lunes, 28 de agosto de 2017

Ella debe estar rota para montarla

Le encanta la sensación que la lava, cuando finalmente, ella se da cuenta de que el paseo ha comenzado y ya no puede bajarse. No, hasta que él haya terminado con ella.

Su voz es profunda, su mirada penetrante y ella no es más que un haz de nervios.

Él se ríe de la manera que ella comprende esta situación. Aquí, no hay palabras seguras. Palabras, como, “Por favor, pare,” son como caramelos para él. Le atrajeron, alimentando su lujuria retorcida.

En esos momentos, todo se vuelve tan borroso que sus intenciones se vuelven claras. Ella nunca puede decir si quiere que termine, o si está persuadiéndole con sus lágrimas y súplicas, porque le necesita para que la lleve lejos, tanto como él necesita presionarla hasta allí.

Esta sensación de indefensión es una droga para ella. Quiere odiar cada momento, pero sigue soportando porque no hay otra manera, sabiendo que el tramo que él pone ante ella debe ser caminado. Cada bocado de su voluntad debe ser consumido por su bestia.

Ella necesita escapar de su propio sufrimiento, pero es él, quien tiene el billete.

1 comentario:

  1. Hay que estar en el cerebro de una sumisa para entender el poder de esa dicotomía.

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