y así, yo poseería su verdad. En ese momento de estar completamente expuesta por lo que ella es, amablemente acariciaría su alma, la besaría y le susurraría: “Te conozco, te veo y sí, eres hermosa.” Esa perra malcriada sería conocida por ser quien ella realmente era, sin la cortina de la lengua plateada de ilusiones y cuentos fantásticos para esconderse detrás.

Si usted le decía que era hermosa, ella se burlaba y decía que no había tenido mano en la creación de lo que usted veía. Si le decía que era lista, se reía y menospreciaba el cumplido, diciendo que su inteligencia no era más significante que el color arbitrario de sus ojos, simplemente algo que heredó y no creó, por lo tanto, ¿por qué debería ser alabada por ellos? Bueno, cuando yo derribe sus paredes, cuando sea forzada a revelarse a sí misma ante mí, voy a exponer su cuerpo y azotarla con bondad y admiración. Ella será poseída con un aviso al notificarle la importancia del momento.

A pesar de que tenía poco interés en verme,  fui capaz de conseguir que viniera a Sevilla, porque había masturbado su diccionario y se sentía inspirada, anhelaba la palabra porno que le estaba ofreciendo. Pero, yo tenía algo más planificado para esta tentadora del dictado.

Ella llegó y después de registrarse en su hotel, la acompañé de visita por la ciudad. Un día de sabor vainilla catando vinos, viajes en coches de caballos observando a los patos jugar en la Plaza de España y una cena consistente en sabrosas cervezas y deliciosas tapas mezcladas en el vórtice de sus palabras.

Terminamos en su hotel de la Plaza Nueva con vistas a la ciudad que, previamente había reservado para ella. Daba por hecho de que yo no iba a pasar la noche, pero después de dos bebidas en el bar del hotel, me preguntó si me gustaría subir a su habitación. Lo dijo con una sinceridad tan amable que nunca antes había estado presente.

Cuando llegamos a su habitación, se puso agresiva, presionándome contra la puerta, mientras yo la cerraba, apretando sus labios contra los míos, como si quisiera succionarme el alma.

La agarré por el cuello y le pregunté qué coño estaba pensando hacer. Me dijo que se sentía muy excitada, inteligente y que al estar expuesta a esa combinación durante todo el día, le había dejado un deseo muy profundo y que ella quería apagarlo. Me rogó que la follara con mis palabras.

En cambio, la llevé al borde de la cama y la besé en la frente. Le dije que no sería follada, azotada ni cogida. Que se iba a sentar a mi lado y que íbamos a hablar.

Eso es lo que hicimos aquella noche. Durante muchas horas, intercambiando pensamientos, risas, vulnerabilidades y todos los otros dispositivos de los juegos de palabras que pudimos conjurar. A veces, la abrazaba, y ella se reía por lo demás.

En el momento en que la conversación se estaba desvaneciendo y la noche avanzaba hacia su fin, le cogí la mano para levantarla de la cama, la puse de pie y la miré a los ojos. Ella estaba feliz, expuesta y conocida.

Me apoyé en su oído y le susurré: “No siempre tienes que esconderte, eres hermosa cuando estás fuera.” Le cogí su mano y la besé, besando a su alma en el proceso. Me abrazó muy fuerte y besó mi mejilla, entonces, nos dirigimos hacia la puerta. Ella sonrió, yo sonreí y nos separamos por la noche.

Yo había decidido, cuando estuve todo el día con ella, que no era un avatar o el pensamiento de una persona, sino alguien real a quien yo debería tratarla como tal. Por otra parte, ella no era una mocosa que necesitara ser domada y poseída, al menos, no por mí aquella noche. Ella era una mujer joven muy bella y yo sólo quería escuchar sus palabras en mis oídos.

Puede que la hubiera conquistado, pero conseguí lo que yo quería, saber quién era ella en realidad y fue mucho mejor tener esa rara visión de una persona tan impresionante.

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