Con sólo mi voz,
puedo calmarla y llevarla a un punto de sumisión, donde mi voz sea todo. Lleva
más impacto que un golpe contra su trasero desnudo, es más tangible, que un
apretón fuerte sobre ella.
Con su vista
eclipsada y la oscuridad envolviéndola en su tenue y desviada desolación, ella
anhela mis palabras sobre su ser. Con mi boca tocando ligeramente el lóbulo de
su oreja derecha, le hablo con autoridad, como si ambos hubiéramos nacidos para
este momento y cuando, simplemente, la estoy reclamando mi derecho de
nacimiento. Con un tono bajo y profundo que no deja lugar a dudas, y que habla
tan claramente, así es como estoy llegando a su interior y atrapando su alma en
la esclavitud. Sin amenazas ni miedo, sino con una presencia imponente,
transmitida a través de una berreante imposición de mi palabra, llora por mi
atención.
Ella podría no
obedecerme más, y luego, podría optar por dejar de respirar. Ella es reclamada,
calmada, y está en un estado de total obediencia que la deja abrumada y
tranquila en el mismo instante. Es como ser rociada con agua fría, y al mismo
tiempo, y en su mente, estar suspirando por mis caricias, pero ella sabe, que
no debe pronunciar una palabra.
Incluso en el
silencio, los momentos entre las pausas, ella escucha mi respiración, mi
corazón latiendo y los movimientos ligeros de las manos. Me escucha con tanta
atención, que casi se pueden oír mis pensamientos. Ella anhela mis palabras
dulces para instruirla y hacerla mía. Sin tener que hacer nada más que hablar y
permitir que mis palabras penetren en sus regiones más profundas, que ella
tiene dueño y nunca se ha sentido tan completa, y con tanta paz, tal como lo está
ahora.
Ufff... la voz, el tono de la voz... Qué cosas más sensual que se olvida muchas veces :P (incluso en esos silencios!!)
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