viernes, 25 de agosto de 2017

Un vaso de agua

Es una locura pensar, pero de alguna manera, aquel vaso de agua se convirtió en su elemento favorito para usarlo durante la sesión.

Hubo un montón de golpes deliciosos en la cara, que provocaron gemidos en ella y le causaron que sus pupilas se dilataran y se concentraran en su dominante. Con cada bofetada, su boca se habría en una expresión de schoc y deleite.

Hubo un azote intenso, algunas caricias suaves a los golpes atronadores. Esto dejó marcas e impresiones de su lúdica y sádica especialidad, colocadas sobre la piel sensible de ella. Ésta lo disfrutaba mucho más de lo que ella pensaba y, realmente, contra más la calentaba y alimentaba su nueva necesidad, ella empezó a anhelar su golpe picante.

Hubo una introducción a los azotes con el flogger, que removió su miedo al picor. Ella se relajó y abrazó la naturaleza sensual de los azotes sobre su cuerpo suave y delicado. Estaba encantada del toque de las lamas, mientras danzaban sobre su espalda y dejaban que respirara con suavidad.

Había esposas, vendas para tapar los ojos y varias cosas con que atarla, que la permitieron inundarla con muchos tipos de dolor, placer y estimulación. Pero, fue el maldito vaso de agua el que creó su momento favorito.

Ella estaba arrodillada sobre la cama. Las manos atadas atrás, sudando y respirando fuerte. Ella le miraba y le pidió, si, por favor, podía tomar un sorbo de agua. Ella no estaba atada de una manera intricada y no le hubiera sido engorroso liberarse de sus ataduras y permitirle tomar un poco de agua. Pero, ella estaba disfrutando el momento, el confort de estar atada y estaba disfrutando de la fuerza y el dominio de su Amo sobre ella. Ésta quería que le diera el agua mientras estaba atada. Quería sentirse cuidada y depender de él con este simple acto. Él fue capaz de darle de beber a ella.

Con su cabeza descansando en la mano de su dominante, levantó el vaso hasta tocar sus labios, tomó el trago suficiente de agua fría que calmó su boca reseca, al igual que la amabilidad de su dominante calmó su alma necesitada de ternura.

Este acto hermoso, y extrañamente íntimo, fue de una manera que él no había esperado. Ella le necesitaba en ese breve momento y le proporcionó algo simple, pero fue haciendo algo juntos y siendo capaz de facilitárselo, lo que lo hizo un momento especial y hermoso. Al margen de todo lo que hicieron, fue ese acto el que hizo que su dominante se sintiera conectado a ella durante la sesión, más que ninguna de las otras cosas que hicieron.

No fue el momento más perverso, el más erótico o sexualmente satisfactorio que compartieron. Pero, hubiera sido terrible, si ese momento tan simple al compartir un pequeño gesto de amabilidad no fuera hermoso y su momento favorito de toda la sesión.

A veces, es algo muy simple lo que puede llegar a ser algo tan profundo.

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