sábado, 19 de agosto de 2017

De los rituales

Los rituales la ubican. Ella necesita equilibrio en el caos de su mente. Siente el vaivén fuerte de su péndulo y se pregunta cómo puede balancearse a un ritmo tan frenético. Los rituales o las normas ralentizan el balanceo. Ya no se desploma violentamente, son un metrónomo paciente.

 

Ella necesita el ritual y el patrón continuo de la dominación y sumisión. Necesita la caída que siempre viene con la elevación. Necesita el daño que siempre viene con el amor. Necesita la ruptura que siempre viene con la reparación.

 

Ella necesita las normas. El protocolo lo siente y vive con naturalidad.


Ella necesita las normas. El protocolo se siente natural. Como un árbol joven herido, con estacas y cuerdas, se mantiene en su lugar asegurando su crecimiento, derecho y alto. Para ella, las normas son obligatorias. Son un hilo fácil que la mantiene unida, en la posición correcta.

 

Ser entrenada, es como equilibrar una ecuación. Es lógico. “Él hace esto, y yo hago eso.” Es como coger una muestra y saber cada respuesta sin pensar.

 

Los ojos bajos, cabeza inclinada, espalda recta. Arrodillada. Erecta con servidumbre y gracia.

 

Con el mejor de los modales, ella se pierde en el baile.

 

Gateando, humillada, sumisa. Sigue las huellas del pie de su dominante, como si fuera un camino fácil que se despliega ante ella.

 

Es un rompecabezas, que solamente ellos dos, saben cómo completarlo. Una fórmula que sólo les pertenece a ellos. Otros nunca se darían cuenta de todas las delicias de su baile. La forma en que dobla sus ojos, y su corazón. A él. Cada momento se sigue a sí misma, anticipando su orden. Otra rendición silenciosa. A él. La forma que se resucitan mutuamente cada mañana, rechazando la vida hasta que hayan tenido su primera dosis. De amor. Esos momentos en los que la danza de ambos se detiene porque ella no puede dejar de ir, necesitando primero oír su suave “Te amo.” Necesitando responder en especie. Antes de permitir, que la vida les vuelva a infiltrar nuevamente con su separación.

 

Ella está trabajando sobre la sensación de sentir el ritmo de un simple “Sí, Señor.” Esas palabras que, espera, las sentirá como un periodo al final de una sentencia o un “Yo también te amo.” Una respuesta familiar que seguramente saldrá de la lengua de ella.


Estas pequeñas cosas, estos pequeños rituales. Lo son todo para ella. Hacen la materia loca, porque el caos en medio de la consistencia es poderoso. Amplifican los momentos que son cualquier cosa, menos la rutina, porque sólo se puede medir la fuerza de una tormenta contra el contraste de la calma. Así que llámalo simple.   

Supongamos que es muda, pero para ellos, es lo que mantiene a sus péndulos balaceándose en el tiempo, juntos.

1 comentario:

  1. Los modales son irrenunciables. Todo es ciencia y todo tiene un fórmula, hasta dios. Solones cuestión de tener la tenaciadad y la pacien ia para encontrarla...

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