Se
mueve desde su corazón a su cabeza. Ella quiere sentir amor, pero su cerebro le
dice: “Así es cómo conseguirlo.”
El
pecado se mueve desde su cabeza a sus labios. Ella quiere amor, pero su cerebro
le dice: “Empieza con un beso.”
El
pecado se mueve desde sus labios a sus manos. Ella quiere sentir amor. “Pero,
si le toca donde las chicas buenas se tocan, le amará.” “Si se toca donde las
chicas malas se tocan, le amará aún más.”
El
pecado se mueve desde sus manos a sus piernas. Ella quiere sentir amor. “Pero,
si envuelve sus piernas a su alrededor y la entrelaza de una manera que no
pueda escapar, entonces, le amará aún más.”
El
pecado se mueve desde sus piernas a su núcleo, donde fluyen los jugos. Ella
quiere sentir amor. “Pero, si sus jugos están fluyendo, sabrá que ella está
abierta a todo el amor que quiera darle. Entonces, la querrá aún más.”
El
pecado se mueve desde su núcleo y envuelve y abraza toda su virilidad. Quiere
sentir amor. “Le apretujará con sus músculos, dejará las marcas de sus garras
en su espalda, buscará su alma para que se esconda detrás su mirada. Quizás, le
ponga nombres. Pero… lo ama. Aunque sólo fuera por la duración.”
El
pecado se queda en su sexo. Para siempre.
Ella
solamente quería sentir amor.
Ella
solamente quería ser amada.
Ella
solamente quería ser amada de nuevo.
EL
PECADO. ¿Cuántos amores? ¿De quién era el trabajo para mostrarle lo que
realmente era el amor? Por supuesto, no de él.
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